viernes, 24 de diciembre de 2010

Carta eleusina No. 5

Iván Rodrigo García Palacios

Carta eleusina No. 5

"Si el físico puede llegar a conocer aquello que hemos llamado un fenómeno primigenio, queda entonces aliviado, y el filósofo con él. El primero porque está convencido de haber llegado a los límites de su ciencia, de que se encuentra en las alturas empíricas, desde donde, hacia atrás, puede vislumbrar la experiencia en todos sus niveles, y, hacia adelante, el reino de la teoría, donde puede penetrar. El filósofo queda aliviado porque toma del físico algo último, que para él se convierte en algo primero".
J. W. Goethe, Teoría de los colores.







Apreciado Lucilio, "te saludo"


Continuando con mis juegos de gaya ciencia:


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Nunca estará perdido aquel que siempre sabe qué y cómo siente, sabe quién es y sabe dónde está, porque siempre sabrá qué quiere, cómo lograrlo y a dónde ir.


"Conocer qué somos para saber qué podemos y qué debemos hacer" (Pierre Charron citado por Michel Onfray).


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El gran Anhelo:


Nunca nadie está contento con lo que tiene. Los humanos siempre quieren "algo más", pero nunca saben qué.


La perpetua insatisfacción tiene dos caras: es El Gran Anhelo, la gran motivación que nos impulsa a viajar a las estrellas, pero también es el infierno al que nos condenan la impotencia y la ambición.


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Tres paradojas:


1. El Homo-Humano es más de lo que piensa qué es, pero menos de lo se cree qué es.


2. Todos los organismos vivos son determinados. El Homo-Humano es más libre de lo que piensa, pero menos de lo que él se cree.


3. Mujeres y hombres son diferentes, más de lo que piensan, pero menos de lo que ellos se creen.


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El cuerpo ya existía como un todo desde antes que el Homo-Humano inventara la palabra para nombrarlo y escindirlo.


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Todo organismo vivo depende, necesariamente, de la comunicación para cumplir los imperativos básicos: supervivencia, reproducción y adaptación.


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Los Homo-Humanos dependen, necesariamente, de la comunicación para lograr Ser, desarrollarse en todo sentido, inventar la cultura y, con ella y en el mundo, lograr todo lo que son y hacen.



"La cultura (...) llega incluso a ser capaz de influir en la evolución genética" (Luigi Luca Cavalli Sforza, La evolución de la cultura, Anagrama, Barcelona, 2007, p. 19).



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La definición, finalidad, efectos y resultados, de la comunicación, referida a esos imperativos básicos, estará determinada por las circunstancias y condiciones biológicas, ambientales y genético-culturales de los individuos y de los grupos de individuos, bien sea por su naturaleza o bien por la asociación predeterminada o deliberada entre ellos.


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La comunicación de los Homo-Humanos, además de por los imperativos anteriores, está determinada por las culturas propias y por la genética. Las culturas, como la genética, evolucionan y esa evolución cultural se genera dentro del mundo y en el ámbito de cada cultura y en las relaciones entre las culturas.


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Se podría decir, a manera de hipótesis descabellada, que las culturas y cada cultura en particular, es el desarrollo y evolución de los modos, maneras e inventos, mediante los cuales el Homo-Humano y los grupos asociados de Homo-Humanos, Son y Están en el mundo.


Como lo propuso Marshall McLuhan: todo lo que inventa el Homo-Humano es una extensión de su propio cuerpo. El primer invento: la cultura.


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Las palabras siempre mienten. El cuerpo nunca miente.


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Si se acepta como válido que todo acto de expresión y de comunicación humana es el resultado y la expresión organizada de un proceso biológico, cerebral, neuronal, mental y cultural, se podría proponer, entonces, que entre los propósitos de las investigaciones y estudios de la neurocomunicación (neuropropaganda, neuropublicidad, neuropolítica, neuromarketing, etc.), deben estar los siguientes:


- Desentrañar los procesos neurobiológicos y culturales por medio de los cuales se provocan y producen las reacciones, síntomas, gestos, señales e imágenes, en los procesos de comunicación y cómo se desarrollan los códigos articulados y sistematizados y, a partir de estos, identificar los propósitos y significados, particulares y universales, con los cuales los Homo-Humanos expresan y comunican sus necesidades, intenciones, deseos, etc, al mismo tiempo que deciden y realizan sus acciones, bien por imperativa naturaleza (actividad pre-reflexiva, automática e involuntaria) o bien por deliberada decisión (actividad reflexiva).


- Desentrañar el funcionamiento y los procesos y con ellos las reacciones, síntomas, gestos, señales, imágenes y efectos, neurales y virtuales, que provocan y producen las expresiones de comunicación a través de las palabras, imágenes, sonidos, etc. y cualquiera otro sistema articulado de señales, signos, símbolos, palabras, etc., así como determinar los efectos y las consecuencias que estas significan para las decisiones, actuaciones y comportamientos de los individuos. Este ha sido el campo de investigaciones y estudios de la neurolingüítica, la psicolingüítica, etc.


- Dotar, deliberada y específicamente, de significados y del poder de generar reacciones, síntomas, gestos, señales e imágenes, neurales y virtuales, a las señales, signos, símbolos, palabras, imágenes, sonidos, etc., de los lenguajes e idiomas articulados, con un propósito previamente definido, establecido, evaluable y controlable. Este ha sido el campo -no teorizado- de la acción de las artes y de los artistas.


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(Escribí para mí, para ti, para quien sea),


"Que sigas bien"


Iván Rodrigo García Palacios.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Carta eleusina No. 4




Carta eleusina No. 4
Iván Rodrigo García Palacios


Espíritu - es la vida que muerde en la propia carne ¡en su padecimiento acrecienta su saber!” (Nietzsche).


