viernes, 18 de febrero de 2011

Carta eleusina (2o. asunto personal)

Triunfo de Dionisios y Ariadna


Iván Rodrigo García Palacios
Carta eleusina
(2o. asunto personal)

Frank David


Antes de comentar su "cuestión" e intentar respuestas a sus preguntas:


Me alegré por el doble acierto de mis propósitos: responder a su artículo y calibrar las consecuencias de mis provocaciones. Mis expectativas han sido satisfechas.


Me alegró, aún más, el que hubiera aceptado y dado continuidad a la interlocución, ese ámbito de tan difícil encuentro y la que quisiera proponerle continuar, ganando en confianza y en mutuo beneficio, el que para mí es: el ser provocado.


Así que para empezar, una mínima presentación:


Soy periodista jubilado de El Colombiano y de oficio actual: Lector Ludi, lo que, entre los muchos significados, consiste en provocar en mis amigos, conocidos y desconocidos, "el furor" bruniano por La Sabiduría, tal y como la vivían los más antiguos de los antiguos griegos.


Ahora sí, a "la cuestión" y a sus preguntas.


En todo lo concerniente con Nietzsche, las cuestiones no pueden ser de si o no, pero tampoco es del caso enredarse en complejas hermenéuticas, como las de la multitud de sus exégetas académicos, dueños y señores de su herencia que, por interesantes y útiles que resulten, hablan más de ellos que del propio Nietzsche, en contra de como a él le gustaba que lo leyeran. Pero, tampoco para ignorarlos, se debe seleccionar y gozar con aquellas honrosas excepciones. Ya habrá tiempo para hablar de ello.


Primero, la respuesta es "sí", pero también es un "no". En Nietzsche todo debe mirarse filtrado tanto por lo dionisiaco como por lo apolíneo, tal y como él los concebía, pero también como se los enmienda Giorgio Colli, porque de esa manera es posible separar, así sea hipotéticamente, de sus intenciones existenciales, sus propósitos filosóficos, lo que, si bien se sintetiza se funde y confunde en su escritura, son dos materias que se fagocitan entre sí.


Y atrás de esto, hermético, enigmático, clandestino (casi que diría, "inconsciente", si no fuera porque no creo en nada de lo Freud), se oculta Ariadna, de cuyo poderoso influjo hablaré más adelante.


Eso explica mi propuesta de la triple génesis del Superhombre y del eterno retorno y, por supuesto, la voluntad de poder, las cuales alimento a partir de las siguientes fuentes:


- Para la génesis existencial (vida y muerte): en el Nietzsche, de Lou Andreas Salomé; en el estudio que realizó Alexander Nehamas: Nietzsche: la vida como literatura, así como en el Nietzsche, de Mazzino Montinari, entre otros. Y por supuesto, su correspondencia, los fragmentos póstumos, sus obras, los testimonios de sus allegados y cercanos y en sus biografías.


Para muestra, este testimonio de Franz Overbeck, el buen samaritano y amigo de casi toda la vida y del colapso final:


"La manera en que un día, sufriendo en cama profundamente por sus migrañas, intentó iniciarme por primera y última vez en su doctrina secreta, no podía dejarme la menor duda de que había perdido la razón, aunque no hubiera tenido ninguna experiencia con enfermos mentales.


Nietzsche me confió sus revelaciones del Eterno Retorno durante una estadía en Basilea, en el verano de 1884 (es decir, en el hotel de la Cruz Blanca), de la misma manera misteriosa que, según el testimonio de la señora Andreas Salomé, había hecho con ella. En cama, enfermizo, con una voz siniestramente susurrante, como si estuviese anunciando un secreto formidable, me comunicó parte de su doctrina esotérica. Tal vez antes habló conmigo de la doctrina, pero sólo de una manera completamente accesoria como doctrina notoria de la filosofía antigua y sin prestarle ninguna atención particular como un punto que le concerniera personalmente. Al menos, es muy vago el recuerdo de nuestras conversaciones sobre el tema, anteriores a 1884.


Pero de eso se deduce que, aunque lo que me dijo en 1884 me hubiera resultado totalmente incomprensible, no tenía la menor duda que se trataba de algo asociado con un filosofema antiguo. También en este sentido, algunos años después del desmoronamiento de Nietzsche, Rhode me dijo que compartía absolutamente mi opinión acerca de esa doctrina y que, por lo demás, se negaba a hablar de su aplicación por parte de Nietzsche de otra forma que como un síntoma de su estado mórbido" (Franz Overbeck, La vida arrebatada de Friedrich Nietzsche).

- Para la génesis dionisiaca (bios y zoé): son incontables las fuentes. De las buenas, por ejemplo: el Nietzsche, de Karl Jaspers; el Schopenhauer y Nietzsche, de George Simmel; los estudios sobre Nietzsche, de Karl Löwith; las teorías psicoanalíticas de Gilles Deleuze (por imaginativas); las interpretaciones de Giorgio Colli y muchas más. También las hay fantasiosas.


Esta vez la muestra es de Giorgio Colli:


"Una indicación reveladora


En un fragmento escrito en 1883, Nietzsche declara haber descubierto el secreto del universo griego. Los griegos creían en el eterno retorno, porque la fe en los misterios significa precisamente eso. La observación es importante sobre todo como testimonio de la relampagueante penetración histórica de Nietzsche (aunque no considere oportuno divulgar dicha intuición): el vértice de lo griego habrá que buscarlo en el éxtasis colectivo, en el conocimiento místico de Eleusis. Y se puede tener la certeza de que al establecer semejante relación Nietzsche no pensaba en los ritos agrarios y en el ritmo cíclico de la vegetación. Pero más importante todavía es la revelación personal, algo similar a la séptima carta platónica: la doctrina suprema de Nietzsche es una figuración mística, una visión que libera de cualquier aflicción y de cualquier deseo, incluso de la individuación. Después de esa experiencia todas las ideas, discusiones, doctrinas de Nietzsche no serán más que una comedia de la seriedad" (Giorgio Colli, Después de Nietzsche, p. 151).



