miércoles, 12 de enero de 2011

Las imposturas de Freud (2a. parte)

Iván Rodrigo García Palacios
Las imposturas de Freud (2a. parte)

- Génesis del PROYECTO DE PSICOLOGÍA (1895-1950) (1).

La inspiración, motivación e intenciones de las obras de los hombres no siempre se corresponden con la bondad o la perversidad de sus resultados. Es la naturaleza del hombre: bestia, ángel y demonio. Las grandes obras de los hombres son superiores a él y a sus intenciones: frutos de la carne que "el furor" del espíritu trasforma en paraísos o en infiernos.
Por ejemplo, Nietzsche, en 1883, despechado por su enamoramiento y el rechazo de Lou Andreas Salome, escribió Así habló Zaratustra, una de las obras más conocidas de la literatura y la filosofía. O Thomas Mann que escribió sus novelas y relatos impulsado por sus ambiciones y atormentado por sus preferencias emocionales, sexuales. O Fiódor Mijáilovich Dostoievski que escribió sus grandes novelas agobiado por sus profundas crisis existenciales y fisiológicas. O que Franz Kafka expresó en sus relatos y novelas su compleja naturaleza emocional. O que todos ellos y muchos otros más, produjeron algunas de las obras más importantes de la historia universal de la filosofía, la literatura y la ciencia, de los siglos XIX y XX.
En fin, son múltiples los ejemplos de grandes obras o inmensas acciones humanas que pueden consultarse en la historia de la política, las religiones, las ciencias, las artes, etc., en las que la naturaleza y el espíritu humanos se expresan de manera visceral, pero en los que siempre es necesario distinguir que una cosa es la naturaleza del hombre y que otra es la de sus obras.
Sigmund Freud (1856-1939), es uno de esos ejemplos. Muchas de sus obras las produjo en respuesta a algunos de los fracasos de su desmedida ambición, en medio de crisis existenciales y hasta afectado en su salud. Obras cuyos fundamentos están siendo denunciados, cuyo impacto fue indiscutible, pero cuyas consecuencias han sido desastrosas.
Una de esas obras, la que él mismo ni aceptó ni rechazó, pero ocultó, fue aquella en la que soportó gran parte de sus ideas y de las obras que escribió posteriormente: PROYECTO DE PSICOLOGÍA (1895-1950), un escrito extraño y diferente a todos los demás de su extensa obra escrita y el cual permaneció inédito y casi oculto hasta 1950. La historia de la escritura y la posterior publicación del Proyecto la cuenta James Strachey en su introducción a las obras completas de Freud, ya citadas atrás.
Mi interés no es analizar el contenido y consecuencias de ese escrito, lo que dejo a los "doctores de la santa madre iglesia psicoanalítica", así como a sus detractores.
Mi gusto por estas exploraciones en las obras de los hombres se explica por el gozo de formular hipótesis descabelladas sobre los motivos y las materias que, hipotética, deductiva, inductiva y abductivamente (2), pudieron intervenir en su concepción, gestación y nacimiento, es decir, tratar de responderme a las preguntas: ¿cuándo, cómo y porqué?, alguien emprende y realiza una obra que resulta ser mejor o peor que él mismo como ser humano o, simplemente, expresar lo que cada cual es.
El Proyecto de psicología (1895-1950), fue escrito durante lo que Freud llamó: "esplendido aislamiento" de 1895, cuando en medio de las situaciones críticas en su vida personal y profesional, creyó poder "brindar una psicología de ciencia natural" que acallara las críticas sobre la carencia de fundamentos científicos de sus propuestas y el rechazo de que eran objeto, al igual que a él mismo y a su desempeño profesional:
"El propósito de este proyecto es brindar una psicología de ciencia natural, a saber, presentar procesos psíquicos como estados cuantitativamente comandados de unas partes materiales comprobables, y hacerlo de modo que esos procesos se vuelvan intuibles y exentos de contradicción" (Sigmund Freud, Obras Completas de Sigmund Freud. Standard Edition. Ordenamiento de James Strachey, Volumen 1 (1886-99). Publicaciones prepsicoanalíticas y manuscritos inéditos en vida de Freud, Proyecto de psicología. (1950 [1895]).
Fue desde el 27 de abril de 1895 y a un febril ritmo, cuando, por dos o tres semanas, Freud escribió ese extraño texto que dejó inconcluso, pero sobre cuyo asunto continúo obsesionado, tal y como lo muestra su correspondencia con Fliess, hasta el primero de enero de 1896, unos meses antes de pronunciar la conferencia del 21 de abril de 1896 y luego de publicar el artículo sobre la Etiología de la histeria, cuyo frío recibimiento por parte de la sociedad científica, lo obligo a cambiar su enfoque del análisis psicológico. En consecuencia, con ello determinó el resto de su destino y obras, algo que, como lo han demostrado sus críticos, se correspondía con su compleja naturaleza humana.
Analizar buena parte de lo existencial y biográfico que de Freud se conjugó en ese momento, es indispensable para tratar de desentrañar las respuestas a mis preguntas y descubrir las fuentes que inspiraron y motivaron a Freud para la escritura de su Proyecto de psicología (1895-1950).
Mis hipótesis descabelladas se proponen mostrar las circunstancias y condiciones que impulsaron a Freud a escribir ese texto, su propósito, los antecedentes, las influencias y las fuentes sobre las que se apoyó, tanto que él las hubiera reconocido, ocultado, negado o, por otra parte, las que se puedan deducir o abducir de la lectura de sus obras y de su biografía. Sobre algunas de esas fuentes ya escribí en el texto anterior.
En ese contexto, me propongo analizar lo siguiente:
En primer lugar, esa escritura se corresponde al momento de la gran crisis en la existencia, personal y profesional, de Freud, una crisis que, como las que con anterioridad o posteridad y en diferentes circunstancias e intensidades, se le presentaron y lo afectaron a lo largo de su existencia, lo impulsaron a ejecutar acciones y obras significativas en su biografía, así como a tomar decisiones que determinaron su destino, para bien o para mal.
En segundo lugar, Freud produjo la mayor parte de sus obras y ejecutó muchas de sus decisiones en respuesta a situaciones en las cuales fue controvertido y carecía de los fundamentos necesarios para responder a las críticas.
En tercer lugar, como la mayor parte de las personas, Freud buscaba reproducir, reinstaurar o retornar a aquellos elementos, sensaciones y condiciones de sus pasados éxitos y así reponerse de los sufrimientos, ansiedades y angustias que le producían sus fracasos y controversias.
En cuarto lugar, los antecedentes juveniles marcaron profundamente su capacidad de desempeño personal y profesional, así como también lo dotaron de una amplia y asistemática formación intelectual a la que recurriría, como a una fuente entre luminosa y oculta, para resolver sus crisis, más evidentemente, sus crisis profesionales y emocionales.
Sucintamente voy a tratar de exponer estos cuatro puntos, los cuales y por su naturaleza, se conectan y relacionan entre sí.
Pero antes, una explicación. Las situaciones emocionalmente críticas tienen el poder de desbarajustar la existencia de algunas personas y hacerlas tomar decisiones y ejecutar acciones desesperadas, extremas y descontextuadas que, en casos excepcionales, producen resultados inesperados pero significativos, tal y como lo fueron las crisis existenciales de Freud, tanto las anteriores como las posteriores a 1895.
Como bien se sabe, Freud fue un maestro a la hora de ocultar, censurar o transformar la historia de los eventos de su pasado, con la deliberada intención de acomodar su biografía personal y profesional a su conveniencia.
Si bien, a principios de 1885, Freud destruyó su archivo personal y que, por mucho tiempo fue difícil tener información adecuada sobre su juventud, esa situación ha sido superada al encontrarse otras fuentes.