Apreciado Lucilio, "te saludo"
Como me sucede siempre que concluyo la escritura de alguno de mis divertimentos: al terminar la escritura de "Nietzsche: El enigma de Ariadna", estoy pasmado, apenas siento y pienso en breves imágenes.
Así que para sentir con la frase de Nietzsche y mientras se me pasa esta depresión posparto, me entretengo jugando a la gaya ciencia y escribo las notas que ahora guardo aquí para recordarlas luego, pues sé que en ellas están el germen y las semillas de mis próximos juegos de Lectura Lúdica.
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La Naturaleza es la Ley.
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Del punto de partida y de la meta, nada sé. Sólo el camino me pertenece.
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El universo se nos hace más viejo cada vez que descubrimos un nuevo conocimiento.
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Los cuerpos sienten. Todo lo demás, se piensa.
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Definía Spinoza: mente y cuerpo son atributos paralelos, manifestaciones de la misma sustancia (Ética, parte I), para luego agregar:
"La mente humana es la idea del cuerpo humano".
(Spinoza, Ética, parte II).
Cuerpos que sienten, porque:
"Los sentimientos de dolor o placer, o de alguna cualidad intermedia, son los cimientos de nuestra mente" (Antonio Damasio, En busca de Spinoza. Neurobilogía de la emoción y los sentimientos, Crítica, Drakontos, Barcelona, 2009, p. 9.).
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El cuerpo es un compuesto organizado de materia y energía que procura el mantenimiento de tal organización para sobrevivir con bienestar a partir de las imágenes neurales y virtuales permanentes y continuas de su estado de forma.
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Para el cuerpo no existen adentro ni afuera, es la mente el mediador que organiza al mundo.
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La mente es la gestora y gestionadora del archivo dinámico y virtual de las imágenes, neurales o virtuales, placenteras o dolorosas, del cuerpo, el mundo y los otros, las que el cuerpo y el cerebro procesan para informarse de sus estados y reaccionar a aquello que los afecta.
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A la mente le repugna el desorden e inventa códigos para facilitar, mantener, imaginar, pensar y proyectar el orden.
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La imaginación es la trasformación de las imágenes neurales en imágenes virtuales para su manejo, memorización y comunicación.
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El pensamiento es la verbalización que producimos de las imágenes, neurales o virtuales, placenteras o dolorosas, del cuerpo, del mundo y de los otros para su manejo, memorización y comunicación.
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Las palabras siempre mienten. Los cuerpos nunca mienten.
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¿Qué debe hacer el filósofo cuando la ciencia disuelve la solidez de sus certezas?
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Las filosofías y las ciencias nacieron de la antigua Sabiduría griega. Al principio como hermanas siamesas, luego, las ideologías las hicieron enemigas irreconciliables... hasta el sol de hoy.
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Filosofías y ciencias son la misma cosa: pensamientos.
Las artes son la expresión de las sensaciones de las imágenes de la vida.
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Las ciencias son el estudio de lo que Es. Las filosofías son las propuestas de lo que debe Ser. Las artes son las expresiones de la vida.
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Todo lo que tiene limite es determinado. El límite del Homo-Humano es la Naturaleza.
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Cuando el Homo-Humano emergió del laboratorio de la Naturaleza, ese compuesto organizado de materia y energía ya había acumulado más de tres mil millones de años de experiencia evolutiva. ¡Una impresionante sabiduría!
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Esa Gran Sabiduría es la que da lugar a la Gran Inteligencia del Homo-Humano y es de ella que emergen todas sus otras inteligencias:
- Inteligencia reactiva.
- Inteligencia genética.
- Inteligencia de los sentidos.
- Inteligencia de los instintos.
- Inteligencia de las emociones.
De las cuales, a su vez, se derivan las siguientes:
- Inteligencia de los apetitos y las motivaciones.
- Inteligencia de los deseos.
- Inteligencia de las pasiones o afectos (ver Spinoza, Ética, para los afectos).
- Inteligencia de los sentimientos.
Pero y lo más asombroso, de todo ello emana aquello que eleva lo humano por sobre la materia y la energía original:
- La carne que anhela: El Gran Anhelo: El Espíritu.
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Es de ese cuerpo y de esa mente de los que los neurocientíficos Antonio Damasio y Marco Iacoboni investigan los procesos que nos distinguen como humanos y de los que emergen todas esas inteligencias que se desarrollan en las culturas: las inteligencias múltiples que investigara Howard Gardner.
En fin, asuntos temas y Lecturas Lúdicas que hacen arder mi carne como estrellas en la bóveda de mi cráneo y que mantienen el furor de mi viaje por las constelaciones de lo desconocido.
(Escribí para mí, para ti, para quien sea),
"Que sigas bien"
Iván Rodrigo García Palacios.

