miércoles, 1 de julio de 2009

Desentrañando el misterio del "nacimiento" de Cien años de soledad

Desentrañando el misterio del "nacimiento" de Cien años de soledad

y sus conexiones con don Ramón María del Valle-Inclán y Tirano banderas, Malcolm Lowry y Bajo el volcán, Edgar Allan Poe y El hundimiento de la casa de Usher, Alejandro Dumas y Joseph Balsamo: Mémoires d'un médecin, Henry James y Los papeles de Aspern, Joseph Conrad y Nostromo, etc.

- Un juego deconstructivo al discurso de Carlos Fuentes en el homenaje a Gabriel García Márquez, Cartagena, 24 de abril de 2007
.

(Este es un trabajo en progreso)

Por Iván Rodrigo García Palacios

Quizás nunca pueda desentrañarse la historia completa y verdadera de la concepción, gestación y "nacimiento", de la escritura de Cien años de soledad de entre los mitos y las leyendas en los que fue ocultada.
Eso es lo fascinante de los mitos y las leyendas para el LECTOR LUDI, porque así tiene a su disposición el campo inconmensurable e inagotable de su imaginación y de su curiosidad, esas cualidades primordiales del ser humanos que nos impulsan a la búsqueda elusiva del conocimiento.
Así como también, el poder disfrutar de los juegos interminables de lecturas y exploraciones con los que trata de responderse y comprender los qué y por qué de su ser y estar en el mundo. Exploraciones y juegos tan serios como los de la razón y tan lúdicos como los de la imaginación. Al fin y al cabo, razón e imaginación, hacen lo que es al Homo-Humano.
Esta es una historia de los mitos y las leyendas que el mismo Gabriel García Márquez y sus amigos han fabulado en diversas y variadas versiones para ocultar o mitificar las situaciones y circunstancias de la escritura de Cien años de soledad. Mitos y leyendas que han sido contados de muchos y diversos modos y maneras, pero siempre conservando los mismos elementos originarios:

- Un origen mítico en los tiempos de su infancia.
- Un fabuloso "nacimiento" durante un viaje a Acapulco.
- La confinación en la que Gabriel García Márquez se enclaustró durante los catorce meses de su escritura.

El mito y la leyenda nacen con la historia de un primer y fallido intento por escribir aquella persistente historia de La casa que lo atormentaba en su juventud y cuyos manuscritos originales, un mamotreto amarrado con corbatas viejas, había cargado en maletas destartaladas por el itinerario de sus exilios desde la época de su primera escritura en Cartagena. Todo lo cual y por fin, se desata en México, tras muchos años de incubación, con la leyenda del "nacimiento", "casi" sobrenatural, y en el tiempo de las angustias, alegrías y soledades de la escritura de Cien años de soledad.
El primero de los elementos de ese mito ha sido expuesto de manera amplia y suficiente tanto por el mismo Gabriel García Márquez como por sus estudiosos y críticos. El segundo y el tercero, al contrario, se han mantenido y permanecen en el secreto y en el misterio, porque sus protagonistas y los estudiosos, más que aclararlos y resolverlos, continúan alimentándolos.
Para tratar de desentrañar esos secretos y misterios, sus mitos y leyendas y fabular mi propia versión de esa historia, utilizaré la versión que de ellos expuso Carlos Fuentes, amigo íntimo de Gabriel García Márquez, testigo presencial y cómplice del "nacimiento", así como apoyo y confidente durante el proceso de la escritura de Cien años de soledad.
Emprendo una lectura lúdica deconstructiva partiendo del presupuesto que, todo texto, máxime si se trata de un texto literario, dice más de lo que dice, es decir, que atrás de los significados interpretados del primer plano de la lectura existen otros significados en la historia misma, en la experiencia y memoria de quien escribe, en las palabras que el escritor emplea y en el cómo y por qué las emplea, en fin.

Esta lectura lúdica empieza así:

Cuarenta años después de los míticos eventos del "nacimiento" de Cien años de soledad, el 24 de abril de 2007 en el Centro de Convenciones de Cartagena, Carlos Fuentes los recordó y los contó en un hermético y críptico discurso durante el homenaje que se le ofreció a Gabriel García Márquez con motivo de cumplirse sus ochenta años de edad y los cuarenta años de la publicación de Cien años de soledad.
Una lectura lúdica a ese discurso de Carlos Fuentes permitirá desentrañar los secretos y los misterios que ocultan y se ocultan de la historia de la concepción, la gestación y la escritura de Cien años de soledad, así como también los eventos que realmente sucedieron y sobre los cuales se inventa y elabora el mito de aquel momento de su "nacimiento", esa iluminación sobrenatural acontecida en un viaje a Acapulco y que, como intentaré demostrar, fue inventado por Carlos Fuentes, Mercedes Barcha, Julio Cortázar y Gabriel García Márquez, con el propósito de ocultar y rodear de un halo mítico las fuentes, motivos y sucesos, a partir de los cuales se desató el "furor" (1) de Gabriel García Márquez para escribir su novela.
La lectura de ese discurso lo he dividido, en su estructura y en su temática, en tres apartes generales, a los cuales añado un cuarto aparte, el de mi lectura lúdica deconstructiva:
El primero, se refiere a los antecedentes y a las circunstancias que contribuyeron a la formación, preparación y experiencias por las que tuvo que pasar Gabriel García Márquez para escribir Cien años de soledad.
El segundo, relata el mito o leyenda del momento en el cual se sucedió el "nacimiento" de Cien años de Soledad.
El tercero, se refiere al proceso y las circunstancias de la escritura de Cien años de soledad y la "invención" del "realismo mágico", el cual culmina con la publicación y el reconocimiento de la importancia de la novela en la historia de la literatura latinoamericana y universal.
El cuarto aparte, es el resultado de esta tarea de LECTOR LUDI y está dedicado a mostrar las evidentes trasposiciones y correspondencias literario-genealógicas que se presentan entre Malcolm Lowry y Melquíades, así como las conexiones y correspondencias con la vida y la obra de don Ramón María del Valle-Inclán, Alejandro Dumas, padre, Edgar Allan Poe, y las persistencias de esos motivos y esas figuras en las obras posteriores de Gabriel García Márquez. Además que, a partir de tal demostración, es posible proceder a establecer las numerosas trasposiciones y correspondencias que de Bajo el volcán y de la biografía de Malcolm Lowry se hacen en Cien años de soledad.
Estos asuntos han sido tratados con mayor amplitud en mi libro: Desde las entrañas de Bajo el volcán, al "furor" de Cien años de soledad (2).


PRIMER APARTE:
Antecedentes


La historia, tal y como la cuenta Carlos Fuentes, comienza cuando Gabriel García Márquez inicia su trabajo de guionista en el cine mexicano, específicamente, en "La Mansión de Drácula", como él lo recuerda:

"Conocí a Gabriel García Márquez allá por el 1962, en la ciudad de México y en la calle de Córdoba 48, una casa llamada «La Mansión de Drácula» por su evidente aspecto transilvánico y sede de la compañía productora de cine de Manuel Barbachano Ponce" (3).

En esa historia, Carlos Fuentes relata, enumera y enaltece, los sucesos y circunstancias que condujeron y forjaron la vida de Gabriel García Márquez hasta ese momento, así como la necesaria preparación para el instante de su "iluminación" y la posterior escritura de Cien años de soledad.
Buena parte de esos sucesos y circunstancias hacen parte de la historia y de la biografía oficial de Gabriel García Márquez. Sin embargo, algunos de ellos y la forma como los conecta, relaciona y corresponde, Carlos Fuentes, sugieren otras interpretaciones:

En primer lugar, tal y como lo cuenta Carlos Fuentes, lo que le ocurrió a Gabriel García Márquez es parte de un proceso de formación y de anticipación que lo prepara para la escritura de Cien años de soledad. Es, al mismo tiempo, un proceso de transformación de su memoria, de sus recuerdos, de sus experiencias vitales, profesionales y artísticas, todo lo cual confluirá en aquel mítico momento en el que un rayo sobrenatural le anunciará que está listo para escribir Cien años de soledad.
En términos generales, esa es la historia que cuenta Carlos Fuentes en el primer aparte de su discurso. Sin embargo, tras esa historia y la que cuentan los biógrafos y el mismo Gabriel García Márquez, se ocultan algunos eventos y circunstancias o que bien han sido mantenidos en secreto o que bien han sido fabulados para convertirlos en mitos y leyendas.
Es por ello que, a partir de este punto, empiezo mi lectura lúdica y deconstructiva del discurso de Carlos Fuentes y, de manera abductiva, contar esa misma historia, pero desvelando los misterios que en el discurso y de manera hermética, se revelan.
Esos procesos de formación y transformación empiezan en 1962, cuando Gabriel García Márquez llega a México, quien, para ganarse la vida y sostener a su familia, trabaja como redactor y editor de una revista, realiza un programa de radio sobre literatura, escribe textos para publicidad, trata de escribir una novela y se inicia en la escritura de guiones para el cine, labor en la que soñaba trabajar desde sus primeros aprendizajes cinematográficos en Roma a mediados de los años cincuenta.
Serán, ese aprendizaje y la experiencia en el cine mexicano, los que le aportarían los conocimientos fundamentales que lo prepararían para encontrarse con la vida y la obra de Malcolm Lowry y de don Ramón María del Valle-Inclán, para ser iluminado por ellas y ser capaz de interpretarlas en su escritura y en la escritura de Cien años de soledad.

***

En el ambiente del cine mexicano, Gabriel García Márquez se relacionó, entre muchos otros, con Luis Buñuel, quien en 1950 había realizado un homenaje a Malcolm Lowry en su película Los olvidados y quien, además, había sido convocado, en esos mismos años cincuenta, para dirigir una versión cinematográfica de Bajo el volcán, proyecto que fracasó.
A Manuel Barbachano Ponce y a Luis Buñuel, debe Gabriel García Márquez, además de sus experiencias de reescribir y adaptar una obra literaria para ser contada en imágenes por el cine, el obligatorio estudio de algunas obras de la literatura española del siglo XIX y comienzos del XX, tal el caso de las obras de Benito Pérez Galdós, que Manuel Barbachano Ponce quería producir. Pero, y más significativo aun, por la casi ausencia de mención alguna, la lectura obligada de las obras de don Ramón María del Valle-Inclán, tan cercanas a Luis Buñuel y a su cine de surrealistas esperpentos y fantoches.
La única mención que ha hecho Gabriel García Márquez sobre la obra de Ramón María del Valle-Inclán, es aquella en la que niega que El otoño del patriarca tenga alguna influencia de Tirano Banderas, lo cual, en términos generales, es cierto, pero más cierto todavía es que, tanto el Tirano Banderas como otras obras de Ramón María del Valle-Inclán, si están conectadas con la escritura de Cien años de soledad, pero a través de aquel primer manuscrito desaparecido de El otoño del patriarca. También es cierto que El otoño del patriarca, el publicado en 1975, tiene conexiones reconocidas con La muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes y con Pedro Páramo, de Juan Rulfo, dos novelas que también están conectadas entre sí y con Bajo el volcán y Tirano Banderas.
Las conexiones de Cien años de soledad con la obra de Ramón María del Valle-Inclán se pueden establecer a partir del cuento que le da título al libro, Los funerales de la Mama Grande, libro escrito desde 1959 y publicado en 1962. Ese es el cuento fundador del "tono" de Cien años de soledad y es en el que mejor se puede apreciar de manera evidente la conexión de Gabriel García Márquez con la obra de Ramón María Valle-Inclán. Porque, si se hace una lectura comparativa y abductiva entre Los funerales de la Mama Grande y la serie novelística de Ramón María Valle-Inclán, inicialmente titulada, El ruedo ibérico y luego publicada con el título de La corte de los milagros, en especial el Libro Segundo: La Rosa de Oro, las semblanzas y resonancias comunes entre las dos obras son, más que posibles coincidencias, asombrosas.
Para "muestra, un botón". Esto escribió Ramón María del Valle-Inclán en el Libro Segundo: La Rosa de Oro:

"La Majestad de Isabel II, pomposa, frondosa, bombona, campaneando sobre los erguidos chapines, pasó del camarín a la vecina saleta. La dama de servicio, con el aire maquinal de los sacristanes viejos cuando mascullan sacros latines, le prendió en los hombros el manto de armiño. Los regios ojos, los claros ojos parleros, el labio popular y amable, agradecieron con una sonrisa a la cotorrona de Casa y Boca" (4).

Por otra parte, también en 1962 y cuando Gabriel García Márquez estaba terminando de escribir los cuentos de Los funerales de la Mama Grande, comenzó la escritura de una novela titulada El otoño del patriarca, cuyo título es casi lo único que tiene en común con la novela publicada en 1975, la cual fue desechada cuando irrumpió "el tono" de Cien años de soledad, según se lo contó a Plinio Apuleyo Mendoza, información que algunos biógrafos han pretendido negar y contradecir, lo cual es inaceptable dada la íntima amistad que los unía hasta esa época:

"PAM: - Sé que llevabas bastante tiempo trabajando El otoño del patriarca, cuando lo interrumpiste para escribir Cien años de soledad. ¿Por qué lo hiciste? No es frecuente interrumpir un libro para escribir otro.
GGM: - La interrupción se debió a que estaba escribiendo El otoño sin saber muy bien cómo era, y por consiguiente no lograba meterme a fondo. En cambio, Cien años, que era un proyecto más antiguo y muchas veces intentado, volvió a irrumpir de pronto con la única solución que me faltaba: el tono. En todo caso, no era la primera vez que me pasaba. También interrumpí La mala hora, en París, en 1955, para escribir El coronel no tiene quien le escriba, que era un libro distinto incrustado dentro, y que no me dejaba avanzar. Como escritor, tengo la misma norma que como lector: cuando un libro deja de interesarme, lo dejo. Siempre, en ambos casos, hay un momento mejor para enfrentarlo" (5).

En ese primer intento de escritura de El otoño del patriarca sí que debió rondar la presencia de Tirano Banderas y su personaje, el Coronelito Domiciano de la Gándara, el mismo que escapó al fusilamiento y triunfó en su revolución, algo que ya es imposible de probar, porque ese manuscrito de 300 páginas fue destruido en 1965, en vísperas de iniciar la escritura de Cien años de soledad.
Lo que sí se puede abducir, tal y como Gabriel García Márquez se lo contó, también, a Plinio Apuleyo Mendoza, es que, en aquella versión de El otoño del patriarca, el protagonista era un coronel Aureliano Buendía que se había convertido en dictador luego de ganar una guerra civil y dar un golpe de estado:

"PAM: - Y las treinta y dos guerras perdidas del coronel pueden expresar nuestras frustraciones políticas. ¿Qué hubiese ocurrido, a propósito, si el coronel Aureliano Buendía hubiese triunfado?
GGM: -Se habría parecido enormemente al patriarca. En un momento dado, escribiendo la novela, tuve la tentación de que el coronel se tomara el poder. De haber sido así, en vez de Cien años de soledad habría escrito El otoño del patriarca" (6).