Pero esa no fue la única vez Freud tratara de manipular su historia pasada, lo que haría hasta después de muerto. Esa situación se repetiría a principios del nuevo siglo XX o, de manera diferente, como cuando vendiera parte de su biblioteca a libreros de libros usados y destruyera parte de sus archivos antes de irse a Inglaterra huyendo del nazismo en 1938 y como, a su imagen y semejanza, sus herederos manipularon sus archivos de tal manera que él mismo lo hubiera aplaudido.
Ahora sí, retomo la historia:
1. La crisis existencial y profesional que afectaba a Freud en 1895 está determinada por las siguientes causas y antecedentes:
Los primeros eventos, aparentemente insignificantes, que marcaron el destino de Freud, se sucedieron entre 1872 y 1873. Una primera crisis que determinará el genio y figura del futuro de Freud:
Primero: Le sucede su primer y juvenil enamoramiento por Gisela Flüss, aparentemente frustrado, cuando la realidad apunta a que fuera hacia la madre de la joven con quien Freud mantuvo una platónica relación. La influencia de este evento afecta al que sigue, Freud siempre taimado, disimuló y enmascaró sus verdaderos intereses, al igual que sus intenciones.
Segundo: Al momento de prepararse para enfrentar su evaluación para optar a los estudios universitarios, Freud había elegido estudiar leyes, pero cambia su decisión y decide estudiar medicina, según él, a raíz de haber escuchado, a principios de 1873, la lectura de algunos fragmentos de Sobre la naturaleza, obra atribuida a Goethe, lo cual lo impulsó a dedicar sus esfuerzos al estudio de las ciencias. Son, esa lectura y su decisión, las que marcaron su destino, como mostraré más adelante.
Tercero: En uno de los resultados de los exámenes de evaluación fue destacado el hecho de ser un muy buen escritor y buen manejador del lenguaje y del estilo, asunto de lo que se mostró, vanidósamente, orgulloso y lo que incidió, en mi concepto, en su comportamiento futuro, porque, como se sabe, Freud se sentía fastidiado por las actividades de laboratorio y por el contacto con los enfermos. Él prefería lo que finalmente hizo mejor: escuchar historias y escribir teorías en la comodidad de su consultorio.
Hay que destacar la admiración temprana de Freud por Goethe y su dedicación a la literatura, como que leía a los clásicos en griego y latín y hasta a Don Quijote en español. Bien reconocida es la habilidad de su memoria y su amplia, aunque no profunda ni sistemática, cultura filosófica y literaria.
La segunda gran crisis que quiero destacar corresponde a 1885/86, momento que marca su cambio de dirección hacia el estudio y curación de las enfermedades mentales, dado el interés que le habían despertado sus trabajos de neurología y que lo llevarían a París a estudiar con Jean Martin Charcot.
Lo que debo destacar de esta crisis es el hecho de su enamoramiento por Martha Bernays y las dificultades que enfrentaba con la familia de ella, la que no lo aceptaba por considerar que no era un buen partido, asunto que Freud promete resolver al regresar a Viena ya convertido en un Fausto goethiano capaz de curar todas las enfermedades mentales incurables y decidido a casarse con ella. Así lo profetiza en su carta de mediados de 1885 a Martha, en la que le anuncia su beca y de lo que pronto será capaz lograr:
"¡Será maravilloso! Llegaré bien provisto de dinero, estaré bastante tiempo contigo, te llevaré un regalo hermoso, me trasladaré después a París, me convertiré en un gran científico, volveré a Viena rodeado de un halo grande, enorme, no tardaremos en casarnos, curaré todas las enfermedades nerviosas incurables, conservaré mi salud gracias a ti y te besaré hasta que estés fuerte, alegre y feliz" (Freud-Martha Bernays, 20 de julio de 1885, Letters, p. 166, 154. Citada por Ronald W. Clark, Freud. El hombre y su causa, Planeta, Barcelona, 1985, p. 44).
Los diez años siguientes son historia es bien conocida.
Salto hasta la crisis de 1895, la que determina la escritura del PROYECTO DE PSICOLOGÍA (1895-1950). Crisis que fue causada por variados factores:
Primero: Freud se había quedado aislado con su familia y sin amigos, pues no sólo había roto su relación con Josef Breuber, tras el fracaso y mentiras de sus Estudios sobre la histeria, sino que los demás colegas se habían distanciado a causa de la postura de Freud con relación a la incidencia sexual y el tratamiento de la histeria y la neurosis, asuntos que rechazaba no sólo la comunidad científica sino también la sociedad vienesa.
Segundo: la amenaza de una afección cardiaca que se había manifestado en 1893, que lo mantenía atemorizado, así como que también lo angustiaba la prohibición de fumar que le había impuesto Fliess. Además, la situación de sus finanzas como la de su éxito profesional era variables, asuntos que lo angustiaban aún más.
Tercero: Es necesario anotar las crecientes inquietudes sociales y políticas, así como el impacto de las nuevas tendencias y descubrimientos en las ciencias y las artes que transformaban violenta y rápidamente el ámbito europeo de finales del siglo XIX, en especial, la confrontación entre el materialismo científico que desvelaba, a pasos agigantados, la naturaleza del hombre y del universo, contra el idealismo platónico cristianizado, sus metafísicas y teologías, las que se resistían, manteniendo las creencias sobre la existencia de un alma como principio y fin de la vida y de un cuerpo en el que se sucedían los fenómenos vitales: el dualismo cartesiano.
En el campo específico de la psicología y en los asuntos que Freud se proponía desvelar, los sucesos habían sido notables como lo apunta la biografía de Freud que escribió Ronald W. Clark:
"El primer Congreso Internacional de Psicología se había celebrado en París en 1889. En 1890 aparecieron Los principios de la psicología, de William James y, con importancia para el futuro de Freud, La rama dorada, de J. G. Frazer, con sus hondas exploraciones en el nacimiento y la evolución de las instituciones. Un par de años después, Henry Havelock Ellis, un inglés desconocido, trabajaba en Hombre y mujer, popular anticipación de sus macizos Estudios sobre la psicología del sexo" (Ronald W. Clark, Freud. El hombre y su causa, Planeta, Barcelona, 1985, p. 83).
Cuarto: Freud carecía, en ese momento de 1895, de cualquier teoría o material importante sobre los cuales trabajar, salvo su grata experiencia con Ernst Brücke y su experiencia parisina con Charcot, así como la lectura y traducción de las obras de este, base de su "socialmente incorrecta" teoría de la seducción; a lo que hay que agregar: los restos de su experiencias, fracasos y conflictos con Breuber; las observaciones y fracasos con sus pacientes histéricas; la problemática postura frente a la sexualidad y, por supuesto, la memoria de su pasado trabajo científico y filosófico. Y, por supuesto, el bagaje de lecturas literarias, filosóficas y científicas, de estas últimas, las ya mostradas antes: Spinoza, Schopenhauer, Nietzsche, Carl Gustav Carus, Eduard von Hartmann, Pierre Janet, etc.
En estas circunstancias, Freud tomaría sus siguientes decisiones extremas, tal y como lo manifiesta en su correspondencia de esa época con Wilhelm Fliess: escribir, primero, el Proyecto de psicología y, un poco después, La Etiología de la histeria.
La historia y las consecuencias de la Etiología de la histeria, así como la formulación de la Teoría de la seducción, han sido suficientemente estudiadas y criticadas. Lo que sigue siendo un misterio es la escritura del PROYECTO DE PSICOLOGÍA (1895-1950).
Sobre ese Proyecto, escribe Ronald W. Clark:
"Más avanzado el año (después de julio de 1895), escribió en pocas semanas un elegante artículo en el que intentó describir los procesos psíquicos en términos de fuerzas mensurables, intento en que faltó poco para que esbozase la teoría de las neuronas, que Wilhelm von Waldeyer presentó al año siguiente, y describiera el sistema nervioso en término de neuronas, nombre dado a las células nerviosas individuales y sus prolongaciones" (Ronald W. Clark, Freud. El hombre y su causa, Planeta, Barcelona, 1985, p. 84).