sábado, 2 de octubre de 2010

Carta eleusina No. 3



Iván Rodrigo García Palacios
Carta eleusina No. 3

Apreciado Lucilio, "te saludo"
En respuesta a mi anotación:
Todo lo que existe es pasado. Todo es eterno retorno. El futuro no existe, todavía, y el futuro que imaginamos o pensamos, ya es pasado. Y, ¿el presente?: ¿necesidad?
Me propones:
Pensar es una actualización de la memoria. El pasado es profético. El presente es una mística. El futuro es un deseo de perdurar.
Ahora sí que Somos y Estamos en esos territorios que, por más que se los explore y cartografié, no dejan de deparar asombros, pareciera que permanecen como territorios siempre por conocer: el laberinto dionisiaco y el enigma apolíneo.
Como cada uno de esos territorios es en sí un mundo, ahora sólo voy a elaborar algunas consideraciones sobre la conexión que se establece entre lo que pienso sobre "la necesidad, el espacio y el tiempo" y lo que interpreto en "ese deseo de perdurar", en los que yo contemplo la emergencia del cuerpo, la mente y el espíritu: "la Necesidad, el Espacio y el Tiempo".
Para ello y sin salirme, por el momento, del ámbito de los misterios eleusinos o, lo que para mí, es la Lectura Lúdica, la que bien puede considerarse como acción previa o simultánea o complementaria con la Terapia dialógica en el Tercer mundo del diálogo, voy a explorar algo a la manera de las arqueologías genéticas de Michael Onfray.
Si estoy en lo cierto y como ya lo expuse en las cartas anteriores, las celebraciones eleusinas se proponían la "sanación" del espíritu colectivo e individual por medio las sabidurías dionisiaca y apolínea, tal y como lo hiciera Epiménides en Atenas para purificarla y restaurar, en el ánimo de los atenienses, la tranquilidad y la sabiduría del gozo primitivo.
Al igual que aquellos atenienses, habitamos la ciudad del tiempo y el espacio convencionales y, simultáneamente, Somos y Estamos inmersos en el universo "del tiempo que no envejece" y el espacio sin espacio de lo místico. En el tiempo y el espacio convencionales, la memoria se actualiza y reorganiza para interpretar el pasado, enfrentar el presente y proyectar en el futuro. En "el tiempo sin tiempo" y en el espacio sin espacio de lo místico, se habita en el tiempo de Ananke (la Necesidad) y en el espacio de su idéntica por naturaleza, Adrastea:
"La [teogonía] trasmitida por Jerónimo y Helánico -si es que no se trata de una misma persona- se expresa así: Desde el principio existía el agua, y la materia, de donde tomó cuerpo la consolidación de la tierra... Después de estos dos principios, agua y tierra, y a partir de ellos, se originó un tercero, un dragón con dos cabezas, una de toro y otra de león, y con la figura de un dios en el medio cuerpo; tenía también alas en los hombros, y su nombre era Tiempo que no envejece y, también, Heracles. Con él iba unida Ananke, idéntica por naturaleza a Adrastea, incorpórea y con los brazos extendidos sobre todo el ámbito del mundo, hasta tocar sus confines" (Damascio, Sobre los principios, 123 bis).
Esos son también la ciudad y el universo de "el tiempo sin tiempo" y el espacio sin espacio de Mnemosine:
"Mnemosine nos enseña que lo que tenemos que recuperar es precisamente el origen de todos nuestros recuerdos, ese punto en el que todavía no ha comenzado el tiempo. Y ésta exactamente es la enseñanza mistérica: el camino que hay que remontar para llegar al tiempo sin tiempo, la sucesión de generaciones de dioses y de hombres, la suma de los mitos de Orfeo, no son más que juegos de apariencias" (Giorgio Colli, La sabiduría griega, I, Trota, Madrid, 2008, p. 45).
Voy a comenzar por "el tiempo que no envejece", la Necesidad y "el ámbito del mundo" (Ananke = Adrastea).
Sobre el asunto de la Necesidad y a diferencia de los imperativos naturales, que explico más adelante, es también necesario considerar una Necesidad existencial imperativa: para poder Ser y Estar, sentirse y explicarse, el Homo-Humano necesita a "los Otros" y, para complicar las cosas, necesita "un Otro", único y específico que lo sienta y complemente en su destino.
He ahí el origen de la tragedia y la Sabiduría de los sabios más antiguos que los más antiguos de los sabios griegos. Ellos encarnaron en Dionisios, en Apolo y en Eros, a la Sabiduría y a la tragedia, la vida y el Logos:
Dionisios Baco, el que festeja en alegre compañía de los humanos. Dionisios Zagreo, el que en su soledad se contempla y contempla el mundo -creándolo- en el espejo, permitiendo así que los Titanes lo desmiembren para que sus miembros sean repartidos por el mundo en búsqueda de compañía. Y Dionisios Iakchos, el que resucita: "La estrella naciente "portadora de la luz de los misterios nocturnos" (Aristófanes, Las ranas), el dios por-venir".
Dionisios: la sabiduría de la vida. Apolo: la sabiduría del conocimiento, pero del conocimiento del futuro. Y Eros: el que, para el Sócrates del Banquete, es "el deseo de engendrar en lo bello" (Platón, Banquete, 180 c-e y 199 c - 212 c).
Ahora sí y en el ámbito de la Naturaleza. Por imperativo natural, toda la materia orgánica dotada con la vida, tal y como la conocemos en este planeta, responde a tres condiciones imperativas y a dos reacciones básicas: las primeras: sobrevivir, reproducirse y adaptarse; las segundas: atracción y rechazo, las que, en términos biológicos, son placer y dolor, la reactividad. Eso es lo que llamo "la Necesidad, el Tiempo y el Espacio" y es a lo que considero como el punto de partida de todo lo que, hasta ahora, ha sido y ha realizado el Homo-Humano y su presente.
Es de ese presente donde Son y Están el cuerpo, la mente y el espíritu y donde se manifiestan todas las necesidades: tiempo y espacio:
"(...) en realidad, el punto de arranque de las representaciones sensibles -o sea, su principio- puede pretender, con razón, denominarse "tiempo", igual que el punto de arranque de las representaciones abstractas -es decir, su principio- puede pretender, con la misma razón, denominarse "necesidad". Y, ¿quién podría negar que las representaciones abstractas están íntimamente "asociadas" con las sensibles?" (Giorgio Colli, La sabiduría griega, I, Trota, Madrid, 2008, p. 45).
Eso es lo moderno de los más antiguos sabios griegos y de lo que ahora algunos de los modernos disfrutan.
Para no complicarme con un análisis crítico extenuante e innecesario, por el momento, sólo voy a proponer, en el Tercer mundo del diálogo, el asunto sobre ese futuro que propones como "un deseo de perdurar", junto a lo que, por mi parte, propongo como la emergencia del espíritu, que son territorios comunes a nuestras exploraciones, coincidencias y divergencias.
Pero, en este ámbito, ¿que es el espíritu?
Simplificando, para los sabios griegos los asuntos de materia y espíritu, así como sus respectivas representaciones y sus conexiones, eran bien claros: lo sensible y lo abstracto; pero ese asunto se volvió complejo y complicado a partir de Platón y Aristóteles, lo que, casi todos sus epígonos, por diversidad de intereses personales, se han encargado de revolverlo en un galimatías, todavía sin fin.
Lo cierto es que, a diferencia del alma y el espíritus idealizados, el espíritu como manifestación sensible es mucho más real y poderoso, sin que por ello se pierda un ápice de su concepción maravillosa, porque, el espíritu como emanación de la vida natural, como lo propone George Santayana o, como otros antes que él, que lo consideraban una manifestación de la Naturaleza, es una fuerza real, concreta y poderosa de la naturaleza vital del Homo-Humano y eso es algo sobre lo que es posible actuar.
Antes, quiero precisar eso que llamas deseo y a lo que prefiero considerar anhelo -puede que sólo se trate de una diferencia semántica y que ambos estamos diciendo lo mismo-. Sin embargo, prefiero precisarlo, porque, tal y como lo explica el neurocientífico, Antonio Damasio, el deseo es todavía un impulso más cercano a la fisiología, mientras que el anhelo, como lo citaré más adelante, es un rasgo profundo o superior de la mente humana.
Atrás planteé el imperativo natural de la vida en el cual opera el deseo. Según la escala de complejidad de ese imperativo natural, todas las manifestaciones y expresiones de los organismos vivos están dirigidas imperativa y automáticamente hacia la supervivencia con bienestar (homeostática), la reproducción y la adaptación, a partir del mecanismo biológico de la reactividad: la reacción automática ante estímulos internos y externos de placer y de dolor: atracción-rechazo, lo cual funciona por medio de la acción de mecanismos y procesos que van de lo simple a lo complejo y que actúan simultáneamente según la sencillez o complejidad del organismo.
Estas reacciones, de lo simple a lo complejo, son:
"1. Respuestas inmunes, reflejos básicos, regulación metabólica.
2. Comportamientos de placer y dolor.
3. Instintos, apetitos y motivaciones.
4. Emociones, deseos, pasiones o afectos (ver Spinoza, Ética, para los afectos).
5. Sentimientos".
(Antonio Damasio, En busca de Spinoza. Neurobilogía de la emoción y los sentimientos, Crítica, Drakontos, Barcelona, 2009, p. 40).
Como se puede ver, el deseo, como tal, es todavía un mecanismo que, por su complejidad, necesariamente funciona entre lo fisiológico y lo mental.
