viernes, 21 de agosto de 2009

La Naturaleza v/s lo sobrenatural: Úrsula Iguarán v/s Fernanda del Carpio

La Naturaleza v/s lo sobrenatural: Úrsula Iguarán v/s Fernanda del Carpio

Por Iván Rodrigo García Palacios
Tiene sentido pensar que Cien años de soledad se enmarca dentro, pero contra la tradición de las literaturas y de las ideologías burguesas, socialistas y utópicas, decimonónicas, las que, luego de la destrucción del orden político y económico aristocrático, del reconocimiento de la igualdad de la mujer y de la subversión de las supersticiones religiosas, entre otros aspectos, por parte de la Revolución Francesa, estas reaccionaban y buscaban definir su propia identidad, principios y fundamentos, en un mundo cuyo progreso se debatía entre entre progreso, civilización y Naturaleza. Ese es el ámbito de los nuevos imperios del siglo XIX y de su colonización del resto del planeta, para lo cual se proponen nuevos paradigmas históricos.
Esta reacción se enmarca, a su vez, en el contexto de la reinterpretación de las cosmogonías y mitologías antiguas y cristianas propuesta por la Ilustración, el romanticismo y el neoclasismo, en las cuales se proponía la definición de una nueva sociedad: o la de la burguesía y su aristocracia económica o la del socialismo y las utopías y su nuevo hombre; sociedades en las cuales, sin distinción, la mujer estaba condenada a retornar a su papel sumiso y reproductor, por fuera de lo público, lo político y de la igualdad de los sexos.
Al igual, la Naturaleza también es reiterpretada en ese mismo contexto: de habitat sagrado, natural y solidario y de misterio de la vida, madre y propiedad común de todos, es transformada en la fuente de riquezas para ser explotadas por parte de los más ricos y poderosos del liberalismo económico, por medio de las nuevas armas que las ciencias y las tecnologías han puesto a su servicio.
Contra esa reintepretación, los utopismos, los socialismos y las ideas de Karl Marx, proponen su propia visión del mundo y de la historia, en la que anuncian y proponen la emergencia del nuevo mundo que nacerá de entre las ruinas de las civilizaciones obsoletas, anacrónicas e injustas y reinstaurará la igualdad, la fraternidad y la solidaridad.
En ese ámbito del siglo XIX, el mismo que todavía perdura en la Colombia del siglo XX, Gabriel García Márquez sitúa una de las novelas fundadoras para entender el mundo, microcósmico y universal, de los pueblos de América Latina: la cosmogonía y mitología de Macondo.
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Considerando a Cien años de soledad como un gran mural cosmogónico y mitológico, se puede contemplar que allí lo que se cuenta es la historia de la fundación de un mundo que emerge, se construye, decae y se destruye, a partir de la confrontación de dos poderes o fuerzas superiores y antagónicas: las de la Naturaleza y las de lo sobrenatural y, colocado entre ellas, el mundo de los humanos y su "realismo mágico", como su campo de batalla.
Esas fuerzas y poderes se configuran a partir del contexto de los dos modelos cosmogónicos y mitológicos imperantes, contrarios y en conflicto: los de la antigüedad pagana emergiendo y los del cristianismo en retirada, en los cuales se perpetúa el primigenio conflicto entre la Madre Tierra y el Padre Guerrero y en los que, como en las versiones tradicionales, se concluye, como en la eterna ley del ciclo natural, en una destrucción total y en la tácita idea del nacimiento del nuevo mundo del fin de la historia.
Para escribir y narrar esta historia, Gabriel García Márquez, además de sus dones de narrador y de las ingentes materias de su memoria de lector, debió haber sido poseído por la locura sagrada, aquella locura que para Sócrates era de cuatro clases: la concedida por Apolo que es profética; la que otorgan Afrodita y Eros, erótica; la de Dionisios que es locura ritual y la de las Musas, locura poética. No de otra manera se explica el que Cien años de soledad sea el resultado de una agónica y deliberada labor de escritor y la extática e inconmensurable visión de la inspiración de un narrador poseído por los dioses.
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En el mundo de Macondo se trasponen, contraponen yuxtaponen y parodian, interpretaciones modernas y locales de los modelos, motivos y figuras de las cosmogonías y mitologías paganas antiguas y de la cosmogonía y mitología cristiana, pero siempre en el contexto de la confrontación de un mundo natural, primitivo, vital y feliz, donde los dioses juegan como los niños, contra un mundo sobrenatural, supersticioso e implacable, donde los dioses premian y castigan a los hombres en la vida y en la muerte.