Ese coronel Aureliano Buendía del primer El otoño del patriarca, es el mismo que, transpuesto a Cien años de soledad, se transforma en el guerrero que es derrotado en las treinta y dos guerras civiles que emprendió y que, por esa tragedia, determinó la escritura de la novela.
Así como de Tirano Banderas se inspira el coronel Aureliano Buendía, también lo hace Melquíades, el que debió inspirarse en ese fantoche que es el Doctor Polaco, "un descendiente venido a menos de José Balsamo" (TB, VII, Libro tercero, p. 205), que a su vez se corresponde con Joseph Balsamo: Mémoires d'un médecin, de Alejandro Dumas, padre, que, a su vez, se inspiró en el Conde Alessandro di Cagliostro. Y, para completar el cuadro familiar de incestos y destrucciones, Edgar Allan Poe, quien escribió un "pergamino" titulado: El hundimiento de la casa de Usher, en el que también se profetizaba, en parte, la historia de la familia Buendía, el incesto y el hundimiento de Macondo... al cabo de Cien años de soledad. Un Macondo que se inspiró de la geografía y la estructura histórica de Nostromo, de Joseph Conrad.

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De 1962 a 1964, son los años de iniciación para lo que le sucedió a Gabriel García Márquez en 1964: aquel evento al que no debe considerarse como algo fortuito, porque, de no haberse presentado tal y como se presentó, con toda seguridad, Cien años de soledad no hubiera sido escrita tal y como lo fue. Porque, como él mismo lo dijo, si él coronel Aureliano Buendía de Cien años de soledad hubiera sido el guerrero vencedor y lo que hubiera escrito habría sido El otoño del patriarca.
Es, en el punto y momento en el que se sucede la transformación del coronel Aureliano Buendía de vencedor a vencido, cuando se sucede también la transformación que demuestra que Gabriel García Márquez había ingresado en el territorio de la alquimia literaria, para, de allí, trasponerse al territorio del "realismo mágico".
Había adquirido el "furor", el poder para refundar al Macondo de La hojarasca. Había aparecido el gitano y alquimista Melquíades para escribir sus pergaminos y la historia de la familia Buendía.
Ese fue el momento en el cual Gabriel García Márquez, según lo relata Carlos Fuentes, entendió a México y se transformó en el "sabio hechicero", el alquimista capaz de trasmutar la materia literaria y transmutarse a sí mismo.
El paso siguiente, es demostrar quién fue el maestro alquimista de ese aprendiz de "sabio hechicero".

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Mucho debió impresionar y afectar a Gabriel García Márquez lo que, por asuntos del negocio cinematográfico, conoció, entre finales de 1964 y principios de 1965, sobre la vida y la obra de Malcolm Lowry.
En 1964 se publicaron en México: la primera versión al español de la novela de Malcolm Lowry, Bajo el volcán, así como otras de sus narraciones, poemas, cartas y algunas fotografías, junto con artículos críticos y biográficos (7) (8).
Una de las consecuencias del impacto que tales publicaciones produjeron en el ámbito intelectual y cinematográfico mexicano, fue la de renovar el interés que tenían, desde los años cincuenta, tanto la industria cinematográfica de Hollywood como la mexicana, por realizar una película a partir de Bajo el volcán. Ese fue el negocio en el que se involucró a Gabriel García Márquez como la posibilidad de escribir ese guión, solo o en compañía de otros guionistas y escritores mexicanos.
Así que, a finales de 1964, Gabriel García Márquez se puso en la tarea de estudiar la vida y la obra de Malcolm Lowry, para lo cual contó con la compañía de Carlos Fuentes y con los aportes de Juan Rulfo, a quien, por fin, Gabriel García Márquez conocía en persona luego de haberse aprendido de memoria sus obras en 1962 y cuya novela, Pedro Páramo "algo" debe a Malcolm Lowry, de la misma manera que Gabriel García Márquez (en El otoño del patriarca) y Carlos Fuentes (en La muerte de Artemio Cruz) deben a Juan Rulfo (9).
Por esa época, Juan Rulfo estaba en el trabajo de colaborar con Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes en la escritura de los guiones para El gallo de oro (1964), En este pueblo no hay ladrones (1964) y Pedro Páramo, realizada en 1966.
En esta labor debió ser de gran valor la experiencia, ya relatada atrás, de su amistad con Luis Buñuel, así como los antecedentes de este con Malcolm Lowry y Bajo el volcán. Gabriel García Márquez ha dicho que leyó y estudió Bajo el volcán muchas veces y con extremo detenimiento, desmontando la novela pieza por pieza. ¿Se referiría a sus lecturas sobre Malcolm Lowry de esa época de 1964-1965?
Si bien, el proyecto para realizar la película de Bajo el volcán tampoco se concretó, la magnitud de las impresiones y efectos que la vida y la obra de Malcolm Lowry tuvieron en Gabriel García Márquez y la subsiguiente escritura de Cien años de soledad, debieron ser cósmicas y telúricas.
Con posterioridad y a mediados de los años setenta, el productor mexicano, Luis Barranco, exigiría que Gabriel García Márquez fuera el guionista de la también fracasada versión de Bajo el volcán que iba a dirigir Paul Leduc.

***

Ese, el momento en el que Gabriel García Márquez se transforma en "sabio hechicero", es el que relata Carlos fuentes como una visión:

"Juntos entramos al Museo de Antropología. Juntos indagamos el misterio de la Coatlicue, la diosa madre de los aztecas, representada en un masivo monolito cuyos terribles elementos -serpientes, calaveras, manos laceradas, sexo impenetrable- le proclaman a la ciudad y al mundo:
- Yo no soy Venus. Yo no soy una diosa humana. Yo soy diosa porque no soy humana.
Entonces, después de diez minutos de contemplación, García Márquez dice:
- Ya entendí a México.
Que es algo más de lo que podemos decir los mexicanos, constantemente sorprendidos por un país que no acabamos de descubrir pero en el cual García Márquez se acomodó con la sabiduría de hechicero que le atribuía Mitterrand".

Si, a este instante y a esa contemplación, se le interpreta según el mito empleado por Giordano Bruno para explicar el "furor", antes citado: Gabriel García Márquez, Acteón, había contemplado a la diosa desnuda en medio de su desierto de silencio y en sus selvas tropicales, los mismos que habían sido transpuestos por Giordano Bruno de Dante, tal y como cita Carlos Fuentes de François Mitterrand:

"[ ] y como años más tarde lo describiría, en sus memorias, el presidente François Mitterrand, como «un hombre parecido a su obra: sólido, sonriente, silencioso..., dueño de un desierto de silencio como solo las selvas tropicales pueden crear». «Desde que leí Cien años de soledad -añade Mitterrand- la obra me ha embrujado»".

Gabriel García Márquez había sido devorado por sus perros: de cazador devino en presa y se transformó en aquello que buscaba:

"He aquí pues cómo Acteón, convertido en presa de sus propios canes, perseguido por sus propios pensamientos, corre y "dirige los nuevos pasos" -renovado en cuanto procede divinamente y con mayor ligereza, es decir, con mayor facilidad y con más eficaz vigor- "hacia la espesura", hacia los desiertos, hacia la región de las cosas incomprensibles; de hombre vulgar y común como era, se torna raro y heroico, tiene costumbres y conceptos raros, y lleva una vida extraordinaria. Y en este punto "le dan muerte sus muchos y grandes canes", acabando aquí su vida según el mundo loco, sensual, ciego e ilusorio, y comenzando a vivir intelectualmente; vive la vida de los dioses, nútrese de ambrosía y de néctar se embriaga" (10).

Gabriel García Márquez había sido devorado por la materia de Malcolm Lowry y don Ramón María del Valle-Inclán, por lo cual ya estaba listo para asimilar y transmutar esa materia y transmutarse así mismo... De Malcolm Lowry y don Ramón María del Valle-Inclán se engendra Melquíades y con él, los pergaminos.

SEGUNDO APARTE:
El "nacimiento" de Cien años de soledad


Un día, de finales de 1964 o de principios de 1965, imposible precisar con exactitud, porque ya es territorio del mito, durante un viaje a Acapulco, Gabriel García Márquez, como Pablo de Tarso en el camino de Damasco, fue derribado por la iluminación y la certeza de que, a partir de ese instante ya estaba listo para escribir Cien años de soledad.
Sin desvirtuar el aura del mito, pero descifrando paso a paso la anécdota que cuenta Carlos Fuentes, lo que en realidad ocurrió en ese viaje a Acapulco, fue que Gabriel García Márquez fue presa de una hierofanía: contempló el escenario real que Malcolm Lowry había inmortalizado en Bajo el volcán: Cuernavaca, la ciudad cuyo nombre náhuatl es Quauhnáhuac y que significa: "cerca de las montañas boscosas".
En ese instante, además del "nacimiento" de Cien años de soledad, se originan el mito y la leyenda que Gabriel García Márquez, Mercedes Barcha, su esposa, Carlos Fuentes y Julio Cortázar, inventaron y que, a partir de entonces, han repetido, con algunas variaciones y el que, los biógrafos, han multiplicado hasta la saciedad. Ese es el poder de los mitos y leyendas inventados por geniales fabuladores: crean su propia realidad.

Esta es la versión que Carlos Fuentes contó el 24 de abril de 2007 en el Centro de Convenciones de Cartagena:

"Se ha dicho que en México Kafka sería un escritor costumbrista y en los años sesenta una de las leyes del Castillo determinaba que los extranjeros debían renovar cada seis meses su residencia y hacerlo no en México, sino -amuélense todos- en un consulado mexicano del extranjero. Esto significaba que Gabriel debía viajar dos veces al año para renovar su permiso de residencia -Kafka puro, les digo- y como tanto él como yo pasábamos por una temporada de aguda aerofobia -determinada, en mi caso, por la trágica muerte de Gaitán Durán en la Martinica-, íbamos por carretera a Acapulco, donde Gabo tomaba un vapor inglés de la P. and O. (homenaje sin duda a su admirado Somerset Maugham) y viajaba a Panamá, obtenía la visa y regresaba a México.
Recuerdo estos viajes porque en uno de ellos Gabriel García Márquez se transformó. Lo miré y me asusté. ¿Qué había ocurrido? ¿Nos habíamos estrellado contra un implacable autobús de la línea México-Chilpancingo-Acapulco? ¿Nos habíamos derrumbado por los precipicios del Cañón del Zopilote? ¿Por qué irradiaba una beatitud improbable el rostro de Gabo? ¿Por qué le iluminaba la cabeza un halo propio de un santo? ¿Era culpa de los tacos de cachete y nenepil que comimos en una fonda de Tres Marías?
Nada de esto: sin saberlo, yo había asistido al nacimiento de Cien años de soledad, ese instante de gracia, de iluminación, de acceso espiritual, en que todas las cosas del mundo se ordenan espiritual e intelectualmente y nos ordenan: «Aquí estoy. Así soy. Ahora escríbeme».
Porque en esa época, él y yo fabricábamos guiones de cine, demostrando nuestra verdadera vocación cuando nos deteníamos horas en colocar una coma o en describir el portón de una hacienda. Es decir: nos importaba lo que se leía, no lo que se veía. Por eso, semanas más tarde, echados en la eterna primavera del césped de mi casa en el barrio de San Ángel, Gabo pudo preguntarme:
- Fontacho, ¿qué vamos a hacer? ¿Salvar al cine mexicano o escribir nuestras novelas?
La suerte estaba echada. Yo me fui a Europa por segunda vez".

***

La versión que narra Carlos Fuentes de ese mito y leyenda, sin diferenciarse en los sucesos esenciales de todas las demás versiones, tiene características particulares y singulares que permiten deconstruirlas por su contenido y estructura narrativa hasta lograr desvelar los hechos reales y el verdadero sentido de lo que se oculta tras ese lenguaje hermético con el que, y con deliberada intención, se quiso ocultar las circunstancias y eventos del "nacimiento" de Cien años de soledad y, al mismo tiempo, mitificarlos con el fin de agregarle un halo de "realismo mágico", muy acorde con la misma novela. Ese plan de ocultamiento se explica más adelante.

La estructura narrativa de ese relato está conformada por los siguientes elementos:

En el primero, se relacionan, la absurda y kafkiana obligación legal que tenía que cumplir periódicamente Gabriel García Márquez para renovar su visado de permanencia y permiso para trabajar en México, con el viaje e itinerario que él tenía que realizar cada seis meses.

En el segundo, se recuerda la ocurrencia de uno de esos viajes a Acapulco en compañía de Carlos Fuentes, en el cual Gabriel García Márquez sufre una transformación. Carlos Fuente narra su inquietud por el estado de su amigo, formulando una serie de seis preguntas que, descifradas, desvelan los elementos precisos del tiempo y del lugar del suceso.
Ese viaje también ha sido relatado, con algunas variaciones, por el mismo Gabriel García Márquez y por Mercedes Barcha, esta última lo relata como un paseo familiar en el automóvil Opel de la familia. La identificación de la marca del carro es un dato primordial para la conformación y desvelamiento del mito, como más adelante se explica.

El tercero, desvela el suceso como algo sobrenatural y lo define como el momento en el cual Gabriel García Márquez sintió que ya estaba listo para escribir Cien años de soledad.

El cuarto, contextualiza ese suceso en la época y en las labores que ellos realizaban y la contradicción con aquello que realmente querían y sentían que tenían que hacer.

En el quinto, se anuncia la decisión: Carlos Fuentes regresa a Europa por segunda vez y Gabriel García Márquez se confina a escribir Cien años de soledad.

1. Primer elemento: la situación kafkiana:

En el primer elemento de las situaciones relatadas sobre viaje a Acapulco de Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes, se dividen, a su vez, en tres asuntos:

- La situación kafkiana.
- La renovación de visado y permiso de trabajo.
- El viaje a Acapulco, incluida la referencia a Somerset Maugham.

Como voy a demostrarlo, los tres asuntos están conectados y en correspondencia directa, con dos viajes y las situaciones ocurridas en ellos a Malcolm Lowry, el primero, en 1937, a Oaxaca y, el segundo, entre noviembre de 1945 y mayo de 1946, a Acapulco.

1.1. Primer Asunto.

La referencia a Kafka corresponde a una carta escrita por Malcolm Lowry en Oaxaca, en 1937, traducida al español y publicada en 1964 en México, la cual estaba dirigida a John Davenport y en la cual escribió esta frase:

"Es la perfecta situación kafkiana" (11).