Por su parte, el anhelo, como el mismo Antonio Damasio lo propone, es algo "más allá", por sobre y superior a esta escala:
"El anhelo es un rasgo profundo de la mente humana. Esta implantado en el diseño del cerebro humano y en el acervo genético que lo engendra, no menos que los rasgos profundos que nos conducen con gran curiosidad hacia una exploración sistemática de nuestro propio ser y del mundo que lo rodea; los mismos rasgos que nos impulsan a construir explicaciones para los objetos y situaciones de este mundo" (Antonio Damasio, En busca de Spinoza. Neurobilogía de la emoción y los sentimientos..., p. 249).
En este punto, la propuesta de Antonio Damasio se adapta, conecta y corresponde con mi idea:
El espíritu es un anhelo de futuro
Es de la carne (materia y energía organizadas) de donde emergen los anhelos y las obras de los Homo-Humanos, pero sólo será del espíritu su bondad o perversión: ángel y demonio.
Las ciencias del "más acá", las del "más allá" y las del "punto medio", exploran lo desconocido en su afán por desvelar el enigma de la vida y el sentido de ser humanos. Las primeras, desde la carne, las segundas, desde el alma y las terceras, desde el espíritu del mundo. Esas búsquedas, al parecer, se orientan en direcciones contrarias en ese eterno cíclo en el que al fin se reunirán ante el portón que Nietzsche llamó "instante" y es ese momento del que Santayana dice que el espíritu emana de la vida natural (Georges Santayana: Platonismo y vida espiritual, Trotta, Madrid, 2006, p. 57).
Hasta entonces y hasta que esas ciencias recorran sus caminos y se produzca el encuentro, he aquí unas miradas a los paisajes del espíritu.
Desde los remotos tiempos de la humanidad, los Homo-Humanos se han asombrado ante aquellas fuerzas y poderes que los superan y a las que han llamado espíritus.
Espíritus han sido las manifestaciones extraordinarias de la Naturaleza y sus criaturas, así como de todos aquellos fenómenos para los que, en ese momento, se carece de explicaciones y se las considera sobrenaturales.
Pero, también, espíritu se ha denominado a aquellos estados en los cuales los Homo-Humanos, individual o colectivamente, superan su débil y frágil condición. La historia de la humanidad es un extenso catálogo de actos de superación heroica. Pueblos e individuos que, desde casi la nada, han alcanzado metas y objetivos supremos o macabros.
De griegos y romanos y de aquellos que heredaron su espíritu, para localizarnos en Occidente, se sabe que espíritu fueron aquellas manifestaciones, numen o "soplo", de fuerzas y poderes superiores al común de los humanos y a las que asociaron con posesiones de dioses y demones. Héroes y "maniáticos" poseídos por una locura sagrada que los impulsaba a realizar actos supremos de bondad o perversión y es por ello que el espíritu ha sido considerado, desde antes y desde entonces, un poder y una fuerza moral. Moral que sólo me interesa considerar en su aspecto de superación de la condición humana y no de las confusiones del bien y mal.
A manera de lectura ilustrativa, sugiero la Paideia, de Werner Jaeger, sobre el origen y desarrollo del espíritu griego.
Y es en esa "locura sagrada", matriz de la sabiduría que explica Sócrates en Fedro, en la que el anhelo se trasforma en espíritu. Anhelo que es ese impulso y deseo vehemente por lograr algo y en el que se involucran y superan todas las energías y habilidades del cuerpo y de sus estados mentales.
Anhelo que, para las ciencias del "más acá", es lo ya citado atrás del neurocientífico Antonio Damasio.
Anhelo que, para las ciencias del "más allá", unas veces más cercanas a la carne y otras a lo que se llama alma, pero que es y continúa siendo espíritu, es esa fuerza y poder extraordinarios.
Ese espíritu fue claro y trasparente para griegos, romanos y orientales. Sin embargo, se complicó en el territorio de las religiones monoteístas con sus mundos sobrenaturales, que hicieron difíciles y peligrosas las manifestaciones y creencias en aquel espíritu, en ese espíritu que ellos sentían arder en su cuerpo y mente.
Por ejemplo, para Dante y el espíritu del enamoramiento, el de la necesaria compañía:
"Y digo en verdad que a la sazón el espíritu vital, que en lo recóndito del corazón tiene su morada, comenzó a latir con tanta fuerza, que se mostraba horriblemente en las menores pulsaciones. Temblando, dije estas palabras: "He aquí un dios más fuerte que yo, que viene a dominarme" (Ecce deus fortior me, veniens dominabitur mihi). En aquel punto, el espíritu animal, que mora en la elevada cámara adonde todos los espíritus sensitivos del hombre llevan sus percepciones, empezó a maravillarme en gran manera, y dirigiéndose especialmente a los espíritus de la vista, dijo estas palabras: Se ha mostrado vuestra felicidad" (Apparuit jam beatitudo vestra). Y a su vez el espíritu natural, que reside donde se elabora nuestro alimento, comenzó a llorar, y, llorando, dijo estas palabras: "Ay de mí, que en adelante seré entorpecido a menudo" (Heu miser! quia frequenter impeditus ero deinceps!)" (Dante, Vida nueva).
De Dante a Giordano Bruno y el "espíritu de todas las cosas":
"El intelecto produce el espíritu; éste emana del intelecto como el fulgor emana de la luz. Y este fulgor colma de sí al universo, se difunde totalmente en todas las cosas y, así como el intelecto entiende todo en todo, así el espíritu ama y opera todo en todo. Lo definimos por tanto alma del mundo y espíritu de todas las cosas... Inicia, cumple y afina la propia obra, no según un movimiento local y como si procediera por fases sucesivas, sino según la naturaleza del propio ser presente por todas partes e íntimamente unido a las cosas, que pone a los entes en una sucesión ordenada según a la condición de éstos... Así este artista perfectísimo y eterno produce todo con una simple mirada, sin tener que aplicarse con diligencia" (Giordano Bruno, La lámpara de las treinta estatuas).
De Bruno a Spinoza, en los territorios del alma (mens), es el "conatus":
"PROPOSICIÓN IX
El alma, ya en cuanto tiene ideas claras y distintas, ya en cuanto las tiene confusas, se esfuerza por perseverar en su ser con una duración indefinida, y es consciente de ese esfuerzo suyo" (Ética, II).
Lo que se explicaría, también y según Spinoza, que el hombre se defina por su anhelo y, en general, todas las cosas por su conatus.
Esta ley del conatus es general para toda la naturaleza, aunque sólo en el hombre alcance la dimensión «psicológica» que la palabra «esfuerzo» parece conllevar.
Y de Spinoza, a Nietzsche, el filósofo del instinto:
"Basta amar, odiar, anhelar, o simplemente sentir, para que enseguida nos sobrevengan el espíritu y la fuerza del sueño y subamos por los más peligrosos caminos"(Friedrich Nietzsche, Gaya ciencia, Aforismo 58).
Y así sucesivamente, en la alternancia simultanea y permanente, eterna e infinita, del laberinto dionisiaco y el enigma apolíneo.
Esto es lo aterrador, hoy como hace 2.500 años, continuamos inmersos en la misma pesadilla: O un hombre producido y programado en los talleres de la naturaleza. O un hombre engendrado y dotado por Ideas en y hacia un lugar sobrenatural.
Lo uno y lo otro, laberinto y enigma, que se resuelven, tal como lo propone Aristóteles, en el espíritu y en la amistad:
108 Aristóteles, Fís. Γ 4, 203 b 7
"... lo infinito no tiene principio..., sino que parece ser ello el principio de los demás seres y que todo lo abarca y todo lo gobierna, como afirman cuantos no postulan otras causas fuera de lo infinito, tales como el espíritu o la amistad; el infinito, además, es un ser divino, pues es inmortal e Indestructible, como afirman Anaximandro y la mayoría de los físicos teóricos" (C. S. Kirk, J. E. Raven Y M. Schofield, Los Filósofos Presocráticos, I).
Eternidad e infinito aquí y ahora, instante del eterno retorno.
Es necesario "recuperar el pasado ... y dirigir la atención hacia el futuro", para aprehender, de nuevo, las Sabidurías de los sabios. Te repito esta cita de mi Carta eleusina -1:
"La salvación consiste en recuperar el pasado, porque precisamente ahí es donde se disipan todas las apariencias y se nos da la posibilidad de ver al dios y, en consecuencia, de trasformarnos a nosotros mismos en seres divinos. Y ese es Dionisios. A eso alude la profecía que subyace en Epiménides. En cambio, Apolo dirige la atención hacia el futuro, pues su instrumento es la palabra; y la palabra saca a la luz ciertos aspectos de lo oculto mediante una difusión clarificadora -donde la palabra que interpreta es a su vez, interpretada- y en la dirección que manifiesta lo abstracto. Pero para Epiménides -y para los griegos que alcanzaron el conocimiento- el futuro entero está ya contenido en el pasado primigenio, de modo que la comprensión que se puede obtener sobre el futuro lejano depende de la visión del pasado divino que en él se manifiesta". (Giorgio Colli, La sabiduría griega, II, Trotta, Madrid p. 16).
Ya habrá oportunidad para que miremos en ese "pasado primigenio y divino" que condiciona "el futuro lejano", tal y como me lo planteo en lo que llamo Lectura Lúdica.
(Escribí para mí, para ti, para quien sea),
"Que sigas bien"
Iván Rodrigo García Palacios.