Analizar ese complejo cosmogónico y mitológico en su totalidad y a los poderes naturales y sobrenaturales que lo hacen posible, es una tarea mayor que trataré de abordar, como a todo lo de su naturaleza, a partir de elementos sueltos, con los pequeños cuadros que componen el mural, como si de armar un "puzzle" se tratara.
En el panteón de dioses y diosas de Cien años de soledad, son los dioses masculinos, sus existencias y sus actos y, con ellos, los de todos los demás hombres y mujeres de su mundo, los que están sometidos y determinados, en sus destinos heroicos, trágicos y cómicos, por los poderes y las fuerzas en conflicto de dos diosas antagónicas: Úrsula Igurán, la encarnación de la Madre Naturaleza, el sencillo mundo primitivo y Fernanda del Carpio, la sobrenatural reina de los cielos distantes, fríos y forasteros, de la apariencia y de un mundo anacrónico y en decadencia.
Son ellas dos, cada una en su respectivo momento y confrontación, las que, con sus poderes y sus fuerzas, propician la fundación y la destrucción de la estirpe de los Buendía y, con ellos, de Macondo.
Ambas son magas y brujas, Úrsula con sus poderes y fuerzas naturales y Fernanda con sus poderes y fuerzas heredadas de la superstición. Ambas tienen el mismo propósito: la perpetuación de la estirpe: Úrsula la de descendientes sin cola de marrano en un mundo eternamente natural, Fernanda la de una aristocracia anacrónica de un mundo antiguo y decadente. He ahí lo heroico y lo trágico: ante la imposibilidad de existir y sin una solución de continuidad, ambos mundos se destruyen entre sí y son borrados de la faz de la tierra por la irrupción del mundo del progreso y la civilización.
Úrsula, como diosa pagana, es la protectora de la vida por la vida, por la sangre, en la contradicción de las pasiones y en el poder de la imaginación. Fernanda, como diosa cristiana, es la protectora de la muerte, del mundo del más allá, en el poder de la razón metafísica y de la superstición de lo sobrenatural.
Son los actos de Úrsula y de Fernanda los que determinan el destino de los Buendía y de Macondo.
Úrsula que con su hacendoso actuar mantiene el orden familiar y la unidad bajo un mismo techo, en el que el tiempo es un río que fluye hacia un destino desconocido. Cuando sus poderes y fuerzas decaen, es la misma naturaleza la que se encarga de reclamar, invadir y recuperar sus terrenos, para, de inmediato, ser destruida y expropiada en nombre de los dioses del progreso y de la civilización.
Fernanda, a la que no interesan los asuntos de la cotidianidad, que vive en un pasado estancado, se propone la construcción de un ámbito formal e inamovible de apariencias y creencias, de modales anticuados y anacrónicos, a los que la realidad se encarga de subvertir.
Es Fernanda, al derrotar a Úrsula, la que provoca los eventos que determinan la tragedia final.
En primer lugar: cuando Remedios, la bella, se eleva "con las sábanas de bramante de Fernanda". Remedios era el espíritu puro de la Naturaleza y al abandonar el mundo natural de Macondo, lo deja al arbitrio de Fernanda:
"A pesar de que el coronel Aureliano Buendía seguía creyendo y repitiendo que Remedios, la bella, era en realidad el ser más lúcido que había conocido jamás" (CAS, p. 271).
Úrsula es la única que comprende ese portento, pues sabía que la bella joven era la única, la elegida, para remplazarla.
Esto merece una explicación. Es imposible saber por qué razón Gabriel García Márquez escribió "bramante" en lugar de Brabante que era el lugar de donde procedían esas famosas piezas textiles. De esa manera, Remedios, la bella, se conecta así con Elsa de Brabante, la doncella falsamente acusada y sacrificada por ¿la malvada? Ortrud, en la ópera Lohengrin, de Richard Wagner.
En segundo lugar, Fernanda, en cuya hija Meme había puesto toas sus complacencias, es la causante de la tragedia de los amores de su hija con Mauricio Babilonia y, al expulsarla del paraíso natural, la convierte en el instrumento que atraerá sobre Macondo la destrucción babilónica: es Meme la que trae a Macondo los vicios del mundo moderno que, como "las hormigas rojas", terminarán por arrasar con los restos del idílico hogar familiar y será el hijo de Meme el padre del Buendía con cola de marrano:
"Los acontecimientos que habían de darle el golpe mortal a Macondo empezaban a vislumbrarse cuando llevaron a la casa al hijo de Meme Buendía" (CAS, p. 333).