1.2. Segundo y tercer asuntos: renovación del visado, viaje a Acapulco y Somerset Maugham:

Los buenos lectores de Malcolm Lowry, además de su culto por Bajo el volcán, conocen la intimidad de sus cartas a Jonathan Cape y a Ronald Paulton, así que para ellos será intrigante comprobar que la misma situación relatada por Carlos Fuentes sobre la renovación del visado y del permiso de trabajo y el viaje a Acapulco con Gabriel García Márquez, es la misma que había sido narrada por Malcolm Lowry en su carta a Ronald Paulton, igualmente, traducida al español y publicada en México, en 1964:

"Llegué por primera vez a México en noviembre de 1936, desembarcando en el puerto de Acapulco. A comienzos de la primavera de 1938 regresé nuevamente a Acapulco. Como en aquella época mi condición legal era de "rentista" y ya había obtenido una ampliación del visado original, tarjeta de turista o lo que fuera, pedí una prórroga y mal aconsejado, según creo recordar, de que debía obtenerla ahí, por ser el puerto de ingreso original en el país y también porque pensaba embarcarme en un barco de la Panamá Pacific Line, me dirigí a Acapulco. Solicité esa prórroga..." (12).

En cuanto a la referencia: "homenaje sin duda a su admirado Somerset Maugham", en el paréntesis que hace Carlos Fuentes, esta tiene su origen y correspondencia con una escena de Bajo el volcán:

En su biografía de Malcolm Lowry, Douglas Day, al hacer la descripción del capítulo VII de la segunda versión, cuando el personaje de Yvonne todavía recibía el nombre de Priscilla, escribe lo siguiente:

"En la pared más cercana a la calle hay una inscripción en dorado: "No se puede vivir sin amar". Las palabras son de Fray Luis de León: el poeta-sacerdote ascético español del siglo XVI que fuera condenado por la Inquisición por traducir al español el Cantar de los Cantares; pero el Cónsul sostiene que alguien que gustaba de Somerset Maugham debía de haber hecho aquella inscripción en la pared de Laruelle. Allí había dormido Priscilla con Laruelle, y el Cónsul, recordándolo, se vuelve bastante brusco" (13).

De esta escena se conservan en la versión final de Bajo el volcán, entre otras, dos menciones de notoria ambigüedad. La una:

"- No se puede vivir sin amar -dijo M. Laruelle-, como ese "estúpido" inscribió en mi casa" (BV: cap. I, p. 26).

La otra:

"No se puede vivir sin amar", eran las palabras escritas en la casa" (BV: cap. VII, p. 242).

***

2. Segundo elemento: Las seis preguntas:


En este punto se hacen las conexiones y correspondencias del segundo asunto: el viaje y la transformación de Gabriel García Márquez, con las seis preguntas que se hace Carlos Fuentes. Con ello y con ellas se establecen y resuelven las conexiones del relato de Carlos Fuentes con motivos y situaciones tomadas de Bajo el volcán, así como el tiempo y el lugar de la ocurrencia del suceso:

2. 1. El recuerdo del viaje que hace Carlos Fuentes, se corresponde con un viaje que también se recuerda en Bajo el volcán en los capítulos I y III:

"[Laruelle] recordó aquel viaje en auto con Yvonne y el Cónsul a lo largo del lecho del lago, antaño cráter de un inmenso volcán, y nuevamente contempló un horizonte desvanecido en el polvo, los autobuses que zumbaban en medio de las tolvaneras" (BV: cap. I, p. 31).

En el recuerdo de ese viaje en el capítulo III de Bajo el volcán, se encuentra el dato que, en el mito del "nacimiento" de Cien años de soledad, se refiere a la marca del carro del paseo familiar, así como a la identificación precisa del sitio de ese viaje a Acapulco en el cual el mito se sucede, este dato se explica más adelante:

"Bajando por las curvas de Tres Marías en el Plymouth, viendo allá abajo en la lejanía la ciudad entre la bruma, y luego la ciudad misma, los hitos, tu alma pasó arrastrándose junto a ellos como si pendiera de la cola de algún caballo desbocado- cuando volviste aquí " (BV: cap. III, p. 113).

2. 2. Las siguientes dos preguntas de Carlos Fuentes sobre la transformación de Gabriel García Márquez:

"¿Por qué irradiaba una beatitud improbable el rostro de Gabo? ¿Por qué le iluminaba la cabeza un halo propio de un santo?".

Las respuestas las ofrece Malcolm Lowry en el viaje a Tomalín del capítulo VIII, de Bajo el volcán:

"En sus labios iba y venía una tenue y tranquila sonrisa que de cuando en cuando se paseaba con movimiento imperceptible como si, a pesar de los tumbos, el bamboleo y las sacudidas que sin interrupción impelían a unos contra otros, estuviese resolviendo un problema de ajedrez o recitando algo para sí" (BV: cap. VIII, pp. 271-272.).

2. 3. Las preguntas sobre las posibles causas de ese estado de Gabriel García Márquez:

"Lo miré y me asusté. ¿Qué había ocurrido? ¿Nos habíamos estrellado contra un implacable autobús de la línea México-Chilpancingo-Acapulco?".

Las responde Malcolm Lowry:

"Autobuses de extraños nombres -procesión proveniente de caminos vecinales- rozándoles avanzaban en dirección contraria" (BV: cap. VIII, p. 274).

2. 4. La pregunta que Carlos Fuentes se hace y que es la más hermética y con mayores significados:
"¿Nos habíamos derrumbado por los precipicios del Cañón del Zopilote?".

La respuesta de Malcolm Lowry se divide en dos partes. La primera que explica lo de los precipicios:

"A la derecha se habría un abismo sin parapeto" (BV: cap. VIII, p. 287).

La segunda, que explica lo del "Cañón del Zopilote", corresponde a los zopilotes del párrafo con el cual se cierra el capítulo VIII de Bajo el volcán:

"Incluso aquellos, pensó Hugh, que sin esfuerzo flotaban, elegantes, en el cielo azul por encima de sus cabezas: los buitres, "zopilotes", que sólo esperan la ratificación de la muerte" (BV: cap. VIII, p. 288).

Estos zopilotes contribuyen todavía más a la interpretación y a los significados de aquello que se oculta tras las palabras de Carlos Fuentes.
En su carta a Jonathan Cape, Malcolm Lowry lo desvela cuando explica el capítulo I:

"Laruelle quema la carta del Cónsul y ese acto está balanceado poéticamente por el vuelo de los zopilotes ("como papel quemado que flota sobre una hoguera") al final del capítulo III y también por el incendio del manuscrito del Cónsul en el sueño agonizante de Yvonne en el capítulo XI" (14).

En el capítulo III de Bajo el volcán:

"También a enorme altura, advirtió que algunos buitres más gráciles que las águilas, aguardaban flotando en lo alto como los papeles quemados que escapan de una hoguera y a los que de pronto se ve volar, meciéndose, hacia arriba.
La sombra de un inmenso hastío se cernió sobre él... El cónsul se sumió con estrépito en el sueño" (BV: cap. III, p. 118).

Y, en el capítulo XI, es el sueño agonizante de Yvonne y el incendio del manuscrito de El Cónsul (¿Será una referencia a la destrucción del manuscrito de El otoño del patriarca?):

"Y abandonando el ardiente sueño, Yvonne se sintió arrebatada hacia las alturas y transportada a las estrellas, en medio de un torbellino de astros que se esparcían en lo alto en círculos cada vez mayores, como ondas en el agua, entre los cuales ahora aparecían, como una grey de aves diamantinas que volasen resueltas y con suavidad hacia Orión, las Pléyades..." (BV: cap. XI, p. 374).

Y, más adelante, también en la carta a Jonathan Cape:

"En cuanto a los "zopilotes, los buitres, añadiría que son mucho más que aves de cartón: en este lugar son una realidad; uno de ellos, por cierto, me observa mientras escribo y su mirada nada tiene de placentero: revolotean a lo largo de todo el libro y en el capítulo IX se convierten en un arquetipo, como el águila de Prometeo" (15).

Un zopilote (¿el aprendiz de hechicero; Gabriel García Márquez?) mira mientras Malcolm Lowry escribe Bajo el volcán y continúa revoloteando por todas sus páginas para de allí salir transformado en "el águila de Prometeo", el escritor que le robó el fuego a los dioses y el poder a la escritura.

2. 5. La pregunta, cuya respuesta localiza exactamente el lugar en el cual se suceden los eventos del mito y la leyenda del "nacimiento" de Cien años de soledad, como se anunció atrás, es:

"¿Era culpa de los tacos de cachete y nenepil que comimos en una fonda de Tres Marías?".

En la cita anterior de Bajo el volcán, ya se había dicho que ese viaje transcurría "bajando por las curvas de Tres Marías". Pues bien, Tres Marías es un pequeño pueblo que se encuentra unos pocos kilómetros antes de Cuernavaca, cuando se viaja por carretera de Ciudad de México hacia Acapulco.
Aquí, en Cuernavaca se cierra el círculo hermético mediante el cual Carlos Fuentes revela las conexiones del "nacimiento" y la escritura de Cien años de soledad con Malcolm Lowry y su novela Bajo el volcán:

¡Cuernavaca! Pero, ¿por qué Cuernavaca? y ¿qué tiene que ver Cuernavaca con toda esta historia?
La historia es breve, así no sea nada sencilla en sus causas y consecuencias:

Malcolm Lowry escribió durante su permanencia en Cuernavaca, en 1937, un primer cuento titulado: Bajo el volcán, publicado en español en 1964, el cual dio origen a la primera versión de la novela, también empezada a escribir allí mismo. Igualmente, en esa célebre ciudad mexicana es donde se inspiran buena parte del ámbito y de los escenarios del cuento y de la novela.
Para Malcolm Lowry, Cuernavaca tuvo extraordinarios significados tanto existenciales como artísticos. Varios de los motivos y lugares importantes de la novela son tomados del paisaje de la ciudad, los cuales era posible mirar desde aquella primera casa que habitó Lowry en esa ciudad durante su permanencia de 1937, tal y como lo describe Douglas Day en su biografía de Malcolm Lowry:

"[...] Más allá del hotel, al norte, estaba la gran "Selva" que en tiempos de los aztecas había recibido el nombre de Cuernavaca (el nombre náhuatl de la población era Quauhnáhuac) [...] Los alrededores eran espectaculares, aunque la casa no lo fuera; y el terreno era propicio para Lowry, el eterno simbolista: era como un palacio en ruinas sobre la superficie de la tierra, las mágicas montañas a lo lejos, alzándose como el Monte del Purgatorio hacia el cielo, y a los pies, aparentemente sin fondo y efectivamente feculento, el abismo [...] Pero si Lowry había estado buscando el bosque de símbolos de Baudelaire, con sus innumerables correspondencias, jamás podría haber encontrado un lugar más apropiado que Cuernavaca. Empezó a escribir casi de inmediato".
"En cosa de unas semanas había terminado ya un cuento que decidió llamar Bajo el volcán. Estaba dividido en tres partes iguales y tenía cerca de 7.000 palabras" (16).

La misma visión y el mismo efecto que se trasponen en Gabriel García Márquez.

Pero todavía más. La sugerencia y el permiso que autorizaron a Gabriel García Márquez para hacer esta trasposición, se encuentran en la semblanza biográfica sobre Malcolm Lowry, de Conrad Knickerbocker, también publicada en español en 1964:

"Y Lowry se recreaba en decirle a Aiken que nunca volvería a ser exactamente él mismo después de conocerle: "Eres una nación invadida". ¿Cómo iba a saber Aiken, en adelante, lo que era de él y lo que era de Lowry? La literatura hacía imposible que pudiesen seguir de aquella manera. Rivalizando por la frase justa, por la justa profundización, todo lo humano que había en su relación quedaba artificialmente congelado y desorbitado. El escritor que había en ambos sobrecargaba su relación con el mero peso de las palabras y de su análisis, de sus supuestos e introspecciones. Tanto así que Aiken reconoce en su autobiografía Ushant:
"Todos los ángulos habían sido estudiados en espejos, cada uno con su ojo particular; cada uno con un ojo puesto a ver quién lo utilizaba primero" (17).

Trasposición que también es relatada por Carlos Fuentes en el tercer aparte de su discurso, al hacer referencia y citar la carta en la que Gabriel García Márquez le expresa las agonías y los éxtasis de su escritura:

"Angustias y alegrías: «Jamás he trabajado en soledad comparable -me dice-, no siento más punto de referencia que, quizás, Rabelais, sufro como un condenado poniendo a raya la retórica, buscando tanto las leyes como los límites de lo arbitrario, sorprendiendo a la poesía cuando la poesía se distrae, peleándome con las palabras. A veces -me escribe Gabriel- me asalta el pánico de no haber dicho nada a lo largo de quinientas páginas; a veces, quisiera seguir escribiendo el libro el resto de mi vida, en cien volúmenes, para no tener más vida que esta...». «Para no tener más vida que esta»".

Las luchas de Malcolm Lowry con su escritura de Bajo el volcán, relatadas por Conrad Knickerbocker, se corresponden con las de Gabriel García Márquez en sus cartas. ¿Será allí que también nace lo del duro y arduo trabajo, un mito que bien puede ser en buena parte cierto?:

"A veces le resultaba tan difícil la escritura que llegaba a gemir en voz alta, pero seguía avanzando, escribiendo casi siempre con letra grande sobre cualquier cosa que tuviese a mano: sobres viejos, blocs, al dorso de otros manuscritos, e incluso en las "cartas" de los restaurantes. Cuando se estancaba en alguno de sus proyectos pasaba a otro: "como un xilofonista", comentaba su esposa. Con frecuencia llegaba a reunir hasta veinte versiones diferentes de una misma frase, o de un párrafo, y, a veces, de un capítulo entero que surgía de improviso, terminando por aturdir a Margerie de tanto hacérselo pasar a máquina. Luego, le pedía que escribiese su propia versión, a la que llamaba "Margerie-version" y, a partir de ahí, volvía a empezar de nuevo. En otros períodos posteriores, en que también bebió mucho, por lo menos tomaba notas. A la postre, el éxito, el alcohol, y hasta su amada playa de Dollarton le fallaron, pero su trabajo jamás" (18).

Pero este es un asunto más complejo y necesita de otro tratamiento.

3. Tercer elemento: el "nacimiento" de Cien años de soledad:

Así lo relata Carlos Fuentes:

"Nada de esto: sin saberlo, yo había asistido al nacimiento de Cien años de soledad, ese instante de gracia, de iluminación, de acceso espiritual, en que todas las cosas del mundo se ordenan espiritual e intelectualmente y nos ordenan: «Aquí estoy. Así soy. Ahora escríbeme»".