De aquí en adelante empiezo a formular mi hipótesis descabellada sobre la concepción, gestación y nacimiento del PROYECTO DE PSICOLOGÍA (1895-1950).
Para empezar en algún punto, me hago las siguientes preguntas: ¿De dónde nace este texto? ¿Por qué Freud no lo destruyó junto con aquellos de su fracaso y rechazo de la Teoría de la seducción a principios del siglo XX?
Es necesario reconocer los siguientes puntos:
Primero: El Proyecto es el único texto en el cual Freud propone los rudimentos de una teoría unificada, biológica y metafísica, por una parte, de los fenómenos mentales a partir de la naturaleza de las neuronas, de acuerdo con los descubrimientos científicos de ese momento y, por la otra, de una metafísica del ánima humana como objeto de trabajo científico psicológico.
Segundo: En el Proyecto, Freud logró sintetizar lo más importante de su experiencia y formación pasada e intuir la arquitectura de lo que sería su sistema y el resto de su obra.
Aquí es necesario remontar la historia hasta un posible origen:
¿Podría localizarse tal origen en aquel momento en el cual Freud escucha las supuestas palabras de Goethe, que es el mismo en el que se produce el nacimiento de ese Fausto goethiano, ese en el que se convierte Freud bajo el influjo del clásico alemán y el que, con su visión del mundo y su escritura, determinaran el destino y sembrarán la semilla que germinaría, por única vez, en el Proyecto?
Hipótesis descabellada que se sustenta en la persistente presencia de Goethe y sus obras, en Freud. Un Goethe de quien hace referencias directas o veladas en sus obras a lo largo de su vida, como aquella del Fausto con la que condena el descuido de Josef Breuber al ignorar el motivo sexual en su trabajo conjunto sobre la histeria, como lo anota Han Israëls, sobre una carta de Freud, fechada en 1932:
"En ese momento tuvo en las manos la llave que le hubiera abierto el camino hacia las madres (referencia al Fausto de Goethe, segunda parte, versos 6263-6264), pero la dejo caer" (Han Israëls, El caso Freud. Histeria y cocaína, Turner/Fondo de Cultura Económica, Madrid, 2002, p. 207).
Pero ese es un Fausto contrapuesto a un Hamlet, con el que también Freud se identifica en notorias ocasiones. ¿Indicios que desvelan su compleja, escindida y contradictoria naturaleza?
Luego de aquella primitiva iluminación goethiana, Freud sufre otras y variadas influencias:
Por una parte, la de sus lecturas y estudios de la literatura clásica y moderna, así como de las filosofías clásicas y modernas, lo que ya le había proporcionado algunos éxitos en sus estudios y que le aportarían buenos elementos para sus estudios y obras posteriores.
De estas influencias, algunas son reconocidas abiertamente por Freud, pero otras, las ocultará por razones de conveniencia y sólo es posible encontrarlas en cuidadosa búsqueda de referencias y conexiones.
Véase algunos casos:
Así como Platón, en el siglo IV a. C., pretendió destruir el materialismo hedonista de sus inmediatos predecesores, a los que contrapone su teoría de las ideas o las formas. Platón casi lo logra, pero con la complicidad del cristianismo. Por su parte, Freud, en 1895, pretendió revertir ese idealismo buscando una teoría unificada que sin negar el alma platónica ni el dualismo cartesiano, le permitiera a su ciencia ingresar en los misteriosos terrenos de la mente y el cerebro.
Por ejemplo, debe ser significativo que así como las almas platónicas están investidas de "reminiscencias", "nociones previas" y "reflejo", Freud dotara a sus neuronas de una "investidura" que puede ser tanto metafísica como psicológica, al igual que de "reflejos" y "nociones".
Esto escribió Platón:
"Si uno recuerda [anamnesthenai] algo, fuerza es que tenga de algún modo una noción previa de ello.
Cierto- dijo.
También aceptaremos que una noción -siempre y cuando se produzca en estas condiciones- es una reminiscencia [anámnesis]" (Fedón, 73c).
Por su parte, esto escribió Freud en la Segunda proposición principal: la teoría de las neuronas, combinada con una teoría de "Qη " o cantidad, al describir a las neuronas dotadas de una "investidura" mediante la cual se determina y regulan sus funciones y que parece ser el elemento fundamental que sirve a Freud para explicar todos los procesos nerviosos y mentales:
"La idea de combinar con esta teoría de "Qη" la noción sobre las neuronas, tal como nos la proporciona la moderna histología, es un segundo pilar de esta doctrina. Contenido rector de ese nuevo discernimiento es que el sistema de neuronas se compone de neuronas distintas, de idéntica arquitectura, que están en contacto por mediación de una masa ajena, que terminan unas en otras como en partes de tejido ajeno; y en ellas están prefiguradas ciertas orientaciones de conducción, pues con prolongaciones celulares reciben, y con cilindros-eje libran. A esto se suma, además, la abundante ramificación con diversidad de calibre.
Si uno combina este cuadro de las neuronas con la concepción de la teoría de "Qη", obtiene la representación de una neurona (N) "investida" {besetzt} que está llena con cierta "Qη", y otras veces puede estar vacía". (Proyecto de psicología).
Más adelante, agrega:
“[...] existen neuronas pasaderas {durchlässig} (que no operan ninguna resistencia y no retienen nada), que sirven a la percepción, y neuronas no pasaderas (aquejadas de resistencia y retenedoras de "Qη"), que son portadoras de la memoria y probablemente también de los procesos psíquicos en general" (Proyecto de psicología).
Ahora y ya en otro ámbito cultural y por extraña similitud, el "Q" y el "Qη", esos signos alfabéticos que Freud apenas define como cantidad, parecen tomados de los signos y conceptos del "Qì" o "Kì": "flujo vital de energía" de la cultura china, el mismo que se extiende a otras culturas del Oriente lejano: taoismo, budismo, zen y yoga. Y el mismo que también es asimilado y ampliamente divulgado en Europa por el mesmerismo en la segunda mitad del siglo XIX. Asuntos en los que Freud debió interesarse de manera particular.
Para explicar esa similitud, véase lo que se entiende por "Qì" o "Kì":
En la cultura china tradicional el "Qì" (chino simplificado: 气, chino tradicional: 氣, pinyin: "Qì", literalmente ‘aire, aliento, disposición de ánimo’, pronunciado "chi" [tɕʰi˥˩] en mandarín estándar) es un principio activo que forma parte de todo ser vivo y que se podría traducir como "fujo vital de energía".
El término está extendido también en otros países de Extremo Oriente como Japón y Corea. Es similar a conceptos occidentales como energeia, magnetismo animal, élan vital o energía vital (vitalismo).
De acuerdo a la medicina tradicional china, el "Kì" es una energía que fluye continuamente por la Naturaleza, y la interrupción de su libre flujo en el cuerpo es la base de los trastornos físicos y psicológicos. Tiene su origen en el Plasma, el cuarto estado de la materia. Representa el potencial funcional de los órganos. Es el agente primordial de la alquimia china. Es responsable de la circulación de la sangre, controla la termorregulación del organismo, tiene una función inmunitaria y otra de contención, además de un potencial metabólico.
Los practicantes de ciertas disciplinas afirman que el ser humano puede controlar y utilizar esta energía, a través de diversas técnicas, acrecentándola, acumulándola y distribuyéndola por todo el cuerpo o usarla en forma concentrada, como en el Tàijíquán, el Daitō-ryū aiki-jutsu, el Aikidō y otras artes marciales. Otros afirman poder curar cierto número de enfermedades y otros efectos liberando el libre flujo del "Kì" por el cuerpo humano. Éste es el caso de medicinas alternativas como el reiki, la acupuntura la digitopuntura y de algunas disciplinas como el qìgōng.