Un escenario y un modelo histórico para Macondo

Un escenario y un modelo histórico para Macondo

Por Iván Rodrigo García Palacios

Como Gabriel García Márquez lo ha manifestado de variadas maneras: para él la literatura es un todo universal y orgánico en la que los motivos, figuras, personajes, historias, territorios, etc., existen en un universo dentro del cual se conectan, corresponden, relacionan, trasvasan y trasponen de un autor a otros autores y de un libro a otros libros: es el "paraíso" en donde son y están todas las historias contadas y por contar y en el que habitan y trabajan todos los narradores.
Él se preocupaba por el destino de los personajes que desaparecían o que habían tenido una existencia sin conclusión en alguna novela.
Sobre esos asuntos, y antes que Gabriel García Márquez escribiera Cien años de soledad, ya había sentenciado Jorge Luis Borges y habían sido teorizados y fundamentados por Gérard Genette:
"La literatura es inagotable por la razón suficiente de que un solo libro lo es" (J. L. Borges, Enquetes). Este libro no basta con sólo con releerlo, sino que hay que reescribirlo, aunque sea como Ménard, literalmente. Así se cumple la utopía borgiana de una Literatura en transfusión perpetua -perfusión transtextual- constantemente presente a sí misma en su totalidad y como Totalidad, en la que todos los autores no son más que uno, y en la que todos los libros son un vasto Libro, un solo Libro infinito" (1).
Al final de su vida, Juan Rulfo previno a Gabriel García Márquez sobre el peligro de habitar en los libros.
Es por esas y muchas otras razones que bien vale la pena emprender la exploración aventurera y arriesgada, la Lectura Lúdica, por tratar de descubrir, en la borgiana biblioteca, los libros que leyó Gabriel García Márquez para la escritura de Cien años de soledad.
¿La razón? Muy sencilla. Con las reales, posibles y supuestas influencias que se le puedan atribuir a Cien años de soledad y al resto de la narrativa de Gabriel García Márquez, es posible elaborar un catálogo parcial de sus lecturas y construir una biblioteca para la curiosidad y goce de los lectores. Un juego que, como todos los juegos, es cosa seria, pero sin otra responsabilidad de divertir y anticipar.
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En los terrenos del mito y de los estudios literarios, a Cien años de soledad se le han atribuido innumerables influencias, algunas de ellas académicamente fundamentadas, pero otras asignadas de manera genérica y arbitraria y a partir de meras similitudes. La lista es larga y variada y, no para agotarla, enumero aquellas breves que menciona Gerald Martin en su biografía autorizada de Gabriel García Márquez (2):
"Borges, Asturias, Carpentier, Rulfo -with the the Bible, Rabelais, the chronicles of the Spanish conquest and the Europenan novels of chivalry, Defoe, Woolf, Faulkner, Hemingway (...) he fused Nostradamus and Borges".
Y, más adelante:
"A man who writes abaut village, nation ande world using the discoveries of great Western myths (Grece, Rome, the Bible, the imported Arabian Nights), the great Western classic (Rabelais, Cervantes, Joyce) and the greatest precursors from his own contienent (Borges, Asturias, Carpentier, Rulfo)..."
Lista a la que agregaría, para efectos de lo que pretendo decir, también a Joseph Conrad y su Nostromo, al que el mismo Gabriel García Márquez ha insistido en mencionar, sin mayores explicaciones.
Llamo la atención sobre este asunto porque quiero proponer una hipótesis descabellada sobre las conexiones de Cien años de soledad con Nostromo, de la misma forma como ya lo propuse sobre otras conexiones apenas o nunca antes mencionadas, tales los casos:
- De don Ramón del Valle-Inclán y de entre sus obras, artículos y entrevistas: Las Sonatas, La corte de los milagros y Tirano Banderas, que se conectan con el coronel Aureliano Buendía, Melquíades y con el "tono" de Cien años de Soledad.
- De Malcolm Lowry, su novela Bajo el volcán, sus cartas y una semblanza biográfica, motivos en el discurso de Carlos Fuentes, lo que explico en otra parte.
- De Edgar Allan Poe, por la casa y el incesto en El hundimiento de la casa de Usher.
Pendiente y para una posterior exploración quedan por demostrar las conexiones con Alejandro Dumas, padre, en especial de su folletín, Joseph Balsamo: Mémoires d'un médecin, el que apenas he insinuado en conexión con Melquíades, porque se le anota en Tirano Banderas.
Y es que en todo este cuento de las influencias de Gabriel García Márquez y su escritura de Cien años de soledad, ha perdurado la leyenda, propiciada por él y sus cercanos, de que en la novela, además del uso de elementos de su biografía, recuerdos y amigos, él utilizó una muy buena parte de su asombrosa memoria de lector empedernido. Lo cual es cierto y mucho de ello ya se ha desvelado... pero no todo.