En Cuernavaca, Gabriel García Márquez había ingresado y contemplado el dantesco territorio, Infierno, Purgatorio y Paraíso, de Malcolm Lowry, se había montado en aquella "máquina infernal", la rueda que gira hacia atrás en el tiempo y, bajo el fáustico influjo de los sueños y pesadillas alcohólicas de El Cónsul, supo que había llegado su hora.
Dicen que en el último instante, quien va a morir, contempla toda su existencia pasada. El momento de la muerte de El Cónsul pudo ser el mismo instante de iluminación en el que Gabriel García Márquez contempló los pergaminos de Malcolm Lowry, "ese" su Melquíades y la historia de Macondo y de los Buendía se ordenaron espiritual e intelectualmente, para que en ese instante se produjera el "nacimiento" de Cien años de soledad:

"El relámpago brilló como una oruga que bajase por el cielo y, tambaleándose, El Cónsul vio arriba por un momento la silueta del Popocatépetl coronado de nieve color esmeralda y bañado de luz" (BV: cap. XII, p. 412).

Correspondencia o no, es una buena imagen de las tantas de Bajo el volcán que pueden utilizarse para ilustrar ese instante.

4. Cuarto y quinto elementos: el ambiente en México y las decisiones de Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez:

Estos dos elementos no son significativos para el presente análisis, puesto que los hechos biográficos de Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez han sido ampliamente tratados. Lo cierto es que para ese momento, ambos estaban saturados y frustrados con sus trabajos cinematográficos y, dadas las circunstancias, lo que decidieron ya hace parte de la historia conocida.

TERCER APARTE:
El viaje a Europa y la escritura de Cien años de soledad


Lo que no hace parte de la historia conocida es que, Carlos Fuentes, al hacer el relato de los eventos sucedidos, al tomar las decisiones que tomaron, expone las claves para descifrar el plan que ellos fabularon para mitificar el "nacimiento" y escritura de Cien años de soledad.
Ese plan y los antecedentes a partir de los cuales se inspira el "realismo mágico", así como la intervención de Julio Cortázar, es lo que Carlos Fuentes explica, de manera hermética, en la tercera parte del discurso.

Para deconstruirlo, lo divido en los siguientes puntos:

1. La creación del mito y leyenda del "nacimiento" de Cien años de soledad.
2. Sugerir que la verdadera historia de esos eventos y los que le siguieron se encuentran resguardados en la correspondencia que Gabriel García Márquez, Mercedes Barcha y Carlos Fuentes, intercambiaron mientras duró la escritura de Cien años de soledad.
3. Los antecedentes que dieron origen al "realismo mágico", según Carlos Fuentes.
4. Y, mostrar que Julio Cortázar también tuvo su participación en la paternidad del mito.

***

1. La creación del mito y leyenda del "nacimiento" de Cien años de soledad:

El primer punto que es necesario analizar en el relato es aquel en el que Carlos Fuentes cuenta lo qué hizo al momento de su regreso a Europa en 1966:

"Yo regresé a Europa en 1966 y me instalé en un palazzo veneciano para ver qué se sentía al ser Henry James, aunque sin esperanzas de emularlo. Fue una temporada de intenso intercambio epistolar con los amigos, en aquella época anterior -muy anterior- al fax, al e-mail. Gracias a ello, conservo un maravilloso correo con Gabo en los momentos de la redacción de Cien años de soledad".

Aquí se apuntan dos situaciones complementarias. Con la primera se señala el origen de la idea con la cual se realiza el libreto para ocultar y mitificar el "nacimiento" de Cien años de soledad. La segunda, señala que, en la correspondencia intercambiada por ellos durante la escritura de la novela, se encuentra consignada la verdadera historia de lo que sucedió.
Es evidente que esas dos referencias unidas, además de parecer extrañas en el conjunto del texto del discurso, tienen que señalar un asunto y un evento específicos.

Empiezo por analizar y explicar la primera situación:

¿Qué significan el palazzo veneciano y Henry James?

Ese asunto y ese evento específicos son: El asunto: la novela de Henry James, Los papeles de Aspern. El evento: la utilización de la trama de esa novela para fabular el mito del "nacimiento" de Cien años de soledad, como voy a explicarlo.
Como es bien conocido, las últimas obras de Henry James, Los papeles de Aspern, entre ellas, se caracterizan por sus relatos complejos, en los cuales se revelan oblicuamente los motivos y conducta de sus personajes por medio de sus conversaciones y a través de las observaciones minuciosas que se hacen entre sí, en medio de un suspenso creciente y un misterio que nunca termina por desvelarse.
La historia y la trama que se relata en Los papeles de Aspern, es la base perfecta a partir de la cual desarrollar el mito que querían inventar Gabriel García Márquez, Mercedes Barcha, Carlos Fuentes y Julio Cortázar para el "nacimiento" de Cien años de soledad. Esta es la trama de la novela de Henry James:

En un viejo palazzo veneciano, que sirve de escenario romántico a la historia , tres caracteres se enfrentan por el legado de Jeffrey Aspern (¿se podría transponer por las cartas de Geoffrey Firmin, el Cónsul?), famoso poeta inglés: un editor apasionado en busca de los "papeles" de su autor favorito, una astuta mujer centenaria que fue amante del poeta y guarda celosamente esos "papeles" (¿Margerie Bonner-Lowry, la viuda?), y la estúpida e ingenua sobrina, que se convierte en el eje de la lucha sorda y tensa entre el editor y la anciana. Toda la narración está envuelta en misterio, casi que suspenso, que deja al lector asombrado y que confirma la teoría de James de que:

"[ ] toda historia, para ser buena, debería ser a la vez un retrato y una idea".

Pero más extraño todavía, es que la sola lectura del primer párrafo de la novela de Henry James, ya sugiere quien fue la autora de la idea de inventar ese mito: Mercedes Barcha.

Primer párrafo de Los papeles de Aspern:

"La única idea fecunda en todo el asunto surgió de los labios amigos de mistress Prest, a la cual había confiado el secreto. Ella fue quien urdió la estratagema y aflojó el nudo gordiano. En las mujeres no suele suponerse el don de elevarse a una visión amplia de un problema cualquiera. Sin embargo, desarrollan a veces con singular serenidad planes tan audaces como pudiera concebirlos un hombre" (19).

De esta manera se explican los dos asuntos específicos que relata Carlos Fuentes en ese párrafo de su discurso. La idea de ocultar y mitificar el "nacimiento" de Cien años de soledad, la cual, a su vez, fue de Mercedes Barcha. Y, la razón por la cual la correspondencia que intercambiarían entre ellos se mantendría reservada y en secreto por el tiempo que ellos consideraron suficiente para avivar la llama de la curiosidad de los biógrafos y estudiosos.
El mito había sido fabulado por maestros: Henry James, Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes y Julio Cortázar.

2. Sugerir que la verdadera historia de esos eventos y los que le siguieron se encuentran resguardados en la correspondencia que Gabriel García Márquez, Mercedes Barcha y Carlos Fuentes, intercambiaron mientras duró la escritura de Cien años de soledad.

Esa correspondencia se encuentra reservada en los archivos de la Universidad de Princeton, Estados Unidos, hasta el 2015, razón por la cual y hasta tanto no se permita su lectura pública, todo lo que se pueda decir sobre su contenido es mera abducción, lo que para el caso, no es pertinente aquí y ahora.

3. Desvelar los antecedentes que dieron origen al "realismo mágico".

La historia que relata Carlos Fuentes es transparente y no oculta nada de lo que la historia oficial del "boom" de la literatura latinoamericana no haya ya explicado sobre el origen y fundamentos del "realismo mágico".

A manera de cronología, la historia se origina, tal y como lo relata Carlos Fuentes:

"Con razón, hacia 1930, tres jóvenes escritores latinoamericanos -Miguel Ángel Asturias, Arturo Uslar Pietri y Alejo Carpentier- se detuvieron un rato en el Pont des Arts sobre el Sena y decidieron echar al río el surrealismo francés, innecesario -proclamaron- en una Iberoamérica donde abundaba «lo real maravilloso»".

A esto, Carlos Fuentes apunta que, a partir de ello, los fundamentos del "realismo mágico" se establecen con la interpretación que hacen del surrealismo español: Carlos Fuentes, Octavio Paz, Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo y, por supuesto, Gabriel García Márquez, en su estancia europea de 1957. A ello habría que agregar, las experiencias surrealistas aportadas por Luis Buñuel, en México.
A manera de hipótesis descabellada y en congruencia con todo lo dicho, se debe añadir el "surrealismo onírico y alcohólico", de Malcolm Lowry.

4. Y, mostrar que Julio Cortázar también tuvo su papel en la paternidad de este mito.

Carlos Fuentes en su discurso, se refiere a Julio Cortázar como

"[...] a nuestro grande y común amigo".

La amistad de Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez con Julio Cortázar, además de cercana y anterior, compartía la confianza, las ideas literarias por una nueva literatura latinoamericana y, por supuesto, el apoyo a la Revolución Cubana. Esto hace parte de sus biografías.
Así que no es de extrañar y que no hace parte de sus biografías, es que en alguno de los viajes de Julio Cortázar a Cuba, entre 1964 y 1965, en los que, obligadamente, tenía que hacer escala y trasbordo en México, se reunieran los tres amigos y entre los temas de conversación, además de las teorías literarias que menciona Carlos Fuentes en la carta que cita, se hablara de la vida y la obra de Malcolm Lowry, que por aquella época interesaba a Gabriel García Márquez y a Carlos Fuentes y que, con casi plena seguridad, había interesado a Julio Cortázar para su novela Los premios, publicada en 1960, así como de las formas como se podría mitificar el origen de una obra de arte.
Hay que recordar que el nombre del barco en el que se desarrolla la trama de Los premios, es Malcolm y que no es ninguna coincidencia que sea un homenaje a la vida y obra de Malcolm Lowry. Se me ocurre pensar en la novela Ultramarina. Así que no es de extrañar que los tres amigos compartieran un interés común por las ideas de lectura, escritura e intriga, en el mito del "nacimiento" y escritura de Cien años de soledad.
A lo anterior, habría que agregar que es bastante posible que el Rabelais con el que se relaciona a Cien años de soledad, sea ese gigantón, parecido a los gigantes Gargantúa y Pantagruel, que es Julio Cortázar, ya habitante natural de la Francia rabelesiana.
Así como tampoco sea de extrañar que ese párrafo de la carta a Julio Cortázar en el que se habla de una nueva lectura de los pergaminos de Melquíades, sea un homenaje hermético a Malcolm Lowry:

"Pero en algún rincón debe haber un Aureliano con su cruz de cenizas en la frente que venga a protestar contra la crónica del biznieto del coronel Gerineldo Márquez, corrija los inevitables errores y proponga una nueva lectura, radical e inédita, de los pergaminos de Melquíades. Un día, querido Julio, me hablaste de la novela como mutación. Eso es Cien años de soledad: una generación y una re-generación infinita de las figuras que nos propone el autor, mago iniciático de un exorcismo sin fin".

Bien se puede interpretar que los pergaminos de Melquíades sean, en realidad, Bajo el volcán, la vida y la obra de Malcolm Lowry y don Ramón María del Valle-Inclán, así como que esa genética de mutaciones literarias, sea una sugerencia a los futuros escritores para que engendren sus obras a partir de aquel mago y alquimista y del nuevo "mago iniciático de un exorcismo sin fin". Así como también un homenaje al propio Julio Cortázar, mago por derecho propio y maestro a imitar:

"Y qué sentimiento de que cada gran novela latinoamericana nos libera un poco, nos permite delimitar en la exaltación nuestro propio territorio, profundizar la creación de la lengua con la conciencia fraternal de que otros escritores en castellano están completando tu propia visión, dialogando contigo.
Dialogando con nosotros".

CUARTO APARTE:
Trasposición de Malcolm Lowry en Melquíades y otros motivos


Por todo lo dicho, no me cabe duda de que el personaje de Melquíades es una trasposición del nombre de Malcolm Lowry y un homenaje -el mejor- que Gabriel García Márquez pudo hacerle al escritor, la vida y la obra que lo "iluminaron" e hicieron que contemplara sus Cien años de soledad, como lo relató Carlos Fuentes:

"[...] ese instante de gracia, de iluminación, de acceso espiritual, en que todas las cosas del mundo se ordenan espiritual e intelectualmente y nos ordenan: «Aquí estoy. Así soy. Ahora escríbeme»".

Ese Melquíades / Malcolm, aparece con total correspondencia en la descripción que hace Gabriel García Márquez de Melquíades en Cien años de soledad:

"Aquel ser prodigioso que decía poseer las claves de Nostradamus, era un hombre lúgubre, envuelto en un aura triste, con una mirada asiática que parecía conocer el otro lado de las cosas. Usaba un sombrero grande y negro, como las alas extendidas de un cuervo, y un chaleco de terciopelo patinado por el verdín de los siglos". (CAS: p. 105) (20).

Por asombroso que pueda parecer, esa descripción se corresponde con exactitud con los rasgos y los ojos de Malcolm Lowry en cualquiera de sus fotografías. Una sola mirada mostrará que son como dos gotas de agua, en particular, los ojos rasgados, asiáticos, de Malcolm Lowry, tal y como lo he destacado, con cursivas, subrayado y negrillas, en el texto citado en el que se describe a Melquíades en Cien años de soledad (ver fotografía adjunta).



Para acabar de ajustar el retrato, son de sobra conocidos los motivos alquímicos, cabalísticos, esotéricos herméticos, etc., que Malcolm Lowry utilizó para la escritura de Bajo el volcán.
Claro está que la genealogía de Melquíades es todavía más extensa y profunda, con raíces genealógicas que ya eran ricas en don Miguel de Cervantes y su Don Quijote de la Mancha; alquímicas y aventureras en Alejandro Dumas, padre; misteriosas e incestuosas en Edgar Allan Poe y de esperpentos y fantoches con don Ramón María del Valle-Inclán, como lo expongo con mayor amplitud en mi texto: Una genealogía parcial para Melquíades (21).

Toda genealogía de Melquíades es necesario conectarla con dos antecesores primordiales: Cide Hamete Benengeli y Sheherezade, quienes contribuyeron a engendrar en la mente de don Miguel de Cervantes Saavedra su Don Quijote de la Mancha, porque, según el mismo don Quijote, fue Cide Hamete Benengeli el que escribiera los "pergaminos" originales de su novela y Sheherezade, la inspiración de su imaginación.
Dos personajes imaginarios se sitúan en el origen de la novela que es “la madre” de todas las novelas, en una historia tan fantástica como ella:

Un preso, poco común, sueña que su azarosa existencia se transforma, por el arte de su escritura, de su imaginación y de su ingenio, en las aventuras y desventuras de un noble y anacrónico caballero que va libre por los caminos de España, "Yo soy el valeroso don Quijote de la Mancha, el desfacedor de agravios y sinrazones" (22), y a merecer el sublime amor cortes, ya en desuso, de su amada ideal. Y la va escribiendo, como si se tratara "de un "raro inventor" (23) de la misma calaña que Sheherezade" (24), para contárselas, en charlas nocturnas o 'asmâr', a sus hermanos de infortunio como si él fuera un narrador profesional morisco, 'qass', de los que conoció en los cinco años de su secuestro en Argel y en sus correrías por la clandestinidad nocturna de los moriscos a quienes se persigue a muerte, por lo que se ocultan para preservar sus tradiciones.
Una historia tan morisca que el autor corre el riesgo de ir a parar a las hogueras inquisitoriales. Razón de más para que al inicio de la segunda parte de la novela, diez años después, sea el mismo don Quijote, presa del terror, quien denuncie la suplantación por parte del cronista árabe Cide Hamete Benengeli.