La ciencia occidental no admite el concepto de "Qì" como un fenómeno real desde el momento que no resulta medible con ningún dispositivo y que sus efectos pueden ser explicados como sugestión. La controversia en torno al "Qì" está relacionada con la explicación de su operatividad como resultado de la intervención del "Qì" como un fluido inmaterial (energía). Algunos maestros de qìgōng proclaman que pueden detectar y manipular de forma directa el "Qì" e incluso operar con el mismo a distancia. Hay una corriente que incluye a algunos maestros de qìgōng tradicionales, que considera que el "Qì" puede ser visto como un proceso biológico y su efectividad puede ser explicada en términos familiares para la medicina occidental.
En fin, la lectura del Proyecto le dará al lector una mejor comprensión a esta conexión Platón-Freud-"Qì", idealismo, ciencia y tradición oriental. Así como que también será posible establecer los elementos tomados de otros filósofos, científicos y tradiciones culturales.
En este contexto, lo que Freud propone es algo así como que el psicoanalista es una especie de "manipulador de los flujos" de "Q" y "Qη", muy del estilo de los maestros orientales, de los chamanes y de los espiritistas que despertaban la curiosidad y atraían atención de los europeos de finales del siglo XIX, con sus novelerías y supersticiones.
Establecida esta posible conexión con Platón y los orientales y como una natural consecuencia, salto a sugerir la utilización por parte de Freud de las ideas de los filósofos y científicos de los siglos XVIII y XIX y, en particular, de dos de los más fundamentales del siglo XVII: Baruch Spinoza (1632 y 1677) y Gottfried Wilhelm Leibniz (1646-1716), maestro y alumno, respectivamente. Lo cual se corresponde con la dinámica del desarrollo del conocimiento, salvo en los casos en los que no se reconozcan "esos hombros de gigantes" o, lo que es peor, cuando se realizan interpretaciones amañadas y retorcidas para acomodarlas al propio beneficio y conveniencia.
De Spinoza, Freud interpreta su concepción de la Naturaleza, del mundo y del hombre, en las que ya se anticipan las conexiones y unidad cuerpo-mente que las actuales neurociencias están demostrando.
A manera de ejemplo, Spinoza afirma, además de lo ya anotado antes sobre el conatus, que mente y cuerpo son atributos paralelos, manifestaciones, de la misma sustancia (Ética, parte I), para luego agregar, sobre lo que Spinoza escribe como "mens", más cercano a mente y no a lo que se traduce como alma:
"PROPOSICIÓN XIII
"El objeto de la idea que constituye el alma (mens) humana es un cuerpo, o sea, cierto modo de la Extensión existente en acto, y no otra cosa" (Spinoza, Ética, II, Proposición XIII).
Nada extraño sería suponer que de esta "mens" que se lee en el texto de Spinoza, Freud también la interprete como "mensurable", como cantidad, para así acomodarla con su teoría de "Q" y "Qη".
Con Leibniz, quien trató de darle una explicación lógica, independiente de la metafísica, a la existencia de la naturaleza y de sus relaciones con Dios, Freud se enfrenta con la necesidad de quedar bien con dios y con el diablo.
De las obras de Leibniz conocidas para la época de Freud: Discurso de metafísica, Monadología y Principios de la naturaleza, que por ser obras más lógicas que metafísicas, son las que, junto con las de Spinoza, podrían haber inspirado a Freud la unificación de materia y alma en la teoría del Proyecto, unificación que era todavía asunto de apasionadas controversias en los ámbitos donde se enfrentaban fe y razón, ciencia y religión, asuntos en los que Freud se jugó más de un malabarismo intelectual por temor a las represalias.
Invito a leer el Discurso de metafísica, de Leibniz, para apreciar la forma como el filósofo emplea las matemáticas y las ciencias en una exposición y argumentación que bien pudo inspirar a Freud esa su ley general del movimiento del Proyecto de psicología, como trasposición a las leyes de la Naturaleza de Leibniz.
Nada de esto puede extrañar en Freud, quien en más de una ocasión se inspiró, como punto de partida para sus teorías, en temas y motivos de obras literarias, científicas y filosóficas, sin mencionarlas, tal el caso del Coloquio de los perros, de Miguel de Cervantes, al que se le asocia con el nacimiento del psicoanálisis, así como otras obras de la cultura española (3).
En fin, pueden y deben existir otras fuentes literarias, científicas y filosóficas en Freud, tales las ya tratadas antes: Schopenhauer, Nietzsche, Carl Gustav Carus, Eduard von Hartmann, Pierre Janet y Lou Andreas Salomé, pero también es necesario reconocer y abonarle aquellas primeras experiencias científicas en las que participó y que son las que, a la hora de la verdad, más le interesaban para componer su cuadro de neuronas y psicología.
Es necesario reconocer la influencia fundamental de sus estudios con el científico y filósofo Franz Brentano en 1874-75, y la de su trabajo con Ernst Brücke, a partir de 1877, que serán las que determinen las posturas filosófico-científicas de Freud y las que incidirán en la formulación del Proyecto.
Serán las propuestas de Ernst Brücke y sus asociados, de donde Freud tomó su postura científica y materialista. Cito la biografía de Ronald W. Clark:
"El hombre bajo cuya severa influencia le contentaría estar durante los seis años siguientes (desde mediados de 1877) había sido, tres decenios antes, miembro prominente del grupo berlinés capitaneado por Helmholtz y Du Bois-Reymond, dos de los tres profesores al curso de los cuales había soñado Freud asistir en Berlín. Du Bois-Reymond había resumido la creencia maestra del grupo al escribir: "Brücke y yo juramos solemnemente poner en práctica esta verdad: "No hay en el organismo otras fuerzas activas que las físicas y químicas comunes. En aquellos casos en que, de momento, algo no pueda explicarse por tales fuerzas, se ha de encontrar el modo o la forma específica de su acción por medio del método fisicomatemático, o aceptar la existencia de otras, de rango igual al de las fisicoquímicas, en la materia, reducibles a la fuerza de atracción y repulsión". Esta creencia se afirmó algunos años después cuando Helmholtz incluyó la biología dentro del concepto de conservación de la materia, y quedó en la raigambre de la enseñanza de Brücke. Su influencia en Freud tuvo dos aspectos. Le llevó a creer que el efecto debe seguir a la causa, lo mismo en el campo mental que en el físico, y así le impulsó hacia su primer concepto fundamental: que los síntomas corporales de la histeria no eran casuales e insignificantes, sino el resultado directo de causas no desveladas. En segundo lugar, le indujo a pensar durante cierto tiempo que los procesos mentales y físicos dependían de entidades particulares, cuya acción podía describirse en términos de fuerzas físicas y químicas. La idea se resistió al desarrollo, pero persistió en lo hondo de su cerebro. Hasta el fin de sus días esperó que sus teorías sobre la naturaleza de la mente llegarían a ser descriptibles de manera fisiológica" (Ronald W. Clark, Freud. El hombre y su causa, Planeta, Barcelona, 1985, pp. 31 y 32).
Ideas, leyes y fuerzas que seguramente recordó en ese momento de crisis, para invocarlas en el Proyecto y aplicarlas, por ejemplo, cuando habla de "las sensaciones de placer y displacer" que representan "la fuerza de atracción y repulsión", así como los mecanismos de "barreras-contacto", de "las facilitaciones", etc., con las que explica la mecánica de la memoria, del deseo, de los sueños, entre otros asuntos.
Ese momento de 1895 debió ser para Freud, de nuevo, otro de sus dilemas Fausto-Hamlet: ¿ciencia o metafísica o teología?
Como bien se sabe, Freud optó por convertirse en chamán.