Con Cien años de soledad, a diferencia de sus otras obras posteriores, aun permanecen en el misterio algunas de sus conexiones, correspondencias e intertextualidades.
Ese sería el caso con de Joseph Conrad y su novela Nostromo, a la que, si bien algunos comentadores consideran como importante influencia en Cien años de soledad y se han demostrado las conexiones y correspondencias con El coronel no tiene quien le escriba y con otras de las novelas posteriores, todavía no he encontrado una buena explicación que responda a los cómo, por qué, dónde, etc., Nostromo y Cien años de soledad se conectan, corresponden e intertextualizan, y, algo de eso es lo que me propongo intentar explorar como ya lo hice con otras fuentes.
Ese ha sido el propósito de este trabajo, un trabajo en progreso, con el que, desde su inicio y a partir del discurso de Carlos Fuentes en el homenaje que se le ofreció Gabriel García Márquez en Cartagena, el 24 de abril de 2007, con motivo de sus ochenta años y cuarenta de la publicación de Cien años de soledad, me propuse desvelar y descifrar algunas de las claves que Carlos Fuentes, como testigo cercano y excepcional, ofrecía de manera hermética y literaria sobre el origen, nacimiento y escritura de Cien años de soledad y el proceso de formación y preparación, vital y estético, que había sufrido el autor para realizar esa obra maestra de la literatura universal (3).
Sin embargo y luego de desveladas y descifradas esas claves, me encontré con que, y al igual que como el resto de los comentadores, sólo había logrado aislar algunos elementos que se dispersaban sobre el total de la novela como piezas sueltas de un rompecabezas que, si bien, insinuaban partes de una especie de mosaico, de tapiz o de mural gigantesco de sombras (4), y que era necesario continuar con la búsqueda de un marco, un boceto, general en el que encajaran las piezas encontradas, así como de las piezas restantes que lo completaran.
Para ello y si se quiere armar y contemplar la visión total, no de la novela en sí, sino de las materias y materiales que participaron y le dieron origen y nacimiento a su escritura, era indispensable empezar por encontrar las claves de los modelos, de la matriz o matrices de la composición y de las estructuras que unifican y explican el todo,
El método empírico que utilizo para mis exploraciones y al cual denomino de Lector Ludi o, si se quiere, de Lectura Lúdica, y el cual ya he expuesto en otras partes, comienza por formularse preguntas primordiales sobre el asunto. Una especie de método filosófico en el que se aspira a proponer respuestas hipotéticamente descabelladas sobre las primeras causas y materias.
Fue así y luego de descubrir los orígenes del mito o leyenda del nacimiento de Cien años de soledad y de algunos de sus elementos constitutivos, todavía era necesario salir en la búsqueda de aquellos elementos y materias que contribuían a la organización y estructuración entrópica de ese fractal.
¿Cuáles eran aquellas materias o influencias que servían de punto de apoyo, de modelos, en el desarrollo de la matriz, de la estructura y de la composición?
Era inevitable presuponer la existencia de unas materias o conexiones que se constituyeran como modelos, matriz o matrices, a partir de los cuales Gabriel García Márquez debió marcar la composición y estructura de su escritura. En literatura, los críticos literarios hablan de palimpsestos, intertextualidades y no sé cuántos más conceptos de análisis literario.
Así que me pregunté:
¿De dónde tomó Gabriel García Márquez el modelo geográfico y el modelo histórico sobre el que se desarrollan Macondo y la existencia de sus habitantes?
Según mi método lúdico, era necesario encontrar las obras familiares de Gabriel García Márquez en las que, al igual que en Cien años de soledad, se empezara por fijar el mapa del territorio y en las que, al mismo tiempo, se ofreciera un esquema o matriz del desarrollo de la historia.
Todavía siento el éxtasis de mi primera lectura de Cien años de soledad, a comienzo de los años setenta, cuando deduje y descubrí, por mi lectura de la biografía escrita por Eduardo Santa, que el coronel Aureliano Buendía se me parecía al general Rafael Uribe Uribe y a sus campañas militares en la Costa Atlántica durante la Guerra de los Mil Días.