Porque, como lo escribe Luce López-Baralt:

"Cuando el bachiller Sansón Carrasco trae de Salamanca la inaudita noticia de la publicación de la historia de Don Quijote de la Mancha, cunde inmediatamente el pánico entre los personajes historiados. Sancho se hace cruces de que el autor haya podido conocer los más íntimos detalles de lo que él y su célebre amo Don Quijote pasaron a solas. Don Quijote, por su parte, queda suspenso y promete no comer bocado hasta dilucidar el enigma de saberse de súbito hijo de la pluma de un escritor que es capaz de violar no sólo el espacio íntimo de su conciencia, sino el tiempo: aún no estaba enjuta la sangre de sus enemigos en la cuchilla de su espada, y ya querían hacerle creer que anduviesen en estampa sus altas caballerías.
No cabe duda de que estrenar inesperadamente una nueva identidad de papel y tinta, cuando hemos creído ser de carne y hueso, es una de las sorpresas ontológicas más graves que pueden acontecer a nadie. Lo vio con ominosa lucidez Jorge Luis Borges cuando homenajeó solapadamente a Cervantes en Las ruinas circulares: su protagonista descubre que no sucumbía ante las llamas porque era un ente de ficción, el sueño de un escritor ignoto. Pero es que el vertiginoso dilema existencial de Don Quijote y Sancho tiene una dimensión adicional de peligro: no los ha historiado un autor cualquiera. Han caído en las manos de un cronista árabe. Al oír el nombre de su "autor", que Sancho trastrueca por "Cide Hamete Berenjena", el anacrónico caballero manchego reconoce el linaje de quien le ha arrebatado el ser para instalarlo en una nueva dimensión existencial: "Ese nombre es de moro". La prosapia agarena lo explica todo, ya que para Don Quijote los árabes son "embelecadores, falsarios y quimeristas". (Es decir, magníficos escritores de ficción). El Caballero de la Triste Figura lleva razón cuando asegura que sólo un sabio encantador puede violar el espacio de las conciencias y abolir el tiempo. Está, pues, en las manos peligrosas de un "raro inventor" de la misma calaña Sheherezade, y nuestro soñador manchego tiene por seguro que la crónica de su vida habrá de ser delirante" (25).

Cide Hamete Benengeli, otro digno antecesor para Melquíades.
Y, por supuesto, también Melquíades es don Ramón María del Valle-Inclán:

"Un gitano corpulento, de barba montaraz y manos de gorrión, que se presentó con el nombre de Melquíades" (CAS: p. 9).

Basta observar la barba y las manos de don Ramón María en sus fotografías para darse cuenta que, esa "barba montaraz" y esas "manos de gorrión", son las suyas.
Pero, ya en clave de enigma y parodia, ese gitano no está muy lejano en Tirano Banderas, porque allí existe un personaje que si le ajusta en motivos, figura y moda a Melquíades: el Doctor Polaco:

"El Doctor Polaco, alto, patilludo, gran frente, melena de sabio, vestía de fraque con dos bandas al pecho y una roseta en la solapa" (TB, Libro segundo: La terraza del club, III, p. 207).
Eso no es todo. Hay otros detalles de Melquíades que también pertenecen a don Ramón María del Valle-Inclán. Como ya dije atrás, sus obras de teatro y novelas están conectadas con la escritura de Cien años de Soledad, en particular Tirano Banderas, que está llena de referencias a asuntos esotéricos, herméticos, espiritistas, mágicos y hasta alquímicos y, por supuesto, su personaje esperpéntico y fantoche: ese mismo Doctor Polanco, a través del cual se establece otra conexión asombrosa:

"¡Estamos en un folletín de Alejandro Dumas! Ese Doctor , que magnetiza y desenvuelve la visión profética en las niñas de los congales, es un descendiente venido a menos de José Balsamo. ¿Se recuerdan ustedes la novela? Un folletín muy interesante. ¡Lo estamos viendo! ¡El Licenciadito Veguillas, observen no más, émulo del genial mulato" (TB, VII, Libro tercero, pp. 204-205).

Con José Balsamo o Conde Alessandro di Cagliostro (26), curandero, mago, alquimista, entre otras cosas y quien, ya como personaje de folletín, pretende provocar una revolución social con su poderes, entramos en los territorios de Alejandro Dumas y el folletín: Joseph Balsamo: Mémoires d'un médecin, del que habla Don Santos Banderas, Tirano Banderas (27), así como con otros de sus folletines, porque, Alejandro Dumas, padre, "el genial mulato", también hizo su fundamental aporte a la figura y motivo de Melquíades.
Por supuesto, ese asunto de la política y la revolución social es ya territorio para el galimatías de interpretación de los discursos narrativos y multiculturales posmodernos, muy interesantes, pero que no es lo mío.

También es necesario contar con ese cuervo: Edgar Allan Poe, que escribió un pergamino titulado: El hundimiento de la casa de Usher, en el que también se profetizaba, en parte, la historia de la familia Buendía, el incesto y el hundimiento de Macondo... al cabo de Cien años de soledad.
Para mayores asombros, los motivos de don Ramón María del Valle-Inclán, volverán a aparecer, "muchos años después", en Del amor y otros demonios.

En Tirano Banderas aparece un nombre por única vez en toda la novela:

- ¡Abrenuncio! ¡Qué voz de corneja sacaste! Veguillas, tú, vista la hora final, ¿confesarías como cristiano?" (TB, p. 72) (28).

¿Qué relación podrá tener con el Abrenuncio de Sa Pereira Cao, de Gabriel García Márquez en Del amor y otros demonios?:

"El marqués hizo detener el coche, y sólo cuando el hombre se puso de pie reconoció al licenciado Abrenuncio de Sa Pereira Cao, el médico más notable y controvertido de la ciudad. Era idéntico al rey de bastos. Llevaba un sombrero de alas grandes para el sol, botas de montar, y la capa negra de los libertos letrados. Saludó al marqués con una ceremonia poco usual".

Sombreros y apariencias que ya, antes, habían aparecido en El amor en los tiempos del cólera:

"Florentino Ariza con la levita, el sombrero de tinieblas, los botines charolados y el lazo de poeta en el cuello, y un libro para entretenerse en la travesía hasta las islas".

¿Muchas conexiones y referencias entre todos esos dueños de barba, sombreros, chalecos, capas, etc.? ¿Coincidencias? ¡No lo creo!
En fin, tema para otros asuntos.

Otras trasposiciones

Como las anteriores, son muchas otras las trasposiciones que Gabriel García Márquez hace en Cien años de soledad, de motivos de Bajo el volcán, así como de la vida de Malcolm Lowry.
Tal el caso y para mencionar sólo dos de los más célebres y conocidos: las mujeres que se elevan, las cuales no han sido extrañas ni en la mitología ni en la literatura. Y la invasión de las mariposas, un motivo nada común en la mitología o en la literatura.

1) Las mujeres que se elevan:

Para Malcolm Lowry, la Yvonne que, en Bajo el volcán, es arrebatada hacia las estrellas, fue traspuesta de la Margarita de Fausto, como el mismo lo explica en su carta a Jonathan Cape y cuya narración aparece al final del capítulo XI:

"Las visiones de Yvonne en su agonía se asocian con sus primeros pensamientos a comienzos del capítulo II y también del XI, pero el final del capítulo prácticamente rebasa los límites del libro. Yvonne imagina ascender a las estrellas: una idea parecida aparece al final del libro de Julien Green, pero mi noción proviene directamente del Fausto, donde Margarita asciende al cielo en poleas, mientras el diablo persigue a Fausto hasta el infierno. Yvonne imagina que viaja directamente, a través de las estrellas, a las Pléyades, en tanto que el Cónsul simultánea e incidentalmente se derrumba en los abismos" (29).

Esa parte de la escena del capítulo XI, de Bajo el volcán, es la siguiente:

"Y abandonando el ardiente sueño, Yvonne se sintió arrebatada hacia las alturas y transportada a las estrellas, en medio de un torbellino de astros que se esparcían en lo alto en círculos cada vez mayores, como ondas en el agua, entre los cuales ahora aparecían, como una grey de aves diamantinas que volasen resueltas y con suavidad hacia Orión, las Pléyades..." (BV: cap. XI, p. 374).

Para Gabriel García Márquez, el arrebato de Yvonne "hacia las alturas", se transpone en Remedios La Bella, la que, en lugar de poleas o "en medio de un torbellino de astros", se eleva hacia el cielo en "un delicado viento de luz" con las sábanas de bramante de Fernanda. Un viento de luz que, además, traspone y conecta a Remedios La Bella y a Gabriel García Márquez con otras antiguas tradiciones de vientos, fuegos, luces, magos y hechiceros que bien ameritaría otra deliciosa lectura lúdica:

"Apenas habían empezado, cuando Amaranta advirtió que Remedios, la bella, estaba transparentada por una palidez intensa.
-¿Te sientes mal? -le preguntó.
Remedios, la Bella, que tenía agarrada la sábana por el otro extremo, hizo una sonrisa de lástima.
-Al contrario -dijo-, nunca me he sentido mejor.
Acabó de decirlo, cuando Fernanda sintió que un delicado viento de luz le arrancó las sábanas de las manos y las desplegó en toda su amplitud. Amaranta sintió un temblor misterioso en los encajes de sus pollerinas y trató de agarrarse de la sábana para no caer, en el instante en que Remedios, la bella, empezaba a elevarse. Úrsula, ya casi ciega, fue la única que tuvo serenidad para identificar la naturaleza de aquel viento irreparable, y dejó las sábanas a merced de la luz, viendo a Remedios, la bella, que le decía adiós con la mano, entre el deslumbrante aleteo de las sábanas que subían con ella, que abandonaban con ella el aire de los escarabajos y las dalias, y pasaban con ella a través del aire donde terminaban las cuatro de la tarde, y se perdieron con ella para siempre en los altos aires donde no podían alcanzarla ni los más altos pájaros de la memoria" (CAS: p. 271-272).

De esta forma, la "grey de aves diamantinas" y todas las materias telúricas y alquímicas que Gabriel García Márquez descubrió en las entrañas de Bajo el volcán y en la biografía de Malcolm Lowry "ya no podían alcanzarla ni los más altos pájaros de la memoria", porque habían sido transmutados en otra memoria: la memoria de Cien años de soledad.

2) La invasión de las mariposas:

Las mariposas amarillas que delatan la presencia de Mauricio Babilionia son traspuestas, en Cien años de soledad, desde los capítulos II y XI, de Bajo el volcán. Es aquel huracán de mariposas que anuncian el arribo de Yvonne en busca del amor de El Cónsul, en el capítulo II:

"[...] navegando rumbo a la bahía de Acapulco la noche anterior en medio de un huracán de inmensas y espléndidas mariposas que se abatían mar adentro para recibir al Pennsylvania" (BV: cap. II, p. 66).

Y que en el capítulo XI anuncian la tragedia. Ese huracán de mariposas es ya el presagio de la muerte de Ivonne, de su ardiente arrebato y transporte hacia las estrellas:

"[...] pero no eran constelaciones, sino de algún modo, millares de bellas mariposas, navegaban hacia la bahía de Acapulco en medio de un huracán de bellas mariposas que zigzagueaban en lo alto" (BV: cap. XI, p. 373).

Mariposas y tragedias amorosas que se trasponen en Cien años de soledad en correspondencias simétricas: los clandestinos amores de Meme Buendía y Mauricio Babilonia, que también se anuncian por bandadas mariposas, pero de mariposas amarillas:

"Fue entonces cuando cayó en la cuenta de las mariposas amarillas que precedían las apariciones de Mauricio Babilonia". (CAS: p.327).

Los amores de Meme como los de Yvonne también se trasponen a bordo de un barco:

"[...] la noche en que (Meme) soñó que él la salvaba de un naufragio" (CAS: p. 325).

Y que, al igual que Yvonne, Meme también arde sin consumirse:

"Meme se dio cuenta de que se estaba achicharrando en la lumbre de su altivez" (CAS: p. 326).

***

En fin, todo esto es tan sólo un juego, porque de lo contrario:

"Los libros no sirven para nada", dijo Abrenuncio de buen humor" (Del amor y otros demonios, p. 41) (30).


NOTAS

(1) Podría ser mera coincidencia, pero no, algunos de los temas y motivos simbólicos de Giordano Bruno aparecen de manera clara en algunos pasajes de Cien años de soledad. Además, la referencia que hace Carlos Fuentes del comentario de François Mitterrand está conectada con Los heroicos furores, de Giordano Bruno.
Para la definición y explicación de "furor", ver: Giordano Bruno, Los heroicos furores, Tecnos, Madrid, 1985, I, 4:

"Así Acteón, con esos pensamientos, esos canes que buscaban fuera de sí el bien, la sabiduría, la belleza, la montaraz fiera, por este medio llegó a su presencia; fuera de sí por tanta belleza arrebatado, convirtióse en presa, vióse convertido en aquello que buscaba y advirtió cómo él mismo se trocaba en la anhelada presa de sus canes, de sus pensamientos, pues habiendo en él mismo contraído la divinidad, no era necesario buscarla fuera de sí" (Los Heroicos Furores).

(2) Iván Rodrigo García Palacios, Desde las entrañas de Bajo el volcán, al "furor" de Cien años de soledad:
http://lowry-garciamarquez.blogspot.com/

(3) Las citas del discurso corresponden a: Carlos Fuentes, Para darle nombre a América, homenaje, Cien años de soledad, edición conmemorativa, RAE, 2007.

(4) Ramón María del Valle-Inclán, La corte de los milagros: Segundo libro: La Rosa de Oro, Biblioteca Júcar, Madrid, 1976, p. 36.

(5) Plinio Apuleyo Mendoza, El olor de la guayaba, conversaciones con Gabriel García Márquez, Grupo Editorial Norma, Bogotá, 1998, p. 122:

(6) Plinio Apuleyo Mendoza, El olor de la guayaba, conversaciones con Gabriel García Márquez, p. 106.