jueves, 9 de septiembre de 2010

Carta eleusina No. 2



Iván Rodrigo García Palacios
Carta eleusina No. 2


Apreciado Lucilio, "te saludo"
Despertó mi interés el que, de la serie de asuntos que de manera introductoria te expuse en mi primera Carta eleusina, privilegiaras el aspecto "casi mitológico" de la iniciación en lo mistérico de las celebraciones eleusinas, por sobre el contenido de lo vital, de lo saludable y de lo cognoscitivo, de lo individual y de lo colectivo, ya que por ello eran consideradas fuente de sabiduría y de "experiencias de satisfacción y de felicidad" en "el aquí y el ahora" y "del pasado para el de ahí en adelante", que era por y para lo que se festejaba.
¿Será, acaso, lo que Nietzsche intuyó tras el misterio y lo que sintió del "eterno retorno de lo mismo"? ¿Será ese "el conocimiento" del que él habla?
Creo que sí, basta con leer en los fragmentos póstumos el primer proyecto: El retorno de lo mismo, el que Nietzsche escribiera a los pocos días de concebir el "eterno retorno" en la roca de Surlei.
Sé que a través de los siglos ese es el aspecto que ha fascinado, por su enigma, secreto y misterio, a aquellos que miran la historia de los antiguos griegos y la mitifican. Sin embargo, "a la luz" de las recientes investigaciones, la cosa era misteriosa porque el acceso a los estados místicos del éxtasis estaba sólo reservado a los "iniciados", quienes debían guardar absoluto secreto a costa de sus vidas. Era algo así como lo que hacen las sectas, organizaciones y mafias secretas: cátaros, masones, "Cosa Nostra" y tantas otras mafias de toda clase y motivos que sus razones elitistas y de compromiso tenían.
Lo cierto es que la experiencia íntima de los estados místicos y de éxtasis, es inefable, inexpresable y un "conocimiento incomunicable" y que, el enigma de ese "conocimiento" presupone una condición del éxtasis, pero sé que no es tan misterioso el método por el cual acceder a tales estados y poder "conocer". La sola "búsqueda" de tal método, es ya una labor que depara salud y gozo.
Es un asunto de "cosa" y "palabra", como te lo escribí en mi primera carta.
Los griegos lo tenían claro:
"Nosotros no revelamos a quien se nos acerca las cosas que son , sino las palabras, que son cosas distintas de las cosas reales" (Georgias).
Plotino, con quien Nietzsche comparte intereses sobre los asuntos del cuerpo, lo expresa como experiencia mística:
"Muchas veces, despertándome de mi cuerpo a mí mismo, saliéndome de las otras cosas y entrando en mí mismo, al contemplar entonces una belleza maravillosa y convencerme de que pertenezco a lo más alto en el mundo superior, habiendo vivido la vida más noble, habiéndome convertido en idéntico a lo divino y fijado en él, ejercitando esta actividad suprema y situándome por encima de cualquier otra realidad espiritual, cuando luego, tras esa estancia en la región divina desciendo del Intelecto al raciocinio, me pregunto cómo ha sido posible, y también esta vez, descender de este modo, cómo es posible que mi alma haya llegado jamás a estar dentro de un cuerpo si ya, desde que está en un cuerpo, el alma es tal como se me manifestó" (Plotino, Eneadas, IV, 8, 1,1.).
Vico, siguiendo a Aristóteles, lo explica en su Ciencia nueva:
"(...) los primeros hombres, como niños del genero humano (...) tuvieron una necesidad natural de fingir los carácteres poéticos que son géneros o universales fantásticos, para reducir a ellos, como modelos ciertos, o retratos ideales, todas las sabidurías particulares a sus géneros semejantes" (Giambattista Vico, Ciencia nueva).
Qué decir de los filósofos y místicos al-Andaluses y musulmanes cuyas obras son guías detalladas para recorrer ese "camino justo" de preparación para el "iniciado" hacia la experiencia mística y la búsqueda del "conocimiento": Avempace, Avicena, al-Farabi, al-Gazali, Ibn-Tufayl y otros.
Tal es lo que se propone Ibn-Tufayl, en su libro El filósofo autodidacto, al explicar el éxtasis, en el que también incluye las opiniones de Avenpace y Avicena:
"Motivo ocasional de este libro: el éxtasis
Me pediste, hermano sincero (Dios te dé la inmortalidad eterna y te haga gozar la perpetua felicidad), que te comunicase aquellos misterios de la Sabiduría iluminativa que me fuera posible divulgar, los cuales menciona el maestro y príncipe [de los filósofos] Abu Ali b. Sina. Has de saber, pues, que el que quiera alcanzar la verdad pura, debe estudiar estos secretos y esforzarse por conocerlos. Tu pregunta ha sugerido en mi ánimo una noble idea, que me ha conducido a la visión intuitiva de un estado [místico o éxtasis], que antes no experimenté, y me ha llevado a un término tan maravilloso, que ni lengua alguna podría describir [su naturaleza] ni razonamiento alguno demostrar [su existencia], porque es de una categoría y de un mundo completamente distinto de ellas; sólo que la alegría, contento y placer que este estado lleva consigo, no permiten que la persona que a él llega o que alcanza algunos de sus grados, pueda ocultarlo y guardarlo secreto, sino que, dominado por la emoción, el entusiasmo, la alegría y la satisfacción, se inclina a manifestarlo, de una manera vaga e indistinta. Si es hombre inculto, habla de él sin tino, hasta llegar a decir alguno, a propósito de este estado: «¡Glorificado sea yo! ¡Cuán grande es mi condición!». Otro dijo: «Yo soy la Verdad». Y otro: «No hay, bajo estos vestidos, sino Dios».
El maestro Abu Hamid al-Gazali [Algazel], cuando alcanzó este estado, aplicóle el verso siguiente:
Sea lo que quiera (que yo no he de decirlo), cree tú que es un bien y no pidas de él noticias.
Pero este [filósofo] era experto tan sólo en los conocimientos racionales y estaba versado únicamente en las ciencias" (Ibn Tufayl, El filósofo autodidacto, Trotta, Madrid, 1995, p. 31).
Por supuesto, tampoco hay que olvidarse de los Upanishads y otros referentes orientales que el mismo Nietzsche ya cita en aquellos primeros apuntes de 1881.
Por ejemplo, esto dice el Kena Upanishad:
"¿Animada e impulsada por quién la mente se eleva? ¿Dirigida por quién la vida se mueve por primera vez? ¿Animados por quién dicen esta palabra? ¿Qué dios controla la vista y el oído?
Es del oído el oído, de la mente la mente, de la palabra la palabra, del aliento el aliento, de la vista la vista. Los sabios renunciando, al dejar este mundo, devienen inmortales.
No llega allí el ojo, no llega allí la palabra y tampoco la mente. No sabemos, no entendemos como puede esto ser enseñado.