Ese es el punto de partida de mi método de Lectura Lúdica. Había que buscar, por abducción e intuición, descubrir las lecturas que Gabriel García Márquez había hecho para la versión primera, fracasada y perdida -o, ¿reciclada en Cien años de soledad?-, de El otoño del patriarca, esa novela "de dictador" que él estaba escribiendo antes de ser atrapado por la escritura de Cien años de soledad, entre las cuales, y además de Tirano Banderas, había que creerle la importancia que le asignaba a Joseph Conrad y a su Nostromo, como materias literarias y políticas con la fuerza capaz de trascender y servir de modelo geográfico e histórico para Macondo y sus habitantes.
Dicho y hecho, en Nostromo, en cuya descripción geográfica de "la ciudad de Sulaco" Gabriel García Márquez descubrió el paso de Joseph Conrad por Santa Marta y Cartagena, y en la historia de "la República de Costaguana", se contemplaban, de manera palpable, la matriz o palimpsesto sobre el que se trazan la geografía y la historia de Macondo y sus habitantes.
Por ejemplo, mientras Sulaco se localiza en la cara norte de la Sierra Nevada de Santa Marta, frente al mar y cercana a un desierto, Macondo está en la cara del sur, sobre la llanura y cercano a la Ciénaga Grande de Santa Marta.
Desierto y ciénaga, territorios que para ambas novelas son de leyenda y superstición y en los que se ocultan tesoros o galeones encallados y en donde se pierden los osados exploradores que en ellos se aventuran.
Nostromo se convierte así, para Gabriel García Márquez, en una fuente inagotable de motivos, figuras e imágenes, etc., que, como los de los cuentos de los abuelos, los de la gente y los de la ingente literatura contenida en su memoria, fueron transmutados por su imaginación, para alimentar y metabolizarse en el momento de la escritura de Cien años de soledad.
Son muchos los elementos, motivos, figuras, etc., de la geografía e historia de "La ciudad de Sulaco" y de "la República de Costaguana", que se trasponen, yuxtaponen, conectan y corresponden, en los escenarios de Macondo y de la República de Colombia.
Se podría deducir que tales conexiones y correspondencias son, además de un acto deliberado de Gabriel García Márquez, la correspondencia con un evento histórico: hacen parte de la información que Joseph Conrad utilizó para la escritura de Nostromo a raíz de su visita a Santa Marta y Cartagena en 1876, cuando era el joven marinero polaco Josef Conrad Korzenlowski (1857-1924), con el fin de entregar un cargamento de armas para el ejército rebelde de los conservadores en plena época de las guerras civiles entre liberales y conservadores.
La historia de "la República de Costaguana", con la que Joseph Conrad conecta a Nostromo con el ámbito ficticio de una hipotética república suramericana de finales del siglo XIX (algo similar a lo que don Ramón María Valle-Inclán hace después en Tirano Banderas) y sus historias de inestabilidad política, de guerras civiles, del colonialismo e intervencionismo por parte de las potencias europeas y de Estados Unidos, se corresponde con la historia de lo que en ese entonces se llamaban los Estados Unidos de Colombia, según las historias que Santiago Pérez Triana, el hijo del presidente liberal Santiago Pérez, le contó a Joseph Conrad (5) y que él utilizó para el contexto histórico de Nostromo y de "la República de Costaguana".
Esa historia de Colombia es la que, también, Gabriel García Márquez emplea para armar el contexto histórico de Cien años de soledad: guerras, revueltas, rebeliones, revoluciones, de ejércitos, generales, coroneles, soldados: los idealistas fracasados y nostálgicos contra los oportunistas y pragmáticos; partidos políticos y políticos y funcionarios estatales, retóricos, pomposos y corruptos; imperios y compañías multinacionales que explotan ambiciones y recursos; injerencias extranjeras y un extenso etcétera.
También lo son los asuntos económicos: La mina, "la Compañía Oceánica de Navegación a Vapor (La O. S. N., como corrientemente se decía)" y la construcción de los ferrocarriles, traspuestos como los modelos en los que se pueden contemplar a la compañía bananera y el ferrocarril de Macondo.
Pero no es sólo por el ámbito geográfico, histórico, político, económico, de Sulaco y de "la República de Costaguana", por lo que se conectan Nostromo y Cien años de soledad, también se trasponen, conectan y corresponden, los personajes, las circunstancias, las condiciones, los eventos, etc., de la vida social de Sulaco a Macondo...
Damas y caballeros de rancia y anacrónica aristocracia europea que persisten en sus amanerados modales en medio de un mundo salvaje y exuberante que los devora sin remedio.
Mercenarios y rebeldes garibaldinos, envejecidos y nostálgicos de viejas guerras de independencia.
Fiestas y carnavales...
En fin...