(7) Del catalogo de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, las siguientes entradas para escritos de Malcolm Lowry y artículos sobre su obra, traducidos al español y publicados en México en 1964:

- Lowry, Malcolm, 1909-1957. Poemas / Malcolm Lowry; traducción de José Emilio Pacheco. -- p. 28. -- En Revista de la Universidad de México. -- Vol. 19, no. 3 (noviembre de 1964)
- Lowry, Malcolm, 1909-1957. Bajo el volcán / Malcolm Lowry; traducción de Raúl Ortiz y Ortiz. -- México: Era, 1964. Traducción de: Under the Volcano.
- Lowry, Malcolm, 1909-1957. Bajo el volcán (cuento) / Malcolm Lowry; traducción de Raúl Ortiz y Ortiz. -- p. 4-9. -- en Revista de la Universidad de México. -- Vol. 19, no. 3 (noviembre de 1964).
- Schaljkwijk, Bob. El volcán de Quaunhnáhuac / Bob Schaljkwijk. -- p. 23-27. En Revista de la Universidad de México. -- Vol. 19, no. 3 (noviembre de 1964).
Fotografías de Cuernavaca, representando el ambiente en que se desarrolla Under the Volcano. En Revista de la Universidad de México. -- Vol. 19, no. 3 (noviembre de 1964).
- Lowry, Malcolm, 1909-1957. Tres cartas inéditas de Malcolm Lowry. -- p. 29-33. -- En Revista de la Universidad de México. -- Vol. 19, no. 3 (noviembre de 1964).
- Lowry, Malcolm, 1909-1957. Memorial: carta (de Malcolm Lowry) dirigida a Ronald Paulton, Dollarton, Columbia Británica, Canadá, junio 15 de 1964. -- p. 13-22. -- En Revista de la Universidad de México. -- Vol. 19, no. 3 (noviembre de 1964)
- Xirau, Ramón. Malcolm Lowry: intención de una obra incompleta / Ramón Xirau. -- p. 34-35. -- En Revista de la Universidad de México. -- Vol. 19, no. 3 (noviembre de 1964).

(8) Conrad Knickerbocker, Semblanza biográfica, Prairie Shooner, XXXVII, num.4, invierno de 1963-1964. Versión en español aparecida en Revista de la Universidad de México, vol. XIX, número. 3, (noviembre de 1964). Se cita aquí: Conrad Knickerbocker, San Malcolm entre los pájaros, versión publicada por la Revista Quimera, Barcelona, No. 53.

(9) Así como El otoño del patriarca "algo" le debe a Pedro Páramo. Iván Rodrigo García Palacios, LECTOR LUDI-63, El amor y otros asuntos de Malcolm Lowry a Juan Rulfo y a Gabriel García Márquez:
http://lectorludi.blogspot.com/

(10) Giordano Bruno, Los heroicos furores..., I, 4.

(11) Carta enviada por Malcolm Lowry a John Davenport, en 1937, publicada en español por la Revista de la Universidad de México, XIX, 3, nov. de 1964, p. 29. Citada por: Douglas Day, Malcolm Lowry. Una biografía, Fondo de Cultura Económica, México, 1983, p. 265-266.

(12) Malcolm Lowry, el volcán, el mezcal, los comisarios, Tusquets, Barcelona, 1984, p. 74. Carta de Malcolm Lowry a Ronald Paulton, del 15 de junio de 1946. De la traducción en 1964, ver catálogo de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos.

(13) Douglas Day, Malcolm Lowry. Una biografía, Fondo de Cultura Económica, México, 1983, p. 299.

(14) Malcolm Lowry, el volcán, el mezcal, los comisarios..., Carta a Jonathan Cape, p. 42.

(15) Malcolm Lowry, el volcán, el mezcal, los comisarios..., Carta a Jonathan Cape, p. 54.

(16) Douglas Day, Malcolm Lowry, una biografía..., pp. 244-245.

(17) Conrad Knickerbocker, Semblanza biográfica, San Malcolm entre los pájaros, versión publicada por la Revista Quimera, Barcelona, No. 53, p. 11.

(18) Conrad Knickerbocker, Semblanza biográfica, San Malcolm entre los pájaros, Revista Quimera, Barcelona, No. 53, p. 11.

(19) Henry James, Los papeles de Aspern, Fabula-Tusquets, Barcelona, 2001, p. 9.

(20) Las citas corresponden a: Gabriel García Márquez, Cien años de soledad, edición conmemorativa, RAE, 2007.

(21) http://ivanrodrigogarciapalacios.blogspot.com/

(22). Miguel de Cervantes Saavedra, Don Quijote de la Mancha, Real Academia Española, Bogotá, 2005 (1253 p.), p. 51
(23). Epíteto que se atribuye a sí mismo Cervantes en El viaje del Parnaso.
(24 y 25). Luce López-Baralt, El viaje maravilloso de Buluquiyâ a los confines del universo, Editorial Trotta, Madrid, 2004 (158 p.), pp. 11-12. La autora demuestra la presencia de elementos de la narrativa árabe en Don Quijote, en especial de las Mil y una noches y Historias de los profetas, como parte de su estudio y versión de la Historia de Buluquiyâ y sus conexiones con la escritura de Don Quijote de la Mancha.

(26) Este personaje fue usado por Alejandro Dumas, padre, en varias de sus novelas y folletines:

Conde Alessandro di Cagliostro (Palermo, Sicilia, 2 de junio de 1743 – 26 de agosto de 1795) es un título nobiliario falso con el que Giuseppe Balsamo, médico, alquimista, ocultista y alto masón, recorrió las cortes europeas del siglo XVIII.
Nació en el seno de una familia pobre en Palermo, Sicilia. Su delito más famoso fue estafar a un hombre todo su dinero, aduciendo que poseía aptitudes para la alquimia. La identificación de Cagliostro con Giuseppe no es del todo segura, ya que se basa principalmente en el testimonio no fidedigno de Theveneau de Morande, espía francés y chantajista, y más tarde en su confesión a la Inquisición, obtenida a través de la tortura.
Cagliostro afirmaba haber nacido en una familia cristiana de noble cuna, pero ser abandonado al poco de nacer en la isla de Malta. También aseguraba que siendo niño viajó a Medina, La Meca y el Cairo, y al regresar a Malta, ser iniciado en la Soberana Orden Militar de los Guerreros de Malta, donde estudió alquimia, la Kabala y magia. Fundó el Rito Egipcio de la Francmasonería en La Haya, donde (al igual que sigue ocurriendo en las logias masónicas en la actualidad) se iniciaba a hombres y mujeres en logias separadas, y tuvo influencia en la fundación del Rito Masónico de Misraim.
http://es.wikipedia.org/wiki/Cagliostro

(27) Ramón María del Valle-Inclán, Tirano Banderas, Planeta, Barcelona, 1994, pp. 204-205.

(28) Ramón María del Valle-Inclán, Tirano Banderas..., p. 72.

(29) Malcolm Lowry, el volcán, el mezcal, los comisarios..., Carta a Jonathan Cape, p. 61.

(30) Gabriel García Márquez, Del amor y otros demonios, Grupo Editorial Norma, Bogotá, 1994, p. 41.

martes, 30 de junio de 2009

Don Ramón María del Valle-Inclán, maestro de intextualidades

Don Ramón María del Valle-Inclán, maestro de intextualidades
y sus discípulos: Malcolm Lowry, Juan Rulfo y Gabriel García Márquez


Por Iván Rodrigo García Palacios

¿Existen conexiones reales, posibles o hipotéticas, entre Tirano Banderas y otras obras, de don Ramón María del Valle-Inclán, con Bajo el volcán, de Malcolm Lowry; Pedro Páramo y otras obras, de Juan Rulfo, y Cien años de soledad y otras obras, Gabriel García Márquez?
¿Es apropiado plantearse una hipótesis como esa en el ámbito de los estudios literarios y estéticos?
En el rigor obsoleto y anacrónico del sacrosanto templo de los mercaderes del ámbito académico, atreverse a proponer una hipótesis descabellada como esa, sería una afrenta y una herejía, salvo si se la desarrolla con una demostración ajustada al galimatías de sus dogmas, doctrinas y métodos, algunos de ellos interesantes, pero, en general, meros juegos pirotécnicos para descrestar ingenuos, nada lúdicos, con los que reprimen el gozoso placer de retornar a jugar con el fuego secreto del paraíso del misterio y lo desconocido, donde todo se origina.
En el ámbito de la LECTURA LÚDICA, ¡Sí!, porque esa lectura se inspira en el viejo consejo de Darwin: lo importante es aventurarse a formular hipótesis, y así como también en la lógica del "razonamiento por abducción", de Charles S. Peirce, el que parte del principio de que todo nuevo conocimiento depende de la construcción de una hipótesis, como lo explica Carlos Rincón:
"Se trata, según leía alguna vez en un artículo de Heinz Heckhausen, del cortocircuito, de la chispa que se produce entre dos complejos de imaginación hasta entonces separados, "por mediación de un elemento común". La complejidad de un concepto -de una imagen- puede así potenciarse, multiplicarse como por arte de magia, al estar puesta en contacto con diferentes contextos.
El tic-tac que escuchaba era quizás el mismo del reloj de Tiffany olvidado por Charles S. Peirce el 21 de junio de 1879, al llegar a Nueva York a bordo del "Bristol", y que lo llevó a descubrir el razonamiento por abducción. Mientras la inducción y la deducción, según Peirce, nada agregarían a los datos de la percepción, la abducción, dependiente de las "percepciones inconscientes de relaciones entre aspectos del mundo", sería, según su notable relato de la pérdida y recuperación del reloj olvidado y robado en el "Bristol", la inclinación a sostenr una hipótesis, con algo de instinto de adivinación. Según Thomas A. Sebeok y Jean Umiker-Sebeok, en la yuxtaposición que hicieron en 1980 de Charles S. Peirce y Sherlok Holmes en su You Know My Method: "todo nuevo conocimiento depende de la construción de una hipótesis. Sin embargo, y dicho citando la página 238 del octavo volumen de los Collected Papers de Peirce: "Al comienzo no parece haber lugar alguno para preguntar qué la apoyaría, pues del hecho concreto de que se dispone sólo se desprende un tal vez (tal vez sí y tal vez no). Hay, sin embargo, una clara tendencia en dirección a la confirmación; y la frecuencia con que la hipótesis se establece como un hecho concreto (...) pertenece a los más sorprendentes entre los milagros del universo".
Es por ese sendero que se ingresa en el reino de la imaginación, la intuición, la adivinación, aquel en el donde los genios de las ciencias y las artes contemplan por primera vez las maravillas de todo aquello que, con el "furor" de su entusiasmo y el esfuerzo de sus mentes, trasformarán en razón y obra maestra, porque sólo aquellos que se atreven a jugar con el fuego secreto entran en aquel paraíso.
Sin pretender de genio, sólo de LECTOR LUDI, me atrevo a pensar y a proponer esa hipótesis descabellada, sin mayores atributos que los de un jugador que emprende un juego sin fin, nuevo, cuyas reglas y resultados se construyen al jugar, porque, al fin, lo que hace el LECTOR LUDI, es lo mismo que, así no lo reconozcan, hacen los críticos académicos: inventar sus propios juegos interpretativos sobre los inventos imaginativos y racionales de escritores y filósofos.
Así que empecemos.

***

Sería inconcebible negar que en el México, donde Malcolm Lowry escribió Bajo el volcan, Juan Rulfo escribió su obra y Gabriel García Márquez escribió Cien años de soledad, ellos tres no hubieran realizado una asombrada y nutritiva lectura de Tirano Banderas y de otras obras de don Ramón María del Valle-Inclán, máxime que esa novela es, por tema, contenido y escenario, mexicana y por escritura, vanguardia en lo mejor de literatura europea. Mejor dicho, lectura de culto en el ámbito intelectual mexicano desde su publicación en 1926.
En esas mismas condiciones y por orden de prelación cronológica, es innegable que Juan Rulfo leyera, también, Bajo el volcán y que Gabriel García Márquez -que si lo reconce- leyera Bajo el volcán y sobre Malcolm Lowry -lo que desmontó y volvió a montar como a una máquina literaria-, así como también la obra de Juan Rulfo -la que se aprendió de memoria-.
Aceptado que ellos realizaron tales lecturas, es del caso pensar que las mismas provocaron los más asombrosos efectos. Al hacer una lectura lúdica de sus obras, parece que ellos estuvieran escribiendo, a su propio genio, modo y estilo, en aquella estética que don Ramón María del Valle-Inclán propuso con su escritura de esperpentos y fantoches en la Escena XII, de Luces de bohemia:
"Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el esperpento. El sentido de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada".
A lo que después le agregó en el prólogo de Los cuernos de don Friolera:
"Mi estética es una superación del dolor y de la risa, como deben ser las conversaciones de los muertos, al contarse historias de los vivos".

***

Quizás las conexiones más difíciles de mostrar sean aquellas que se puedan establecer entre Malcolm Lowry y don Ramón María del Valle-Inclán, su Tirano banderas y algunas de sus otras obras. Sin embargo, es necesario tener en cuenta que para esa época de 1936-1937, Malcolm Lowry no sólo estaba interesado por los sucesos de la Guerra Civil Española, sino que, en Bajo el volcán, hace notables referencias de autores y obras de la literatura española.
Como material de ilustración literaria sobre México, Malcolm Lowry debió leer una traducción al inglés de Tirano Banderas, junto con algunas otras obras de la literatura mexicana, por recomendación en la librería American Book Store de la avenida Madero, de Ciudad de México, la que visitaba cada que iba a recoger el dinero del giro, en 1936 y 1937, es decir, desde antes y durante la escritura del primer cuento de Bajo el volcán y el primer manuscrito de la novela.
Hay que recordar que Malcolm Lowry no sólo era un lector voraz, si no también un escritor antropófago, que se devoraba en sus notas la realidad en la que habitaba y se movía, las conversaciones con sus amigos y las demás personas, los escritos y cartas de sus esposas y de sus amigos, lo que se publicaba en periódicos y revistas, así como su propia vida y la de aquellos a los que se acercaba o se le acercaban, todo ello para convertirlo, muchas veces casi textual, en materia de su escritura y de sus obras.
Así que no es de extrañar que las definiciones estéticas, asunto sobre el que vivía obsesionado, y la obra de don Ramón María del Valle-Inclán, hubieran impresionado a Malcolm Lowry, hasta el punto de tomar de sus materias algunas para Bajo el volcán, para el caso, esa estética de esperpentos y fantoches, a la que se acomoda con precisión.
Llaman notoriamente la atención las trasposiciones que pueden identificarse y establecerse entre algunas escenas y motivos de Tirano Banderas en Bajo el volcán.

Algunas de las más notables son:

1. Las escenas de Nachito Veguillas y Lupita, la Romántica, en Tirano Banderas y la de Geofrey Firmin, el cónsul, y María, en Bajo el volcán:
En Tirano Banderas: Tercera parte, Libro segundo, pp. 72-81 y en Bajo el volcán: Páginas: 386 a 392.

2. El TioVivo, ese mismo aparato que con el nombre de La máquina infernal, aparece en Bajo el volcán. es de especial importancia significativa en ambas novelas.