Diferente es en verdad a lo conocido y superior aún a lo desconocido. Así escuchamos de los antiguos quienes esto nos explicaron.
Aquello no expresado por la palabra sino por lo cual la palabra se expresa: Eso es en verdad Brahman ¡Entiéndelo! No lo que aquí reverencian.
Aquello que no se piensa con la mente sino por lo cual, dijeron, la mente piensa: Eso es en verdad Brahman ¡Entiéndelo! No lo que aquí reverencian.
Aquello que con el ojo no se ve sino por lo cual los ojos ven: Eso es en verdad Brahman ¡Entiéndelo! No lo que aquí reverencian.
Aquello que con el oído no se oye sino por lo cual el oído oye: Eso es en verdad Brahman ¡Entiéndelo! No lo que aquí reverencian.
Aquello que la vida no anima sino por lo cual la vida es animada: Eso es en verdad Brahman ¡Entiéndelo! No lo que aquí reverencian" (Kena Upanishad, Sección I).
No son los únicos autores y antecedentes, la lista es extensa, pero sustanciosa, y en ella se debe incluir los solares místicos del Mediterráneo, los oscuros místicos del Norte de Europa, los místicos del desierto persa, así como a Zaratustra y Gilgamesh.
Todo esto y mucho más, lo intuyó Nietzsche desde temprano, como citaré más adelante.
Por otra parte y ya en los territorios del "más acá", habrá oportunidad para revisar las lecturas literarias, filosóficas, científicas, teológicas, políticas, sociales, etc. que Nietzsche devoró, unas veces con método, pero, la mayor parte, con gula descontrolada. Nietzsche fue un Lector Ludi, apolíneo y dionisíaco, trágico y voraz.
***
Vistas las cosas de esa manera y explorando y frivolizando un poco la nueva información, se sabe que aquellas celebraciones eleusinas eran una fiesta de fin de verano en la que se celebraba a la vida como sabiduría y ese era el gran misterio: el poder de la música, la danza, la poesía, la "contemplación", para provocar la "visión suprema": el juego en el que los dioses, sin negar el dolor, lo minimizan, le anteponen un rival que le proporciona alegrías a la vida:
"El juego no es únicamente sueño, sino vigilia, no es apariencia más de cuanto lo sea la violencia del dolor, es un aspecto positivo de la vida que emerge de las islas griegas, es vida triunfante que consigue equilibrar el peso de la necesidad y del esfuerzo" (Giorgio Colli, Después de Nietzsche, pp. 116-117).
Lo que bien explica aquello que Nietzsche escribió sobre el juego en su primer proyecto: El retorno de los mismo, un poco después de su experiencia extraordinaria en la roca de Surlei, el 6 de agosto de 1881:
"¿Qué aspecto toma esta vida respecto a su suma de bienestar? Un juego de niños, hacia el que el ojo del sabio dirige la mirada y que consiste en tener control sobre éste y aquel estado - y sobre la muerte, si algo así no resultara posible" (Nietzsche, Fragmentos póstumos (traducción de la edición crítica de Giorgio Colli y Mazzino Montinari), Grupo Editorial Norma, Bogotá, 1992, p. 164).
El festival eleusino se trataba de una celebración colectiva de experiencias individuales. Una fiesta en el sentido nietzscheano: expresión de gratitud a los dioses de la vida y la sabiduría; el equilibrio de la vida, la muerte y la resurrección, en el éxtasis: Dionisios y Apolo.
Estas fiestas o festivales tenían dos escenarios, el uno público, en el que participaban todos los que querían asistir y un recinto privado, reservado a los "iniciados", a aquellos que se sometían a un proceso de preparación y selección y para la realización, en total secreto, de los actos mediante los cuales era posible alcanzar el estado de éxtasis. El secreto y el misterio se explican porque tales estados debieron ser manejados de manera controlada para evitar consecuencias peligrosas o, simplemente, por esa necesidad de misterioso secretismo, pertenencia, importancia y solidaridad de pares que tenemos los humanos. En fin, un asunto para tratar en otra oportunidad.
Lo que me interesa ahora es insistir en los aspectos vital, saludable y cognoscitivo de esas celebraciones eleusinas.
Vital y saludable, porque allí se celebraba la sabiduría de la vida, porque, luego de un año de trabajos y esfuerzos, era necesario que las gentes recobraran la alegría de vivir, expresaran su gratitud y se prepararan para el encierro del invierno.
Y es cognoscitivo, porque "el conocimiento" que allí se manifestaba y obtenía, era la fuente de esa sabiduría que los griegos desarrollaron y la que luego, Platón y sus descendientes, volvieron filosofía, por los motivos que la historia explica con amplitud, tal y como podrás notar más adelante en la cita que te transcribo.
Aquí tenemos dos asuntos que es necesario explorar. El uno, el de lo vital y saludable, que desborda el motivo de esta segunda carta y que todavía es motivo de trabajos y esfuerzos en progreso, por lo cual, apenas lo voy caminando, como dijera el poeta: "se hace camino al andar".
Para el otro, el cognoscitivo, me atrevo a trascribir uno de los aforismo de Giorgio Colli en su libro Después de Nietzsche -me gusta escuchar a los maestros- y que, como podrás notar, explica mejor ese asunto del conocimiento y la sabiduría de los más antiguos griegos:
"El gran pensamiento
Reconocer la animalidad en el hombre, no sólo eso, sino afirmar en la animalidad la esencia del hombre: ése es el pensamiento grave, decisivo, precursor de tempestades, el pensamiento frente al cual todo el resto de la filosofía moderna queda reducido a hipocresía. Lo enunció Schopenhauer, y Nietzsche fue el único exégeta auténtico, verificándolo en el campo de los acontecimientos humanos. La oscura raíz de la animalidad, la ciega voluntad de vivir se trasluce de los mitos de las religiones antiguas. La matriz india es evocada por Schopenhauer; el símbolo de aquella intuición total, unitaria, de la vida es el dios reivindicado por Nietzsche. Dionisios tuvo una representación taurina (como Osiris se identificó con Apis), fue el "señor de los animales feroces", el devorador de carne cruda, el lacerador de las criaturas, el cazador Zagreus; su séquito estuvo compuesto por seres mitad hombres, mitad caballos, por ménades delirantes, vestidas con pieles de leopardo, que descuartizaban cervatillos y cabritos. Y en su origen la máscara simboliza el animalizarse del hombre: en los "komoi" primitivos los seguidores de Dionisios aparecían disfrazados de animales. El "pathos" dionisíaco es lo contrario de la compasión cristiana: mientras en ésta la participación en el sufrimiento conserva íntegra la individualidad de quien experimenta la piedad, aquél se desencadena a través de la