NOTAS
(1) Gérard Genette, Palimpsestos. La literatura en segundo grado, Taurus, Madrid, 1989, p. 497.
(2) Gerald Martin, Gabriel García Márquez, A life, Alfred A. Knopf, New York, 2009, pp. 289, 291 y 292.
(3) Iván Rodrigo García Palacios, Desde las entrañas de Bajo el volcán al "furor" de Cien años de soledad, Medellín, 2008:
http://lowry-garciamarquez.blogspot.com/
(4) Iván Rodrigo García Palacios, Desde las entrañas de Bajo el volcán al "furor" de Cien años de soledad, Medellín, 2008, en la presentación. Ver:
http://lowry-garciamarquez.blogspot.com/
Malcolm Lowry, Bajo el volcán, Tusquets, Barcelona, 1997.
"Un mural", un mural de sombras, para llamarlo con la misma fórmula o motivo con el cual Malcolm Lowry (1909-1957) lo nombró en Bajo el volcán, quienes serán los protagonistas de este proceso de desvelos:
"La llamarada iluminó toda la "cantina" con un resplandor en el que las siluetas de la barra [...] parecieron congeladas por un instante: un mural" (BV: cap. I, p. 64).
(5) Alejandro Gaviria, De Un Posible Joseph Conrad en Colombia:
http://www.scribd.com