***

Otro asunto raro y extraño con relación a la historia del PROYECTO DE PSICOLOGÍA (1895-1950)"y que es necesario mirar con malicia, es el hecho de que, a pesar del aparente rechazo de Freud a ese texto, este no desapareciera de sus archivos, se conservara y fuera publicado en 1950.
Es un misterio. El texto sobrevivió a la destrucción de los archivos a principios del siglo XX, al selectivo trasteo de los archivos a Londres en 1938 y, finalmente, a las acuciosas políticas ortodoxas de "lo correcto freudiano" y a las sobreprotectoras manos de los guardianes del legado en la Fundación.
Se me ocurre creer que Freud, tan cuidadoso de su imagen y tan hábil mitómano con sus mentiras, fallos y fracasos, siempre pensó, por una parte, que el Proyecto había sido en lo que más se aproximó a la formulación y demostración científica del psicoanálisis, la que tanto le exigieron y nunca presentó.
Por la otra, que en el Proyecto quedaron planteadas todas las ideas que desarrolló posteriormente, habiendo logrando, para su gusto, esa teoría unificada de ciencia, metafísica y teología, que era obligatoria en aquella época y que le permitió proponer y sostener su doctrina de misterios impenetrables, salvo para los sacerdotes de su secta.
Secta que, como judío, Freud sabía que era necesario encarnarla en el mito y en la "Tradición", como una antigua religión monoteísta, pero, así mismo, insertarla en el ámbito de la modernidad, al tiempo que se la "investía" de un nuevo motivo y todo ello tan sólo para lograr proponer su gran impostura, como lo escribe Ana Cristina Vélez Caicedo:
"La necesidad de encontrarse a sí mismo, y expresar el yo, herencia del romanticismo, y la de culpar a otros de nuestros actos, herencia del psicoanálisis, son cosas únicas de la época actual" (Ana Cristina Vélez Caicedo, Homo artisticus. Una perspectiva biológico-evolutiva, Editorial Universidad de Antioquia, Medellín, 2008, p, 49).
Para eso de culpar a otros de nuestros actos, Freud debió ser consciente de la extensa polémica sobre el libre albedrío, por el cual los hombres son responsables de sus actos pero nunca serán los culpables. Como en el judeocristianismo, el perdón redime de toda culpa.
A lo que es necesario adjuntar los demás correlatos ideológicos que del judeocristianismo nutren al psicoanálisis: la falta, la culpabilidad, el odio a las mujeres, al cuerpo, a los deseos, a los placeres y a la carne, el desprecio por este mundo, la exaltación del más allá y la pulsión de la muerte. Con razón el psicoanálisis caló tan profundo en las frágiles mentes predispuestas a creer en que podían ser redimidas en vida.
Y, para acabar de ajustar, es del caso aceptar lo que escribió Ronald W. Clark:
"Hasta el fin de sus días (Freud) esperó que sus teorías sobre la naturaleza de la mente llegarían a ser descriptibles de manera fisiológica".
Y el Proyecto era la prueba para demostrar, al fin, que él había sido el primero... en algo.
Lastimoso es que no lo discutiera con sus sectarios ni lo dejara conocer de los prosélitos, aquellos que se encargaron de divulgar y aplicar la mitomanía del psicoanálisis como una religión que todavía persiste.
En fin, esa fue la gran genialidad de Freud, el negociante: saber que la gente estaba dispuesta a pagar y pagar bien, por aquello que deseaba y creía, así fuera un engaño, porque lo absolvía y lo redimía de sus culpas.

NOTAS
(1) Sigmund Freud / Obras Completas de Sigmund Freud. Standard Edition. Ordenamiento de James Strachey / Volumen 1 (1886-99). Publicaciones prepsicoanalíticas y manuscritos inéditos en vida de Freud / Proyecto de psicología. (1950 [1895]).
(2) Carlos Rincón, García Márquez, Hawthorne, Shakespeare, De la Vega & Co. Unltd., Serie “La Granada Entreabierta”, 86, Instituto Caro y Cuervo, Santa Fe de Bogotá / 1999:
"Racionamiento por abducción", descubierto por Charles S. Peirce en 1879 y que funciona, algo así, como lo explica Carlos Rincón:
"Se trata según leía alguna vez en un artículo de Heinz Heckhausen, del cortocircuito, de la chispa que se produce entre dos complejos de imaginación hasta entonces separados, "por mediación de un elemento común". La complejidad de un concepto -de una imagen- puede así potenciarse, multiplicarse como por arte de magia, al estar puesta en contacto con diferentes contextos".
(3) Jeffrey Moussaieff Masson, El asalto a la verdad. La renuncia de Freud a la teoría de la seducción, Seix Barral, Barcelona, 1985, pp. 24-25.

Las imposturas de Freud (1a. parte)

Iván Rodrigo García Palacios

Las imposturas de Freud (1a. parte)

- La expoliación de fuentes e ideas ajenas.
- La génesis del Proyecto de psicología (1950-1895) (1).


"[...] los que hablan de Cualidades ocultas, Especies intencionales, Formas substanciales y mil otras necedades" (Carta de Spinoza a Hugo Boxel) (2).


Introducción
Freud se aprovechó bien de sus habilidades y del Proyecto de psicología (1950-1895), para desarrollar su única y gran originalidad: ser el hombre de las teorías y de las interpretaciones anamorfósicas sin principio ni fin: el psicoanálisis.
De sus habilidades (y de Nietzsche), Freud toma, entre otras cosas: "Todo es interpretación. Todo es interpretable".
En el Proyecto de psicología escribió todas y sus únicas hipótesis con pretensión de cientificidad, las mismas que convertirá en ese truco (o, ¿será método?) del teorizar e interpretar anamorfósicamente que es el psicoanálisis...
... frente a cualquier dificultad, obstáculo, confusión, inconsistencia o incongruencia, teórica o práctica, Freud siempre los obvió inventándose o trasformando una teoría, pero no una nueva teoría que explique, corrija o sistematice a la anterior, sino una teoría que se hace cada vez más compleja, ininteligible, ¿absurda?, como en el cuento del gallo capón. Freud fue un hábil maestro de la anamorfosis... sin principio ni fin, porque en el psicoanálisis todo es apariencia: ninguna verdad qué demostrar porque no existe un objeto qué mostrar.
De ese legado, sólo Lacán fue igual o superior al Maestro en esas habilidades, quizás inspirado en la tradición barroca y, en particular, en su paisano Cyrano de Bergerac y en su obra El otro mundo o Los Estados e Imperios de la Luna y Los estados e Imperios del Sol, obra anamorfósica sin parangón. Por ello, Lacán fue condenado a "la expulsión" en ese Tribunal de la Inquisición que es la Asociación Psicoanalítica Internacional.
Hay que reconocer que en esa obra de Cyrano de Bergerac y en las de los barrocos franceses, no son pocas las ideas de las que luego se apropiará, aprovechará y tergiversará, el psicoanálisis, tal el caso de las relaciones entre realidad y sueño.
De esa expoliación de fuentes e ideas ajenas, Freud se inventó la existencia de un Aparato psíquico, un Aparato mental y una energía mental a partir de numerosas fuentes e ideas ajenas que no reconoció y que por el contrario negó haber utilizado:
Freud se apropia, se aprovecha y hasta tergiversa, de las ideas de aquella tradición que consideraba a la Naturaleza, al mundo y a la vida como espíritu y energía, del que todo emanaba: esas ideas de Spinoza, las de Schelling, las de Schopenhauer, las de los románticos, las de Carus, las de Janet, las de von Hartmann, etc.
También se apropia y se aprovecha de aquellas ideas de la cultura china sobre el "Qì" ó "Kì" ("flujo de energía vital"), tan cercanas al mesmerismo, de las cuales y con una similitud asombrosa, Freud interpretará y propondrá la única y la más ficticia de sus formas de medición: "Q" y "Qη": "la cantidad".
Con todas esas ideas y muchas otras más, Freud inventará sus Teorías de las pulsiones, primero, sexuales y yoicas; luego, de vida y muerte, Eros y Tánatos, para "asustar al burgués", así como su Teoría del inconsciente, "yo, superyó y ello" y, por supuesto, esas interpretaciones de la pulsión de muerte, tan cara al judeocristianismo, porque niega la pulsión de vida, tan poco rentable. Y, con todo ello y mucha ficción más, él trata de explicarlo, justificarlo y legitimarlo todo.
Tal es el caso del más celebrado y anamorfósico de sus inventos: "El inconsciente", ese, "el gran fundamento", del que se apropió, entre otros, de Schopenhauer: esa fuerza de la voluntad oculta tras los motivos ignorados de los actos. De Carl Gustav Carus: eso que es subjetividad y naturaleza. De Eduard von Hartmann: amor y placer, deseo y razón, energía y espíritu. Y de Pierre Janet: su teoría del inconsciente y su escritura automática, entre otras, de las que se apropia para su "libre asociación", "la interpretación de los sueños". Así como del libro: La interpretación de los sueños y hechicería y de otras obras de su amigo, el filólogo y filósofo vienes, Theodor Gomperz. Y un largo etc.
Con todo ello, Freud se inventará sus propias anamorfosícas teorías, las que se convertirán en las puertas de acceso al "inconsciente" y a la sexualidad dominante, cuyas cerraduras son abiertas por las llaves de las palabras: "ello piensa / ello trabaja".
Por supuesto, para que todo aquello encaje es necesaria la anamorfosis, porque así Freud interpretará y teorizará, una y otra vez, sobre la distinción del "inconsciente", en primera instacia, del sistema "preconsciente-consciente, del primer tópico. Y luego, cuando las cosas no ecajaban, el yo, el superyó y el ello, presentes en "el inconsciente" del segundo tópico.
Igual con todo lo demás: la sexualidad infantil, el complejo de Edipo, el narcisismo y el erotismo femenino, estos dos últimos asuntos, naturalizados dentro del psicoanálisis por Lou Andreas Salomé.
Todo ello sostenido en el anacronismo de un dualismo disimulado, ambiguo y eufemístico; cristiano / cartesiano: cuerpo / alma; cuerpo / mente; cerebro / pensamiento; objeto / sujeto; etc., lo que se asimila al dualismo consciente / inconsciente que opera en aquellos improbables aparatos psíquico y mental, mediante unas energías mentales.
Es innegable que Freud se aprovechó de las ideas de Spinoza, pero nunca se sintió aludido por aquello que él le escribió a Hugo Boxel sobre