En Tirano Banderas, estas dos escenas:

"Con las luces del alba la mustia pareja del ciego lechuzo y la chica amortajada escurríase por el Arquillo de las Madres Portuguesas. Se apagaban las luminarias. En los Portalitos quedaba un rezago de ferias: El TioVivo daba la última vuelta en una gran boqueada de candilejas. El ciego lechuzo y la chica amortajada llevan fosco rosmar, claveteado entre las cuatro pisadas" (TB, IV, libro segundo, p. 76).
(...)
"Llegaban ecos de la verbena. Bailaban en ringla las cuerdas de farolillos, a lo largo de la calle. Al final giraba la rueda de un tiovivo. Su grito luminoso, histérico, estridente, hipnotizaba a los gatos sobre el borde de los aleros. La calle tenía súbitos guiños, concertados con el rumor y los ejercicios acrobáticos del viento en las cuerdas de farolillos. A lo lejos, sobre la bruma de estrellas, calcaba el negro perfil de su arquitectura San Martín de los Mostenses. (TB, VII, libro segundo, p. 203).

Para mayor asombro, estas ferias en Tirano Banderas, no son otras que las de Santos y Difuntos, o sea, ese mismo día de lo que se narra en Bajo el volcán. Un circo y un día de alucinatoria confusión y delirio llevados al extremo.

En Bajo el volcán, ese TioVivo aparece con el nombre de La máquina infernal, como referencia a la obra del mismo título de Jean Coucteau, en la escena del Capítulo 7, pp. 254-258, la misma que establece otra conexión con Tirano Banderas, esta vez con las alucinaciones del embajador de España, el Barón de Benicarlés, en Tirano Banderas y los delirios de Geofrey Firmin, el cónsul, encaramado en ese TioVivo, en Bajo el volcán.

Se trata también de ese "penetrar en la conciencia de un personaje -el Barón de Benicarlés- para ofrecernos los "toboganes" de su pensamiento", esos "toboganes de sombra" de don Ramón María del Valle-Inclán (2), de igual manera que Malcolm Lowry penetra en la conciencia de Geofrey Firmin.

Las alucinaciones de El Barón de Benicarlés, ministro (embajador) de España ante Santa Fe de Tierra Firme (Punta de las Serpientes): (Parte VI, Libro tercero: La nota, p. 181-182):

"El Excelentísimo Señor Ministro de España había pedido el coche para las seis y media.
El Barón de Benicarlés, perfumado, maquillado, decorado, vestido con afeminada elegancia, dejó sobre una consola el jipi, el junco y los guantes: Haciéndose lugar en el corsé con un movimiento de cintura, volvió sobre sus pasos, y entró en la recámara: Alzóse una pernera, con mimo de no arrugarla, y se aplicó una inyección de morfina. Estirando la zanca con leve cojera, volvió a la consola y se puso, frente al espejo, el sombrero y los guantes. Los ojos huevones, la boca fatigada, diseñaban en fluctuantes signos los toboganes del pensamiento. Al calzarse los guantes, veía los guantes amarillos de Don Celes. Y, de repente, otras imágenes saltaron en su memoria, con abigarrada palpitación de sueltos toretes en un redondel. Entre ángulos y roturas gramaticales, algunas palabras se encadenaban con vigor epigráfico: — Desecho de tienta. Cría de Guisando. ¡Graníticos!— Sobre este trampolín, un salto mortal, y el pensamiento quedaba en una suspensión ingrávida, gaseado: —¡Don Celes! ¡Asno divertido! ¡Magnífico!— El pensamiento, diluyéndose en una vaga emoción jocosa, se trasmudaba en sucesivas intuiciones plásticas de un vigoroso grafismo mental, y una lógica absurda de sueño. Don Celes, con albarda muy gaitera, hacía monadas en la pista de un circo.
Era realmente el orondo gachupín. ¡Qué toninada! Castelar le había hecho creer que cuando gobernase lo llamaría para Ministro de Hacienda".
"El Barón se apartó de la consola, cruzó el estrado y la galería, dio una orden a su ayuda de cámara, bajó la escalera. Le inundó el tumulto luminoso del arroyo. El coche llegaba rozando el azoguejo. El cochero inflaba la cara teniendo los caballos. El lacayo estaba a la portezuela, inmovilizado en el saludo: Las imágenes tenían un valor aislado y extático, un relieve lívido y cruel, bajo el celaje de cirrus, dominado por media luna verde. El Ministro de España, apoyando el pie en el estribo, diseñaba su pensamiento con claras palabras mentales: —Si surge una fórmula, no puedo singularizarme, cubrir-me de ridículo por cuatro abarroteros.
¡Absurdo arrostrar el entredicho del Cuerpo Diplomático! ¡Absurdo!— Rodaba el coche. El Barón, maquinalmente, se llevó la mano al sombrero. Luego pensó: —Me han saludado.
¿Quién era?—. Con un esguince anguloso y oblicuo vio la calle tumultuosa de luces y músicas. Banderas españolas decoraban sobre pulperías y casas de empeño. Con otro esguince le acudió el recuerdo de una fiesta avinatada y cerril, en el Casino Español. Luego, por rápidos toboganes de sombra, descendía a un remanso de la conciencia, donde gustaba la sensación refinada y te-diosa de su aislamiento. En aquella sima, números de una gramática rota y llena de ángulos, volvían a inscribir los poliedros del pensamiento, volvían las cláusulas acrobáticas encadenadas por ocultos nexos: —Que me destinen al Centro de África. Donde no haya Colonia Española... ¡Vaya, Don Celes! ¡Grotesco personaje!... ¡Qué idea la de Castelar!... Estuve poco humano. Casi me pesa. Una broma pesada... Pero ése no venía sin los pagarés. Estuvo bien haberle parado en seco. ¡Un quiebro oportuno! Y la deuda debe de subir un pico... Es molesto. Es denigrante. Son irrisorios los sueldos de la Carrera. Irrisorios los viáticos".

Y, los delirios del cónsul, ver, como ya dije, Capítulo 7, pp. 254-258: Hay que recordar que Geofrey Firmin es cónsul destituido de Inglaterra y que el embajador español, en esa escena, se dirige hacia la Legación inglesa.

NOTAS
(1) Cita tomada de: Carlos Rincón, García Márquez, Hawthorne, Shakespeare, De la Vega & Co. Unltd., Serie La Granada Entreabierta, 86, Instituto Caro y Cuervo, Santa Fe de Bogotá / 1999, pp. 66-67.
(2) Juan Rodríguez, Introducción a la edición crítica de Tirano Banderas, Planeta, Barcelona, 1994, p. XXI.

El amor y otros asuntos de Lowry a Rulfo y a García Márquez

El amor y otros asuntos de Malcolm Lowry
a Juan Rulfo y a Gabriel García Márquez


Por Iván Rodrigo García Palacios

En la literatura, como en la materia de los seres vivos, nada es ni inocente ni ingenuo; todo tiene causa y efecto, conexión y correspondencia, nexo y relación; a lo más, entropía y evolución, reproducción y mutación. Pero, lo mejor de todo, es que la literatura es el juego que explora con los lenguajes de la imaginación aquellos misterios de la naturaleza humana para los cuales los lenguajes de la razón todavía carecen de explicación.
Es por todo ello que la escritura y la lectura de la literatura son actividades que al LECTOR LUDI le permiten tanto especular como analizar... jugar. Dejo a los críticos el enmarañar los misterios de "La Santísima Trinidad" con toda su metafísica literaria.
Jugar. De eso se trata en lo siguiente.
Al final del capítulo IX de la novela de Malcolm Lowry, Bajo el volcán, en tres breves párrafos, Lowry crea una poderosa imagen literaria que, como toda la materia de esa novela, está revestida de tal poder simbólico, el que no viene al caso exponer ahora en la exploración que emprendo. Mi atención está enfocada a otros asuntos.
Comienzo por transcribir esos tres párrafos:
"Ahora en la plaza sus propias sombras se dirigían hacia las puestas gemelas de la taberna Todos Contentos y Yo También: bajo las puertas advirtieron lo que parecía ser el extremo inferior de una muleta: alguien que se marchaba. La muleta no se movía; su propietario discutía tras la puerta. Tal vez una última copa. Luego, desapareció: tiraron de una de las puertas y algo salió.
Doblado, gimiendo bajo el peso, un indio viejo y cojo llevaba sobre las espaldas, mediante una correa que pasaba por la frente, a otro pobre indio aún más viejo y decrépito que él. Llevaba al anciano con sus muletas, y cada uno de sus miembros temblaban bajo este peso del pasado; llevaba la carga de los dos.
Los tres permanecieron contemplando al indio que desapareció con el anciano al girar en una curva del camino, adentrándose en la noche y arrastrando en el polvo gris y blanco sus míseras sandalias" (BV: p. 316) (1).
En el cuento de Juan Rulfo, No oyes ladrar los perros, publicado por primera vez en la primera edición de El llano en llamas, de 1953, se relata el viaje de un viejo con el cuerpo de su hijo Ignacio a las espaldas buscando un pueblo en la oscuridad de la noche a la luz de la luna, la primera descripción ambiental que hace Juan Rulfo, es la siguiente:
"La sombra larga y negra de los hombres siguió moviéndose de arriba abajo, trepándose a las piedras, disminuyendo y creciendo según avanzaba por la orilla del arroyo. Era una sola sombra, tambaleante.
"La luna venía saliendo de la tierra, como una llamarada redonda" (2).
Muchos años después diría Juan Rulfo:
"[...] un cuento, Luvina, me dio la clave" (3).
Con ello se refería a la clave que le permitiría escribir Pedro Páramo. Luvina apareció, al igual que No oyes ladrar los perros, por primera vez en la primera edición de El llano en llamas de 1953.
En septiembre de 1953, Juan Rulfo, quien, por su anterior desempeño laboral debió tener un manejo suficiente del inglés, ingresó como becario al Centro Mexicano de Escritores:
"Hacía años que trabajaba en una novela y esperaba que su incorporación al Centro en calidad de becario le ayudara a sacarla adelante.
El Centro Mexicano de Escritores nació por iniciativa de la novelista norteamericana Margaret Shedd, quien consiguió dinero de la Fundación Rockefeller para apoyar mediante becas a los escritores mexicanos" (4).
Juan Rulfo, que según sus propias palabras y para rechazar una crítica que le hiciera uno de sus compañeros becados en el Centro cuando leyó allí los primeros manuscritos de Pedro Páramo y quien le recomendó que, antes de escribir novelas primero tendría que leer muchas novelas, dijo:
"Leer novelas es lo que [he] hecho toda mi vida" (5).
Juan Rulfo fue un lector exhaustivo de novelas y novelísticas. Leyó, en el inglés original, buena parte de la mejor literatura y narrativa de los escritores estadounidenses e ingleses: James Joyce, William Faulkner, John Steinbeck y quién sabe cuantos más en un largo etcétera. Además, en versiones al español, otras literaturas y narrativas de todo el mundo que no viene al caso mencionar.
Lo cierto es que, dada la íntima relación con México, Juan Rulfo debió haber leído, para esa época, Bajo el volcán, de Malcolm Lowry, publicada en inglés en 1947 y que "fue un éxito de la crítica en Estados Unidos y se encaramó a las listas de best-sellers" (6). La primera versión en español sólo fue publicada por Ediciones Era en 1964.
Para tener en cuenta y sin intención de ofender, el que Juan Rulfo fuera alcohólico como lo fuera Malcolm Lowry, debió haber sido un motivo de curiosidad para el primero. Quizás una casualidad cuya importancia se juzgará por los resultados y no por el chisme.
Hasta el momento y por más que he buscado, no he encontrado ningún testimonio directo que me confirme que Juan Rulfo hiciera esa lectura. Sin embargo y dadas las circunstancias de proximidad e importancia, es imposible que no hubiera leído Bajo el volcán entre 1947 y 1953. Son inextricables los motivos por los cuales los escritores ocultan o niegan algunas de sus lecturas primordiales. Juan Rulfo no es la excepción.
Lo que si me he encontrado y así sea poco, son algunas referencias sobre las posibles conexiones, correspondencias, nexos y relaciones de la obra de Juan Rulfo con Bajo el volcán, de Malcolm Lowry.
La primera y más significativa, de Octavio Paz, en Corriente alterna, 1967:

"JUAN RULFO: REGRESO AL PARAÍSO

"Si el tema de Malcolm Lowry es el de la expulsión del paraíso, el de la novela de Juan Rulfo (Pedro Páramo) es el del regreso. Por eso el héroe es un muerto: sólo después de morir podemos volver al edén nativo. Pero el personaje de Rulfo regresa a un jardín calcinado, a un paisaje lunar, al verdadero infierno. El tema del regreso se convierte en el de la condenación; el viaje a la casa patriarcal de Pedro Páramo es una nueva versión de la peregrinación del alma en pena.
Simbolismo -¿inconsciente?- del título: Pedro, el fundador, la piedra, el origen, el padre, guardián y señor del paraíso, ha muerto; Páramo es su antiguo jardín, hoy llano seco, sed y sequía, cuchicheo de sombras y eterna incomunicación. El Jardín del Señor: el Páramo de Pedro. Juan Rulfo es el único novelista mexicano que nos ha dado una imagen -no una descripción- de nuestro paisaje. Como en el caso de Lawrence y Lowry, no nos ha entregado un documento fotográfico o una pintura impresionista sino que sus intuiciones y obsesiones personales han encarnado en la piedra, el polvo, el pirú. Su visión de este mundo es, en realidad, visión de otro mundo".

La segunda, la de Óscar Brando, en su artículo El otro Juan Rulfo:

"Pero si se quiere un caso próximo a Rulfo en el tiempo y en el espacio piénsese en Malcolm Lowry y su novela Bajo el volcán. El ingreso al mundo de los muertos, que tenía una larga tradición literaria (sobre todo por La divina Comedia) estaba prefigurado en el extenso drama del capítulo 15 de Ulises" (7).