Una Lectura Lúdica a la escritura de Cien años de soledad

Una Lectura Lúdica a la escritura de Cien años de soledad

-¿Cómo se escribió Cien años de soledad?

Por Iván Rodrigo García Palacios
La escritura de Gabriel García Márquez se trasformó por completo a partir del momento en el que se le reveló que toda la literatura era cómo los cuentos que le contaban sus abuelos y los que le contaba la gente: eran historias armadas a partir de las propias historias, de las historias de los demás y de las historias escritas en los libros.
En ese instante hierofánico (1), secreto y misterioso como en todo buen mito, supo que ya podría escribir todas las historias, las que por tantos años había tratado de escribir.
Hasta donde es posible establecer por las biografías, entrevistas y memorias de Gabriel García Márquez, así como por los testimonios de sus familiares y amigos, ya es bien conocida buena parte de los cuentos, historias, anécdotas y leyendas que le contaron sus abuelos y otras gentes, así como algunos de los eventos de su vida que pasaron a formar parte como motivos y figuras en su narrativa.
Sin embargo y a pesar de los numerosos estudios, aun quedan espacios por llenar, porque, la mayor parte de las veces, son territorio vedado para los estudiosos, ya que son asuntos secretos y misteriosos sin posibilidad de ser probados o legitimados. Esos son los que deben excitar la curiosidad del Lector Ludi, quien, por el juego de su Lectura Lúdica y por los senderos de su imaginación, puede contribuir a esclarecer, conectar y relacionar, sin tener que ceñirse a la rígida normatividad de los estudios académicos.
Tal es el caso de tratar de encontrar aquellas materias poco conocidas o apenas mencionadas que intervinieron al momento de la escritura de Cien años de soledad y a las que se mantiene confinadas en los territorios del mito y la leyenda.
De entre los incontables secretos, literarios, políticos, sociales, íntimos, etc., que Gabriel García Márquez se llevará con él a la tumba, quizás, las historias que más han tratado de desvelar los críticos y periodistas, son las de ese instante sagrado y su posterior intervención en la escritura de Cien años de soledad.
Pero, esos, como todos los secretos y misterios que hacen posible la realización de cualquier obra maestra del arte universal, son, más que un secreto, un misterio indevelable, aún para el mismo artista, porque ni él mismo sabe ni podrá saber cómo y por qué logró tal maravilla. Es por ello que esos misterios permanecen intocables, pero nunca inabordables.
Ese sí que es un reto para provocar y excitar la curiosidad, la imaginación y el placer de los Lectores Ludi y que pueden subvertir la formalidad de lo críticos profesionales.
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Contempladas así las cosas, a Cien años de soledad se le puede mirar como a un cuento contado en un gigantesco y maravilloso mosaico, mural (2) o "puzzle" que se arma y se desarma como un calidoscopio: cada quien, a partir de la misma materia y piezas, contempla y ve el objeto maravilloso y cambiante, siempre el mismo, siempre otro, un misterio fascinante que, como los mitos, son presencias, presentimientos, que no se pueden ni ver ni tocar... son sólo sujetos y objetos de lectura para la imaginación y la razón.



NOTAS
(1) Mircea Eliade, Tratado de historia de las religiones, Biblioteca Era, México, 1984, p. 26 y ss.
(2) Iván Rodrigo García Palacios, Desde las entrañas de Bajo el volcán al "furor" de Cien años de soledad, Medellín, 2008, en la presentación. Ver:
http://lowry-garciamarquez.blogspot.com/
Malcolm Lowry, Bajo el volcán, Tusquets, Barcelona, 1997.
"Un mural", un mural de sombras, para llamarlo con la misma fórmula o motivo con el cual Malcolm Lowry (1909-1957) lo nombró en Bajo el volcán, quienes serán los protagonistas de este proceso de desvelos:
"La llamarada iluminó toda la "cantina" con un resplandor en el que las siluetas de la barra [...] parecieron congeladas por un instante: un mural" (BV: cap. I, p. 64).
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