ruptura de la individuación, y entonces el tiaso de Dionisios vive directamente, y no desde fuera, la unidad entre hombre y animal. La íntima laceración de la voluntad de vivir se manifiesta en la perenne fragilidad, en el tejido trágico de los impulsos animales en lucha; el poseído por el dios vive consecutivamente la angustia de la víctima acosada y la crueldad del sanguinario perseguidor: las dos partes se entrelazan en la pasión dionisíaca. Nietzsche conocía con lagunas los testimonios históricos sobre la religión de Dionisios, pero integró, extrajo de manera exhaustiva el significado del Dios, con adivinación deslumbrante. Combatiendo al cristianismo combatía la falsa religión, la religión racionalista, antropocéntrica, que concedió al hombre una posición aislada en el mundo, y para poder hacerlo negó la animalidad en el hombre. Durante muchos siglos los filósofos estuvieron sometidos a la maldición de este juicio -y todavía lo están- y soñaron con soluciones segregacionistas, racionalistas (basadas en lo que nos pertenece sólo a nosotros), "humanas". Descartes nos dijo que los animales sólo son pedacitos de espacio. Por eso Nietzsche, que utilizó todos los medios a su alcance para que los hombres escucharan de su boca esta verdad (divulgando a Schopenhauer, que desdeñosamente se había mantenido aparte), aparece ante nosotros como un "liberador", para usar un epíteto con el que los griegos designaban a Dionisios" (Giorgio Colli, Después de Nietzsche, Anagrama, Barcelona, 2000, pp. 76-77).
Me imagino, con justificada intuición, que esto era lo que se ocultaba tras el velo de los misterios de Eleusis: ese "instante" apolíneo y dionisíaco, el éxtasis en el cual "se contempla y se siente" la total "ausencia" del espacio-tiempo, de la necesidad y de la acción, y se accede a ser "uno con todo", como, mucho después, lo expresara Hölderlin:
Ser uno con todo, esa es la vida de la divinidad, ese es el cielo del hombre. Ser uno con todo lo viviente, volver, en un feliz olvido de sí mismo, al Todo de la Naturaleza, ésta es la cima de los pensamientos y alegrías, esta es la sagrada cumbre de la montaña, el lugar del reposo eterno donde el mediodía pierde su calor sofocante y el trueno su voz, y el hirviente mar se asemeja a los trigales ondulantes.
¡Ser uno con todo lo viviente!
(...)
Formar un solo ser con todo lo que vive, ¿no es vivir como los dioses y poseer el cielo en la tierra?” (Hölderlin, Hiperión, segunda carta de Hiperión a Belarmino).
O, para ser tan aventurero como mis hipótesis descabelladas, es "contemplar" ese único "instante" en el que hombres y mujeres son Uno y lo mismo. Ese "instante" en el cual el estado místico del éxtasis y el enamoramiento son una y la misma cosa, que los hace ser iguales sin dejar de ser Uno y Otro, como puede comprobarse en las "experiencias" de Teresa de Jesús y Juan de la Cruz:
"Búscame en ti", escribe Teresa de Jesús; "Búscate en mí", escribe Juan de la Cruz. Lo que no es lo mismo, pero ese es otro tema.
Porque el enamoramiento, como el estado místico del éxtasis, es ese estado natural de trasformación que por necesidad se desata en el campo fértil y abonado del cuerpo, de la mente y del espíritu, del Homo-Humano, al impacto de una visión maravillosa que inflama con "ferino furor" y cuya contemplación hace Ser y Estar al sí-mismo más cercano a trasmutarse en un dios, como intentan expresarlo, atónitos, místicos, poetas y filósofos y que ahora, las neurociencias, exploran con temor y temblor. Los "sabios" lo "conocen", cada cual a su manera.
El enamoramiento es ese momento en el que el Homo-Humano se hace, en cuerpo, en mente y en espíritu, original, total y, tal como lo fuera en el principio, vuelve a contemplar las maravillas de la vida y del universo como la primera vez: el enamoramiento, así como el estado místico del éxtasis, son una hierofanía, una revelación que provoca un renacimiento. O, ¿será resurrección?, como prefería decir Nietzsche.
Sin llamarlo enamoramiento, místicos, filósofos y poetas hablan de un estado en el cual, extática, dolorosa y maravillosamente, le es permitido al Homo-Humano contemplar y acceder a la Sabiduría.
Así se explica el que Platón denominara "doctrina del amor" a la "iniciación" eleusina, porque los más antiguos griegos habían "conocido" que era posible provocar tanto el enamoramiento como el estado místico del éxtasis, lo mistérico.
Ese debió haber sido el gran misterio y secreto de Eleusis: el poder y el conocimiento capaz de inducir el retorno, por un instante, al "instante" de ese estado primordial y emerger de él sano en cuerpo, mente y espíritu.
Porque es necesario sanar cuerpo, mente y espíritu antes de proceder a organizar de nuevo el pensamiento. Esto es lo que enseñan Hölderlin y Nietzsche: Zaratustra con velado pragmatismo y, quizás, con menor intensidad que el Empédocles y el Hiperión de Hölderlin, más poéticos, herméticos y esotéricos.
¿Será posible, con toda la información ahora disponible, redescubrir ese poder y ese conocimiento, esa fuente de salud corporal, mental y espiritual que no requiere de consumir drogas o sustancia psicotrópica alguna?
Por lo que se ha investigado, las sustancias que se consumían en las celebraciones eleusinas no tenían la capacidad de producir estados alterados y que estos debieron producirse como consecuencia de la preparación a la que eran sometidos los "iniciados".
Creo que si es posible y como te lo escribí de manera introductoria en mi primera carta, es necesario hacerlo y para lograrlo se debe cumplir la misma recomendación de Platón a Sócrates:
"... -con tal de que se siga el camino justo-" (Platón, Banquete, 209e).
He ahí el problema. Ni "el camino justo" ni la "experiencia" ni el "conocimiento", son algo que se pueda revelar, vulgarizándolos o comercializándolos, como, en su momento se acusó a Esquilo de hacerlo o como luego trataron de hacer religiones, filosofías, falsos profetas y curanderos. O como hoy lo hacen los charlatanes vendedores de auto-ayudas, místicas y angelologías, entre tantos otros productos que sólo buscan satisfacer las novelerías del consumismo y llenar las arcas de los mercaderes.
Sin embargo y como lo dije antes, si la mente humana lo ha inventado, la mente humana puede desvelarlo, reproducirlo, comunicarlo, sólo que, para ello, dependerá de las cualidades y calidades de aquellos qué lo hagan y de los medios que utilicen.