"[...] los que hablan de Cualidades ocultas, Especies intencionales, Formas substanciales y mil otras necedades" (Carta de Spinoza a Hugo Boxel) (1).

Así como tampoco le parecieron útiles las saludables proposiciones spinozianas sobre la Alegría y la Tristeza y con ellas, el manejo de los afectos o pasiones, tan contrarias a los ideales judeocristianos y a las utilidades económicas de los psicoanalistas.
Freud sí que anticipó desde el principio el potencial de su negocio, razón que se explica por el rechazó a la denominación y práctica del autoanálisis, tan antiguo como "la Sabiduría de la medicina del alma", así como spinoziano. Autoanálisis del que él mismo había partido, en primera instancia, para de allí desarrollar su práctica y terapia de psicoanálisis, asistida, dirigida y remunerada.
Ese autoanálisis que Freud desarrolló a partir del análisis de aquel sueño del 25 de julio de 1895, luego de que el día anterior "le fue revelado al Dr. Freud el secreto de los sueños", según su carta a Fliess.
Ese autoanálisis bien pudo haber tenido unos antecedentes más nobles tanto en los antiguos sabios como, de manera evidente, en Plotino, sus sueños y despertares, pero en particular la interpretación plotiniana del consciente / inconsciente:

"Como dice Plotino retomando una expresión homérica, "nuestra cabeza está fija por encima del cielo" (Enéadas IV, 3,12,5; cf. Homero: Iliada, IV, 43; y Platón, Timeo 90a). Pero a continuación surge una duda:
"Si albergamos en nosotros tan grandes cosas, ¿por qué no tenemos conciencia de ello, por qué la mayor parte del tiempo permanecemos sin ejercer estas actividades superiores? ¿Por qué algunos hombres no las ejercen jamás?" (V, 1,12,1.).
Plotino responde a esto inmediatamente:
"Lo que sucede es que no todo cuanto se encuentra en el alma está consciente, sino que nos llega a 'nosotros' al llegar a la conciencia. Cuando una actividad del alma se ejerce sin que se comunique nada a la conciencia, esta actividad no llega al alma por entero. Así pues, 'nosotros' no tenemos noticia alguna de esta actividad, puesto que 'nosotros' estamos vinculados a la conciencia y 'nosotros' no somos una parte del alma, sino el alma entera" (V, 1, 12, 5.) (Pierre Hadot: Plotino o la simpliciad de la mirada).


Nobles antecedentes también de los místicos mediterráneos, orientales y del Norte de Europa, del francés Pierre Charron y de tantos otros que habían considerado a los sueños y a "todo lo que se mueve en uno mismo" (...) como punto de partida del "conocer qué somos para saber qué podemos y qué debemos hacer", ambas citas de Pierre Charron, tomadas de Michel Onfray. Onfray también encontró en la antigüedad a un no tan noble antecedente, precursor del psicoanálisis, Antifón de Atenas, quien practicó una terapia y un negocio iguales al de Freud, pues usó los mismos métodos de propaganda y explotación de sus pacientes que luego usarán el vienes y sus secuaces (Ver: Michel Onfray, Las sabidurías de la antigüedad, Contrahistoria de la filosfía, I, Anagrama, Barcelona, 2007, pp. 94-95).
Y en especial, antecedentes de aquella extensa tradición que trata del poder y de los peligros del alma en los sueños eróticos y proféticos que el cristianismo teorizó y combatió, y en la que ya se advierte del poder de la sexualidad tal y como la interpretará Freud:

"En la cristiandad primitiva la ascesis parece estar compuesta de dos elementos esenciales (Wake, 1998: 6): la anachoresis o aislamiento, y la enkrateia o autocontrol". El primero (el “exilio voluntario” como lo llamaba Evagrio Póntico) corresponde al distanciamiento de todo lazo humano, pues muy pronto, desde san Antonio, se descubrió que este combate espiritual era imposible en las condiciones de la vida cotidiana. El segundo, el control de sí mismo, significa que el solitario buscaba recobrar el poder sobre aquello que convulsionaba su vida: sobre las pasiones que agitan sus sentidos, y sobre los pensamientos que acosan su mente. Este autocontrol tiene un propósito definido: alcanzar un estado de paz interior, la imperturbabilidad que los cristianos, siguiendo a los filósofos estoicos, llamaban apatheia (justamente, “ausencia de pasiones”). (Sergio Pérez Cortés, Sueños eróticos y ejercicios espirituales entre los hombres del desierto. Los sueños de san Jerónimo, Sociológica, México, Departamento de Filosofía, Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Iztapalapa, año 24, número 69, enero-abril de 2009, pp. 13-42 ).

Ese ascetismo fue exactamente lo que practicó Freud en 1895, en lo que él llamó, no por coincidencia, "esplendido aislamiento", y durante el cual produjo el Proyecto de psicología y, luego, La interpretación de los sueños, no propiamente buscando la paz interior, sino la liberación de sus culpas, la reorientación de sus pasiones y el triunfo de sus ambiciones.
En consecuencia y también en una extensa tradición, con Freud ese conocimiento de sí mismo y la interpretación y análisis de los sueños, terminó siendo mercancía de curanderos, adivinos y charlatanes.
Si Freud hubiera permitido la desviación hacia el autoanálisisi en el seno de su secta, este se hubiera convertido sólo una actividad de salud mental al alcance y manejo de quien así se lo propusiera y de la misma naturaleza de la que hoy se denomina filosofía práctica, esa filosofía que, como medicina del alma, habían propuesto desde la antigüedad todos los sabios y filósofos a los que les interesaba más responder a las preguntas: ¿Qué es el hombre aquí y ahora? ¿Cómo se logra y se disfruta el bienestar temporal y terrenal?, al contrario de aquellos otros que divagan sobre la improbable existencia de mundos, almas y bienestares, sobrenaturales. Pero Freud no estaba dispuesto a renunciar a la riqueza, a la fama, al poder... a la inmortalidad.
A todas estas, ¿estaría Freud buscando una forma de aliviar sus propias culpas y se encontró con un buen negocio?
Un buen negocio que se mantiene, pero del que, gracias a los avances de las neurociencias y a una actitud más critica de los intelectuales, ya se están demostrando las imposturas de Freud y de su psicoanálisis, así la cultura popular se empeñe en mantenerlo, persistiendo en su propio autoengaño y perjuicio. Afortunadamente, de esas imposturas ya poco queda por rescatar.
Desafortunadamente, esa mentira seudocientífica de Freud, mediante la cual sólo se busca demostrar que nadie es culpable de sus actos, tan conveniente y que se ha sostenido por tantos años, es muy difícil de erradicar.
Dos historias:
Las historias que voy a contar se refieren a las siguientes imposturas de Sigmud Freud, en primer lugar, la vehemente negación/afirmación de las fuentes e influencias de las que se apropió para la formulación de su psicoanálisis, las que, no sólo nunca reconoció, sino que, como San Pedro, negó más de tres veces. Pero, como él mismo lo intuyó, las palabras siempre mienten, pero el cuerpo nunca miente y estas y éste lo traicionan y lo denuncian.
Y, en segundo lugar, contaré la historia de la génesis del Proyecto de Psicología (1950-1895), ese extraño escrito en el que, por ironía más que merecida y por estar ambicionando otras glorias, él no se percató que había intuido algunos importantes asuntos científicos, tal el caso de la teoría de las neuronas que Wilhelm von Waldeyer presentaría un año después.
Fue en el Proyecto de psicología en donde Freud se planteó las hipótesis científicas que le exigían para su psicoanálisis y sobre las que trabajó toda su vida:

1. La existencia de un Aparato Psíquico.
2. La existencia de una energía mental que recorre ese Aparato Psíquico ("Q" y "Qη"= "cantidad", lo cual explico más adelante).
3. El funcionamiento del Aparato Mental.