Y, la tercera, es de Sonia Mattalía Alonso, en su ensayo: Contigüidad de los textos: Juan Rulfo/Malcolm Lowry, publicado en el número especial sobre Juan Rulfo de la revista española Cuadernos Hispanoamericanos, No. 421-423 (1985), pp. 205-214, pero del cual no he podido encontrar una copia.
Mientras tanto, es del caso examinar esa literatura en la que los personajes son los muertos...
Para Juan Rulfo, los muertos fueron personajes primordiales desde su misma infancia, pero fue ya en su narrativa y poesía que se transformaron en personajes esenciales. Quizás inspirado por Dante y algunos otros grandes maestros de la literatura universal. Sin embargo, me gusta pensar que fue en Bajo el volcán, de Malcolm Lowry, también él un devoto dantiano, donde descubriera que en la literatura los muertos podrían ser protagonistas, habitantes simultáneos en ambos mundos que, al parecer, es uno y el mismo.
Eso es exacto lo que hizo Malcolm Lowry en Bajo el volcán. Geoffrey Firmin, El Cónsul, e Ivonne, vuelven, un años después de muertos, para relatar las tragedias de sus existencias durante las últimas doce horas de su vida, mientras se desplazan en aquel dantesco, desolado y onírico escenario mexicano, poblado por seres que devienen, ellos mismos, entre vivos y muertos. O, como M. Laruelle, testimonio de la tragedia.
Los muertos y los dantescos y desolados escenarios de Malcolm Lowry y de Juan Rulfo, les son propios y originales, sin embargo, como los de Dante, están conectados por ese hilo de sangre evolutivo que recorre toda la vida y la literatura universal desde el primordial y mítico origen.
Geoffrey Firmin, El Cónsul, e Ivonne, QUAUHNÁHUAC, como Pedro Páramo y Comala, nacieron para la literatura en ese río heraclitiano en cuyas aguas, siempre las mismas, siempre otras, fluye la historia de la vida y las artes del Homo-Humano.
Una historia que fluye hacia otras historias.
En 1962, Gabriel García Márquez descubre asombrado y fascinado los cuentos y la novela de Juan Rulfo, hasta el punto de aprendérsela de memoria.
Dos años después, en 1964, según lo cuenta Gabriel García Márquez:
"Más tarde, Carlos Velo y Carlos Fuentes me invitaron a hacer una revisión crítica de la primera adaptación de Pedro Páramo para el cine" (8).
Tanto Carlos Fuentes como Carlos Velo, eran amigos cercanos a Juan Rulfo, a su familia y a su casa, lo que permite pensar que fue en aquel tiempo de 1964 cuando Gabriel García Márquez conoció personalmente a Juan Rulfo y que, con plena seguridad, en sus conversaciones intercambiaron confidencias literarias, de las cuales no debió ser ajena la obra de Malcolm Lowry, de quien por esos días se publicó la primera versión al español de Bajo el volcán y aquel número especial dedicado a él, su obra y su vida, por la Revista de la Universidad de México, provocando revuelo en el ámbito intelectual y cinematográfico mexicano.
Las consecuencias de estos y otros eventos sobre el origen y el "nacimiento" de Cien Años de soledad, ya las he presentado en mi libro: Desde las entrañas de Bajo el volcán al "furor" de Cien años de soledad (9).

***

Así que doy un salto hasta El otoño del patriarca, publicada en 1975.
En 1982 Gabriel García Márquez le dijo a Plinio Apuleyo Mendoza:
"- Me has dicho que todos tus libros tienen como punto de partida una imagen visual. ¿Cuál fue la imagen de El otoño del patriarca?"
"- Es la imagen de un dictador muy viejo, inconcebiblemente viejo que se queda sólo en un palacio lleno de vacas" (10).
El Pedro Páramo, de Juan Rulfo, es un cacique mexicano, dueño de la vida, honra y bienes, en Comala:
"Pedro Páramo estaba sentado en un viejo equipal, junto a la puerta grande de la Media Luna, poco antes de que se fuera la última sombra de la noche" (Toda la obra, p. 296).
El patriarca de Gabriel García Márquez:
"La segunda vez que lo encontraron carcomido por los gallinazos en la misma oficina, con la misma ropa y en la misma posición, ninguno de nosotros era bastante viejo para recordar lo que ocurrió la primera vez, pero sabíamos que ninguna evidencia de su muerte era terminante, pues siempre había otra verdad detrás de la verdad" (11).
Y, así, ese patriarca, a quien lo habían encontrado una primera vez y lo volverán a encontrar en otras ocasiones hasta su muerte... definitiva, se conecta y corresponde con la segunda vez que aparece Pedro Páramo sentado en el viejo equipal:
"Allá atrás, Pedro Páramo, sentado en su equipal, miró el cortejo que se iba hacia el pueblo. Sintió que su mano izquierda, al querer levantarse, caía muerta sobre sus rodillas; pero no hizo caso de eso. Estaba acostumbrado a ver morir cada día alguno de sus pedazos. Vio cómo se sacudía el paraíso dejando caer sus hojas" (Toda la obra, p. 302).
Ambos, cacique y patriarca, muriéndose a pedazos.
Retrocediendo hasta aquel otro dictador: para Malcolm Lowry su dictador es aquel que recuerda el señor Bustamante en el capítulo I, una especie de "Gran Hermano" criollo:
"El señor Bustamante, que era mayor de lo que parecía, recordaba los tiempos de Porfirio Díaz, la época en la cual en los Estados Unidos cada pueblecillo de la frontera mexicana tenía un "cónsul" [...] mantenidos por Díaz. Claro está que no eran cónsules sino espías" (BV: cap. I, p. 51).
Claro que en los demás capítulos de Bajo el volcán, Malcolm Lowry denuncia los terrores de esa peste universal que los fascistas extienden desde Europa y a la que se propone combatir Hugh, el hermanastro de El Cónsul, en España, de ahí la reiterada mención de:
"La batalla del Ebro".
Denuncia que se vuelve delirante en el capítulo XII y que conduce al trágico desenlace de las muertes de El Cónsul e Ivonne.
Además de un modelo de dictador, Malcolm Lowry se propuso desvelar los terrores ideológicos del fascismo.
Sin embargo, era necesario remontarse todavía mucho más en el tiempo para presenciar el nacimiento del modelo de estos dictadores de Malcolm Lowry, Juan Rulfo, Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes y otros:
Aun cuando no lo reconocieran abiertamente, los novelistas latinoamericanos de la mitad del siglo XX, le debían a don Ramón María Valle-Inclán, el modelo fundador de sus personajes-dictadores, pero, de manera más primordial, es en el Tirano Banderas, retrato y espejo, en el que se contemplaron los dictadores de Lowry y, de forma particular y evidente, de Rulfo y García Márquez:
"Inmóvil y taciturno, agaritado de perfil en una remota ventana, atento al relevo de guardias en la campa barcina del convento, aparece una calavera con antiparras negras y corbatín de clérigo. En el Perú había hecho la guerra a los españoles, y de aquellas campañas veníale la costumbre de rumiar coca, por donde en las comisuras de los labios tenía siempre una salivilla de verde veneno. Desde la remota ventana, agaritado en una inmovilidad de corneja sagrada, está mirando las escuadras de indios, soturnos en la cruel indiferencia del dolor de la muerte (...) Tirano Banderas, en la remota ventana, era siempre el garabato de un lechuzo" (TB, pp. 10-11 y 12) (12).
Y, la más asombrosa de las conexiones: esa estética de esperpentos y fantoches de don Ramón María del Valle-Inclán, en la que los muertos conversan sobre los vivos.
Al hacer una lectura lúdica de las obras de Malcolm Lowry, Juan Rulfo y Gabriel García Márquez, pareciera que ellos estuvieran escribiendo, a su propio genio, modo y estilo, en aquella estética que don Ramón María del Valle-Inclán propuso con su escritura de esperpentos y fantoches en la Escena XII, de Luces de bohemia:
"Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el esperpento. El sentido de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada".
A lo que después le agregó en el prólogo de Los cuernos de don Friolera:
"Mi estética es una superación del dolor y de la risa, como deben ser las conversaciones de los muertos, al contarse historias de los vivos".

***

Y, un segundo salto, hasta 1985, para establecer las conexiones, correspondencias, nexos y relaciones entre los trágicos amores de Bajo el volcán, Pedro Páramo y El amor en los tiempos de cólera.
Para Malcolm Lowry, en Bajo el volcán, la tragedia del amor esta signada por un verso de Fray Luis de León: el poeta-sacerdote ascético español del siglo XVI quien fuera condenado por la Inquisición por traducir al español el Cantar de los Cantares:
"No se puede vivir sin amar" eran las palabras escritas en la casa" (BV: cap. I, p. 26 y cap. VII, p. 242).
El mismo verso que permite también establecer las conexiones, correspondencias, nexos y relaciones con el incesto, pero esa es otra historia.
En 1980, cuando el homenaje nacional a Juan Rulfo, Gabriel García Márquez escribió:
"El otro problema -inseparable del anterior- era el de las edades. En toda su obra, Juan Rulfo ha tenido el cuidado de ser muy descuidado en cuanto a los tiempos de sus criaturas. Narciso Costa Ros ha hecho hace poco una tentativa fascinante de establecerlos en Pedro Páramo. Yo siempre había pensado, por pura intuición poética, que cuando Pedro Páramo logró por fin llevar a Susana San Juan a su vasto reino de la Media Luna, ella era ya una mujer de sesenta y dos años. Pedro Páramo debía ser unos cinco años mayor que ella. En realidad, el drama me parecía más grande, más terrible y hermoso, si se precipitaba por el despeñadero de una pasión senil sin alivio. Las edades establecidas para ambos por Costa Ros no son las mismas, pero no están muy lejos de las que yo había supuesto. Semejante grandeza poética era impensable en el cine. En las salas oscuras, los amores de ancianos no conmueven a nadie" (13).
Ese amor senil de Pedro Páramo por Susana San Juan, será reivindicado por Florentino Ariza y Fermina Daza en El amor en los tiempos del cólera.
Prefiero creer que lo que Gabriel García Márquez reivindica es el truncado amor de Susana San Juan y Florencio.
Acepto que el erotismo y los amores literarios de Malcolm Lowry y Juan Rulfo son diametralmente opuestos a los narrados por Gabriel García Márquez y, quizás por ello, comparables.
Mientras que para Susana San Juan, la erótica de su amor es una dulce y tierna calidez, tal y como lo expresan sus inaudibles murmullos frente al padre Rentería y dirigidos al asesinado Florencio:
"Tengo la boca llena de ti, de tu boca. Tus labios apretados, duros como si mordieran oprimiendo mis labios..." (Toda la obra, p. 292).
"Él me cobijaba entre sus brazos. Me daba amor" (Toda la obra, p. 293).
Para el caso de los amores de Florentino Ariza y Fermina Daza, estos están dominados por un violento pero lánguido erotismo, ardiente y sexual, pero ya impotente, tal y como lo expresa Florentino Ariza:
"Demasiado amor es tan malo para esto como la falta de amor" (14).
Y, por supuesto, Malcolm Lowry, Juan Rulfo y Gabriel García Márquez, comparten en las tres novelas el triángulo amoroso y algo más, como el incesto, lo que las conecta , corresponde y traspone. Geoffrey Firmin, El Cónsul, Ivonne y M. Laruelle, en Bajo el volcán; Pedro Páramo, Susana San Juan y Florencio, en Pedro Páramo y, Juvenal Urbino, Fermina Daza y Florentino Ariza, en El amor en los tiempos del cólera. Los dos primeros amores trágicos y macabros, el último, como diría su autor, "desmadrado".
En fin, imágenes literarias, dictadores, amores, para jugar a desentrañar aquellos otros misterios de la literatura que la crítica, tan seria ella, desecha por considerarlos poco académicos. Allá ellos, así como me interesan sus mecánicos ensayos, por mi parte, gozo mucho más inventando mis hipótesis descabelladas.
Y, para dejar abierto el juego, se me ocurre preguntarme si podrían existir conexiones, correspondencias, nexos o relaciones entre ese rompecabezas estructural que es Pedro Páramo con ese otro rompecabezas extraordinario que será Rayuela, de Julio Cortázar.
Me parece extraño que en sus escritos críticos, políticos, conferencias, cartas, etc., Julio Cortázar mencione reiteradamente a los mismos escritores de los considerados del "boom" y, por ninguna parte, mencione para nada a Juan Rulfo, aún y cuando se refiera específicamente a la narrativa contemporánea mexicana. Por algo fue.
Otra aventura para LECTORES LUDI.

NOTAS

(1) Malcolm Lowry, Bajo el volcán, Tusquets, Barcelona, 1997. Todas las citas corresponden a esta edición.
(2) Juan Rulfo, Toda la obra: No oyes ladrar los perros, ALLCA XX / Fondo de Cultura Económica, Colección Archivos: 2a edición; 17, 1996, p. 134. Todas las citas corresponden a esta edición.
(3) Juan Rulfo: La literatura es una mentira que dice la verdad. Una conversación con Ernesto González Bermejo. En: Juan Rulfo, Toda la obra, LLCA XX / Fondo de Cultura Económica, Colección Archivos: 2a edición; 17, 1996, p. 462.
(4) Sergio López Mena, Así nacieron El llano en llamas y Pedro Páramo. En: Juan Rulfo, Toda la obra, ALLCA XX / Fondo de Cultura Económica, Colección Archivos: 2a edición; 17, 1996, p. 510.
(5) Juan Rulfo, "Pedro Páramo, treinta años después", Cuadernos Hispanoamericanos 421-423 (1985), p. 6. Citado por: Samuel Gordon en Juan Rulfo: una conversación hecha de muchas. Diálogo entre textos, pre-textos y para-textos. En: Juan Rulfo, Toda la obra, ALLCA XX / Fondo de Cultura Económica, Colección Archivos: 2a edición; 17, 1996, p. 514.
(6) Conrad Knickerbocker, San Malcolm entre los pájaros, Revista Quimera, No. 53, p. 12.
(7) Encontrado en:
http://www.diarioelpais.com/suplementos/cultural_00_10_13/index.phtml?3
(8) Gabriel García Márquez, Nostalgia de Juan Rulfo. En: Juan Rulfo, Toda la obra, ALLCA XX / Fondo de Cultura Económica, Colección Archivos: 2a edición; 17, 1996, p. 902 (publicado por primera vez en: Juan Rulfo, Homenaje nacional, México, Instituto Nacional de Bellas Artes / S. E. P., 1980, pp. 31-33).
(9) Iván Rodrigo García Palacios, Desde las entrañas de Bajo el volcán al "furor" de Cien años de soledad:
http://lowry-garciamarquez.blogspot.com/
(10) Plinio Apuleyo Mendoza, El olor de la guayaba. Conversaciones con Gabriel García Márquez, Grupo Editorial Norma, Bogotá, 1998 (primera edición, 1982), p. 121.
(11) Gabriel García Márquez, El otoño del patriarca, Grupo Editorial Norma, Bogotá, 1996, p. 53.
(12) Ramón María Valle-Inclán, Tirano Banderas, Planeta, Barcelona, 1994, pp. 10-11 y 12.
(13) Gabriel García Márquez, Nostalgia de Juan Rulfo. En: Juan Rulfo, Toda la obra, ALLCA XX / Fondo de Cultura Económica, Colección Archivos: 2a edición; 17, 1996, p. 903 (publicado por primera vez en: Juan Rulfo, Homenaje nacional, México, Instituto Nacional de Bellas Artes / S. E. P., 1980, pp. 31-33).
(14) Gabriel García Márquez, El amor en los tiempos del cólera, Oveja Negra, Bogotá, 1985, 1a. edición, p. 462.
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