- Para la génesis moral-política, corrijo ahora y digo mejor: apolínea (logos y theoría): la gran fuente es el Nietzsche, de Heidegger. Fue él quien marcó y determinó la forma de interpretar a Nietzsche a partir de los años treinta del siglo XX. Su obra, si bien es monumental, debe ser leída con mucho cuidado dadas las intenciones e identificaciones ideológicas de Heidegger con el nazismo, las mismas que están presentes en las lecciones dictadas en la Universidad de Friburgo entre 1936 y 1940 y cuyos materiales son la materia del libro y las que, así él hubiera intentando matizarlas, no lo logra... del todo. Sin embargo, en ese defecto radica su virtud: Heidegger logra extraer la esencia moral-política del Superhombre, el eterno retorno y la voluntad de poder.

Hay que recordar que en su discurso de la rectoría, en su rectorado, 1933-1934, y en su negada y silenciada admiración por el III Reich o III Imperio Alemán, también él se ilusionó con "el reino de los mil años de Heidegger". Algo implícito y tácito en su obra: la aristocracia del Espíritu y de la sangre, sólo que una aristocracia ideológica, muy diferente a la de Nietzsche.


Como le dije en mi anterior carta, la utopía del "reino de los mil años de Zaratustra", si, es imposible, porque, en las utopías dionisiacas y apolíneas, cuando se excluye a Ariadna, La Gran Diosa Madre, dadora de La Vida (con alegría) y de La Muerte (sin violencia), los hombres, las mujeres y los pueblos, pierden el uso de la razón -pierden la cabeza- y, lo que pudo ser una fiesta de éxtasis individual y colectivo, se convierte en una masiva orgía sangrienta.


(A manera de provocación, cuando es viceversa y en las utopías de Ariadna se excluye a Dionisios y Apolo, la tragedia es otra).


La Gran Utopía de Ariadna, Dionisios y Apolo, si pudo existir y puede estudiarse en la historia del reino pre-griego de Minos, antes de 1600 a. de C., que es donde se encuentra el origen primitivo y paleolítico de Ariadna y Dionisios. Tema fascinante.


Segundo, el colapso de Nietzsche es un universo científico y hermenéutico de suposiciones y supersticiones en el que todos podemos habitar con comodidad, pero que, para mi gusto, es mejor seguir considerando como el mejor territorio de la ciencia ficción biográfico-filosófica, por ejemplo, la hipótesis: Nietzsche fingió su locura a partir de enero de 1889.


Por ello prefiero gozar con mi hipótesis descabellada del castigo de Dionisios y Apolo, más que merecido por querer seducir a Ariadna, pero sin antes haber resuelto el enigma de su laberinto:



"El enigma que resuena desde las feroces mandíbulas de la joven virgen" (Píndaro).



Y por haber tenido la soberbia de considerarse único dueño de ese "conocimiento", porque el enigma es



"Un juego que se transforma en desafío trágico, en un peligro mortal del que solo pueden salvarse, pero sin jactancia, el sabio y el héroe" (Giorgio Colli, El nacimiento de la filosofía, Tusquets, Barcelona, 2009, p. 33).



A Nietzsche le ocurrió con su enigma de Ariadna algo así como lo que contó Aristóteles de Homero:



"Un cuento antiquísimo, atestiguado por fuentes diversas, es el documento fundamental sobre el nexo entre sabiduría y enigma. Se trata de un filón de la literatura biográfica sobre Homero, retomado en el siguiente fragmento de Aristóteles: “... Homero interrogó el oráculo para saber quienes fueran sus padres y cual su patria; y el dios respondió así: ‘La isla de Io es patria de tu madre, y esa te acogerá muerto; pero tú, guárdate del enigma de los hombres jóvenes’. Poco después ... llegó a Io. Allí, sentado en un escollo, vio a pescadores que se acercaban a la playa y les preguntó si tenían algo. Estos, puesto que no habían pescado nada, pero se estaban despiojando, por la falta de pesca, dijeron: ‘Cuanto hemos cogido lo hemos dejado, pero cuanto no hemos cogido lo traemos’, aludiendo con un enigma al hecho que los piojos que habían cogido los habían matado y dejado caer, y los que no habían cogido los traían en la ropa. Homero, siendo incapaz de resolver el enigma, murió por el abatimiento” (Giorgio Colli, El nacimiento de la filosofía).



Es que el enigma de Ariadna, como los enigmas y misterios de los más antiguos de los antiguos griegos, es lo paradójico: el Nietzsche filosofo quiso ser y predicó el heroísmo dionisiaco y apolíneo, pero el Nietzsche existencial fue "... demasiado humano", al igual que la humanidad actual, escindido, consciente, pero sin aceptarlo, de Ariadna.


No de otra forma se lo puede explicar, por paradójico que lo parezca:


El Homo-Humano es lo que es: bestia, ángel y demonio, que se cree y crea dioses.


El enigma de Ariadna es asunto que enciende mi "furor" bruniano... más allá y más acá de Nietzsche, porque fue en su laberinto en donde me topé con Nietzsche, pero, por sobre eso, con el juego y el goce de vivir.


En fin, "cuestiones para dar y convidar".


Aquí lo espero.


Saludos,


Iván Rodrigo.


PS. Espero disculpes, no es exhibición de erudición, la que ni me queda ni me gusta. Es la expresión de un panorama de asuntos para la interlocución que ofrezco a sus intereses y beneficios.
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