De eso se trata todo esto: es arqueología y es Lectura Lúdica. Esa Lectura Lúdica que es mística, que extasía y enamora; esa que provoca las cuatro "manías" socráticas (Platón, Fedro: 265 a-b); esa que es la fuente de la salud que sólo a la condición humana le es dado "contemplar". Lectura Lúdica que es: "Ser uno con todo", entrar en el sí-mismo"; "visión intuitiva"; lectura de y con todos los sentidos, con la mente y con el espíritu; esa que revela las cosas; esa que otorga sentido a la palabra poética... en fin: "contemplar".
Lograr esa "contemplación" es lo que Nietzsche propone y "grita" con su Superhombre, su "eterno retorno de lo mismo", su "Dios ha muerto", y de lo cual, Zaratustra, es "el Señor" y "El Maestro".
Él lo intuía desde sus ya remotas lecciones de Basilea sobre la retórica, que aquel "conocimiento" era y estaba en el sí-mismo y sólo era posible comunicarlo por medio de la poesía:
"No son las cosas quienes entran en nuestra consciencia, sino la manera en que estamos frente frente a ellas, lo que los griegos llamaban el pitzanon. El lenguaje es retórica, pues quiere trasmitir sólo una doxa, no una episteme".
(...)
Todas las palabras son, en sí y en relación con su significado, tropos, representan en vez del proceso real una imagen sonora que se apaga en el tiempo (...) Los tropos no se suman a las palabras de vez en cuando, sino que son su naturaleza más propia. No hay un significado auténtico que sólo se transfiere en casos especiales" (Nietzsche, Retórica).
En consecuencia y consciente del esotérico conocimiento que iba a trasmitir, Nietzsche -ya "maduro e iniciado"-, recurrió al hermético lenguaje de la música y de la poesía para que Zaratustra "anunciara" esa mistérica doctrina, la que los hombres tendrán que aprender
"(...) a oír con los ojos?" (Z, I, Prólogo, 5).
¿No son, acaso, música y poesía, el portal de acceso a lo inefable?:
"Nosotros somos notas vivas sonando conjuntamente en tu armonía, ¡oh, naturaleza" (Hölderlin, Hiperión, Libro 4, ultima carta a Belarmino).
Por esto, y por mucho más, es por lo que considero a Así habló Zaratustra la inexplorada Guía de "iniciados" a Superhombres que, con mi método de Lectura Lúdica y, aprovechando el acompañamiento espiritual que me ofreces con tu poema (descifrar lo que está oculto, este es el sentido de la vida), voy desvelando en un juego, en una fiesta eleusina, en una "experiencia" de gozo y místico éxtasis.
Y, porque esto es así y para que me "escuches con tus ojos", repito, recito y canto, como mías, las palabras de Zaratustra, con lo que voy a llamar: La canción del "iniciado":
"Cuando Zaratustra tenía treinta años abandonó su patria y el lago de su patria y marchó a las montañas. Allí gozó de su espíritu y de su soledad y durante diez años no se cansó de hacerlo. Pero al fin su corazón se transformó, - y una mañana, levantándose con la aurora, se colocó delante del sol y le habló así:
«¡Tú gran astro! ¡Qué sería de tu felicidad si no tuvieras a aquellos a quienes iluminas!
Durante diez años has venido subiendo hasta mi caverna: sin mí, mi águila y mi serpiente te habrías hartado de tu luz y de este camino.
Pero nosotros te aguardábamos cada mañana, te liberábamos de tu sobreabundancia y te bendecíamos por ello. ¡Mira! Estoy hastiado de mi sabiduría como la abeja que ha recogido demasiada miel, tengo necesidad de manos que se extiendan.
Me gustaría regalar y repartir hasta que los sabios entre los hombres hayan vuelto a regocijarse con su locura, y los pobres, con su riqueza.
Para ello tengo que bajar a la profundidad: como haces tú al atardecer, cuando traspones el mar llevando luz incluso al submundo, ¡astro inmensamente rico!
Yo, lo mismo que tú, tengo que hundirme en mi ocaso, como dicen los hombres a quienes quiero bajar. ¡Bendíceme, pues, ojo tranquilo, capaz de mirar sin envidia incluso una felicidad demasiado grande!
¡Bendice la copa que quiere desbordarse para que de ella fluya el agua de oro llevando a todas partes el resplandor de tus delicias!
¡Mira! Esta copa quiere vaciarse de nuevo, y Zaratustra quiere volver a hacerse hombre.»
- Así comenzó el ocaso de Zaratustra" (Z, I, Prólogo, 1).
Esta es la misma canción que deberá empezar por cantar todo aquel que aspire a las "experiencias" "de satisfacción y de felicidad" que ofrecen los misterios eleusinos o, para el caso, zaratustrinos: águilas y serpientes, trasformaciones en camellos, leones y niños, visiones y enigmas, canciones y todo lo demás.
Para respaldar lo dicho, de nuevo la escritura del maestro. Otro de los aforismos de Giorgio Colli:
"Una indicación reveladora
En un fragmento escrito en 1883, Nietzsche declara haber descubierto el secreto del universo griego. Los griegos creían en el eterno retorno, porque la fe en los misterios significa precisamente eso. La observación es importante sobre todo como testimonio de la relampagueante penetración histórica de Nietzsche (aunque no considere oportuno divulgar dicha intuición): el vértice de lo griego habrá que buscarlo en el éxtasis colectivo, en el conocimiento místico de Eleusis. Y se puede tener la certeza de que al establecer semejante relación Nietzsche no pensaba en los ritos agrarios y en el ritmo cíclico de la vegetación. Pero más importante todavía es la revelación personal, algo similar a la séptima carta platónica: la doctrina suprema de Nietzsche es una fulguración mística, una visión que libera de cualquier aflicción y de cualquier deseo, incluso de la individuación. Después de esa experiencia todas la ideas, discusiones, doctrinas de Nietzsche no serán más que una comedia de la seriedad" (Giorgio Colli, Después de Nietzsche, Anagrama, Barcelona, 2000, p. 151).
Ese es el secreto del universo griego que Nietzsche descubrió e interpretó cabalmente en ese primer proyecto: El retorno de lo mismo, que te cité atrás.
En fin, ya habrá oportunidad de otras cartas y charlas y antes de despedirme y por ahora, quería decirte:
En tus poemas pre-siento el camino que sigues hacia "la cima de los pensamientos y la cumbre de la inefable montaña", allí en donde el cielo y la tierra, el poeta y el filósofo, "son Uno con Todo".
La alegría de tu lectura es para mí, porque, como también te lo dije, es un gozo escribir con los amigos.
Y, como el asunto es un camino que se hace, seguiré escribiendo mis cartas y gozaré como un niño cuando estemos juntos tomándonos ese tinto, no por mi sabiduría, sino por la alegría de una rica charla entre amigos.
(Escribí para mí, para ti, para quien sea),
"Que sigas bien"
Iván Rodrigo García Palacios.
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