Para comprender lo anterior, estas son las abreviaturas que utilizó Freud en el Proyecto de psicología para justificar lo científico de sus propuestas:

Q = Cantidad (en general, o aquella que tiene el mismo orden de magnitud que las cantidades del mundo externo).
Qη = Cantidad (cuyo orden de magnitud es el intercelular).
φ = Sistema de neuronas pasaderas.
ψ = Sistema de neuronas impasaderas.
ω = Sistema de neuronas de percepción.
W = Percepción (Wahrnehmung) .
V = Representación (Vorstellung).

M = Imagen motriz

Estas hipótesis y los desarrollos que con posterioridad Freud hizo de ellas, aún para las ciencias de su tiempo, eran ya una impostura teórica y experimental y mucho más ahora cuando las neurociencias actuales están explorando y descubriendo los procesos cerebrales y mentales que desvirtúan por completo el anacrónico dualismo de cuerpo y alma, cuerpo y mente, objeto y sujeto. Dualismo que ya, para la época de Freud, era un concepto superado por filósofos como Nietzsche y por muchos científicos, pero que era todavía asumido por aquellos que temían las censuras y represalias de la sociedad y la poderosa moral cristiana de las iglesias, a las que Freud prefirió no provocar, manteniéndolo, eufemísticamente, en la existencia dual de esa energía y de esos aparatos psíquico y mental.
Por supuesto, no son las únicas imposturas y malabares teórico-científicos de los que Freud se valió para armar la gran impostura de su psicoanálisis (igual para el psicoanálisis de C. G. Jung), tales los casos de la interpretación de los sueños, del "inconsciente" o el de las pulsiones, primero, sexual y "yoica", luego, vida y muerte, Eros y Tánatos; en particular, esa de la pulsión de muerte que marcará su teoría y su celebridad, no sólo como psicólogo popular, sino también como sociólogo y filósofo.
Sin embargo, tanto brillo es sólo oropel, como puede deducirse de lo que dice Giorgio Colli en su libro La sabiduría griega, III:

"Nadie puede echar una mirada alegre sobre la existencia mientras esté convencido de que la muerte es algo real, aun desde el puntos de vista metafísico, o si se considera el mal como objeto en sí mismo. La experiencia contemporánea contrapone el principio de la vida al principio de la muerte. Sin embargo, para la sabiduría antigua, la muerte es una sombra alargada y vacilante que proyecta la vida, expresión de esa finitud que es el núcleo central de la realidad inmediata. Eso significa la alusión de Heráclito al hecho de que Dionisios y Hades son la misma divinidad {14[A 60]}. Freud contra Heráclito: ¿quién es el más sabio?" (Giorgio Colli, La sabiduría griega, III, Trotta, Madrid, 2010, p.196).

Lo que hace pensar que Freud interpretó a su conveniencia sus lecturas tanto de los antiguos griegos y muchos sabios posteriores, así como de Nietzsche.
Pero estos son asuntos que ameritan otros desenmascaramientos.
Así pues que, para aquellos ingenuos que inocentemente creen que Sigmud Freud inventó la psicología y que su psicoanálisis era una panacea para explicar y sanar todos los males psicosomáticos de la humanidad, además de una filosofía con la cual explicarse todo lo humano, me permito aclarar sólo ese par de imposturas: la negación/afirmación de sus fuentes e influencias y el Proyecto de psicología.
La primera:
Las fuentes de las que se apropió Freud
Es necesario reconocer que Freud era astuto, un individuo de brillante e intuitiva inteligencia y un hábil lector, lo que utilizó para la realización y logro de sus desmedidas ambiciones e insaciable afán de reconocimiento, hasta el punto de querer ser el fundador y profeta de una seudo religión científica institucionalizada, la que él y sus sumisos sectarios instituyeron y mantuvieron como una de las novedades más llamativas e influyentes durante buena parte del siglo XX.
Ahora bien y en primer lugar, voy a mostrar, sin entrar en un análisis detallado y crítico, que Freud se apropió de ideas importantes de las obras de Spinoza, Schopenhauer, Nietzsche, Carl Gustav Carus, Eduard von Hartmann, Pierre Janet y Lou Andreas Salomé, entre muchas otras, para la formulación de algunos aspectos fundamentales de su psicoanálisis, lo mismo que hizo C. G. Jung, para el suyo, pero ese es otro asunto.
Nótese que digo se apropió y no digo se inspiró, porque de haber sido así no hubiera tenido problema alguno en reconocer tan prestigiosas influencias, como "lo reconoce" (en cursiva y entre comillas, porque según el mismo Freud, es imposible mentir) con sus sucesivas negaciones/afirmaciones y sus curiosas evasivas al referirse a ellas.
Además, esa apropiación que hizo Freud de las ideas ajenas no se corresponde, de su parte, con una juiciosa investigación y un análisis crítico de los autores fagocitados, con la cual él hubiera elaborado una nueva y avanzada propuesta personal, sino que se limita a trasponerlas, trasformarlas, reinterpretarlas y hasta tergiversarlas, a su conveniencia, a veces con relativo éxito y otras, burda y toscamente, como se muestra más adelante.
Pero es que Freud tenía un grave y oscuro motivo para no haber reconocido tales expoliaciones: él, como ya lo dije, fue un inteligente, hábil e intuitivo lector que fagocitaba las ideas con las que formulaba sus propuestas a partir de sus lecturas, pero no fue un investigador estudioso, disciplinado y profundo, de filósofos y filosofías, motivo por el cual se puede afirmar que, al momento de enfrentar el análisis y la interpretación crítica de los autores y libros que leía, carecía de los fundamentos críticos e interpretativos necesarios para respaldarlos, aspectos estos para los que recurría, también sin otorgar el menor reconocimiento, a sus más cercanos amigos y admiradores, a los que obligaba a guardar silencio, tal el caso de Lou Andreas Salomé, a quien utilizó, no sólo para sintetizar adecuadamente aquello que de Spinoza y Nietzsche se apropió para el psicoanálisis, sino a la que también explotó para ese oscuro tratamiento y la extraña relación íntima en la que la comprometió con su hija Ana Freud. Ya que a él nunca le fue posible seducir a Lou, concluyó por considerarla una hija adoptiva hasta el final de su vida. Una incestuosa relación con explicación muy psicoanalítica que, como para todo, le permitía justificar sus pecados y perdonarse sus culpas.
Pero no es eso lo más grave de las apropiaciones y abusos que cometió Freud, varios y variados fueron los casos y escándalos de plagio y robo de ideas y manuscritos, además de otros abusos, en los que estuvo comprometido, tal el de la joven judía Sabina Spielrein, de quien Freud y Jung, no sólo abusaron y "disfrutaron" sexualmente, sino de la que también expoliaron sus ideas. Esto, junto con otros escándalos, lo denuncia John Kerr en su libro La historia secreta del psicoanálisis (Drakontos, Barcelona, 1995), al que remito a los interesados. Pero, esa es otra historia.
***
Freud concibió el psicoanálisis como una especie de religión científica según la cual los individuos estaban sometidos por un "inconsciente" y los posteriores "yo, superyó y ello", y quienes se debatían en las tensiones del choque entre las fuerzas de Eros y Tanatos, y a lo cual sólo le era posible expresarse y ser accedido por medio de las palabras, pero no las palabras como tales, sino consideradas como señales y síntomas, "lapsus", a las que, por medio de la "libre asociación", el psicoanalista desata, provoca e interpreta, en una forma de terapia que busca establecer la armonía entre tales fuerzas y el equilibrio de la salud psicosomática.
Fue por ello que Freud nunca presentó ni un marco filosófico ni unas bases científicas para el psicoanálisis, pues este se regía sólo por las doctrinas, los dogmas y las normas que él dictó y que la sociedad de sus sectarios se encargaba de mantener, aplicar y difundir, en su total integridad con la misma acuciosidad y violencia de la Inquisición.
Tal fue el caso de Jacques Lacan, no el único, pero si el más célebre. El mismo Lacan lo expuso en su conferencia inaugural de 1964 en la École Normle Supérieure, referida a la influencia de Spinoza y que tituló: "La excomunión", para explicar cómo la Asociación Psicoanalítica Internacional intentó evitar que enseñara psicoanálisis, expulsándolo de su seno. Lacan comparó esta expulsión con aquel castigo al que el consejo de ancianos de la sinagoga y la comunidad judía holandesa condenó a Spinoza el 27 de julio de 1656.
La lista de los herejes del psicoanálisis y los motivos de sus expulsiones, es larga y profunda... y también, inspiradora y divertida.
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Freud se apropio de reconocidas ideas y conceptos de importantes filósofos y científicos, a los que dijo admirar o a los que ni siquiera mencionó.
Los estudiosos y críticos de Freud y del psicoanálisis lo han relacionado con variadas y numerosas fuentes filosóficas y científicas de las que él se apropió. Entre ellas: Spinoza, Carl Gustav Carus, Eduard von Hartmann, Pierre Janet, Schopenhauer, Nietzsche y Lou Andreas Salomé.
Sobre estas fuentes expoliadas por Freud, citaré los conceptos expresados por personas de autoridad, para que a partir de allí, quienes estén interesados se entusiasmen a desarrollar su propio estudio crítico.
- Spinoza:
La conferencia de Lacan tocaba un punto sensible para Asociación Psicoanalítica Internacional: Spinoza. Y se explica porque de la relación de Freud con Spinoza, escribe y hasta justifica el neurobiólogo Antonio Damasio:

"Aparentemente Spinoza tuvo una influencia importante en Freud. El sistema de Freud necesita del aparato de autopreservación que Spinoza propuso en su conatus, y hace un uso abundante de la idea de que las acciones de autopreservación se activan de manera inconsciente. Pero Freud no citó nunca al filósofo. Cuando se le preguntó sobre esta cuestión, se tomó mucho trabajo para explicar la omisión. En una carta a Lothar Bickel en 1931, Freud escribía: "Confieso sin dudarlo mi dependencia de las enseñanzas de Spinoza. Si nunca me preocupé de citar directamente su nombre es porque nunca extraje los principios de mi pensamiento del estudio de este autor, sino de la atmósfera que él creó". En 1932, Freud cerró la puerta de una vez por todas a cualquier reconocimiento. En otra carta, esta vez a Siegfried Hessing, decía: "He tenido, durante toda mi vida, una estima extraordinaria hacia la persona y el pensamiento de este gran filósofo. Pero no creo que esta actitud me confiera el derecho de decir públicamente nada sobre él, por la buena razón de que no tendría nada que decir que no hayan dicho otros". Siendo justos con Freud, hemos de recordar que Spinoza no reconoció ni a Van den Enden ni a Da Costa. Quizás si se le hubiera preguntado sobre esta omisión su respuesta podría haberse parecido a la de Freud" (Antonio Damasio, En busca de Spinoza. Neurobiología de la emoción y los sentimientos, Drakontos, Barcelona, 2009, p. 242).

- Carl Gustav Carus, Eduard von Hartmann y Pierre Janet:
De la relación de Freud con Carl Gustav Carus, quien con Eduard von Hartmann y Pierre Janet, se consideran los precursores del concepto de "inconsciente", escribe Luis Montiel:

"Carl Gustav Carus es uno de los creadores de una doctrina acerca del inconsciente que resulta interesante desde la perspectiva actual por cuanto no es solamente "psicológica" sino que se fundamenta en los conocimientos biológicos de su tiempo. El "inconsciente" postulado por Carus posee una condición biológica, material, a la vez que psicológica. De este modo, la historia de psiquismo --la "historia del alma"-- se vincula a la historia biológica tanto del individuo como de la especie. En esta perspectiva el inconsciente se reconoce como fundamento indispensable del pensamiento racional. Esta teoría que recuerda en muchos de sus puntos a la de Jung, permite el estudio médico de la vida "psíquica" tanto como una revalorización de los factores inconscientes del psiquismo, habitualmente denostado por los antropólogos y moralistas de la modernidad" (Luis Montiel, Materia y espíritu: El inconsciente en la Psicología de Carl Gustav Carus (1779-1868 ).

El libro más influyente de Carl Gustav Carus, Psyché, el mismo que Dostoievski reclamara con insistencia poco antes de empezar a escribir sus grandes novelas, también fue lectura para Nietzsche, Freud y Jung, quienes, igualmente, fueron atentos lectores de la obra de Eduard von Hartmann y Pierre Janet.
Una crítica comparativa de la concepción de "inconsciente" de Carus, von Hartmann y Pierre Janet, con la de Freud, mostraría con mejor detalle qué fue de aquello de lo que Freud se apropió y reinterpreto a su conveniencia.
Esta, por ejemplo, es la concepción del inconsciente de Eduard von Hartmann, de cuya "desilusión de la voluntad de vivir", Freud, además, toma su más célebre "pulsión de muerte":
El inconsciente aparece como una combinación de la metafísica de Hegel y la de Schopenhauer. El inconsciente es a la vez deseo y razón y la base omnipresente de toda existencia. Von Hartman combina de esta forma el panteísmo con el panlogismo de manera similar a lo realizado por Schelling en su filosofía positiva. Sin embargo el deseo y no la razón es el aspecto principal del inconsciente, cuyo carácter melancólico está determinado por la primacía del deseo y la servidumbre de la razón. Precósmicamente, el deseo es potencial y la razón latente, y el deseo está vacío de razón cuando pasa de la potencialidad al deseo real, que es miseria absoluta, y, para curarla, el inconsciente evoca su razón y con su ayuda crea el mejor de los mundos posibles (Spinoza), que contiene la promesa de su redención de la existencia real por la emancipación de la razón de su subyugación al deseo en la razón consciente del pesimismo iluminado. Cuando la mayor parte del deseo está tan iluminado por la razón como para percibir la inevitable miseria de la existencia, se hará un esfuerzo colectivo por desear la no existencia, y el mundo deseará recaer en la nada, el inconsciente en la inactividad.
Por más que Freud se lo propone, en el primero y en el segundo tópico, así como en todas sus demás explicaciones para "su inconsciente", al tratar de formular una teoría verdaderamente científica de este, propia y fundamento de su psicoanálisis, sus esfuerzos no pasan de ser vanos intentos por acomodar y trasponer, a veces de manera tosca, las ideas, conceptos y propuestas del inconsciente natural y biológico como lo proponen Schopenhauer, Carus, von Hartmann y Pierre Janet, para convertirlo en "su inconsciente" y sus "formaciones del inconsciente", de presencias, fuerzas y energías inhibidas o reprimidas: una anamorfosis sin fin.
Hasta tal punto y como Thomas Man lo ha subrayado en las analogías entre la metafísica de Schopenhauer y la doctrina de Freud, en la que los conceptos de voluntad y de intelecto, propios del primero, son similares con los de yo y superyó del tópico freudiano.

A lo que habría que agregar que Freud también se apropia y reinterpreta para el beneficio de sus teorías de los sueños, la teoría que Schopenhauer propone en los Parerga, según la cual y como lo dice Giorgio Colli en Ellenismo e oltre :

"Los sueños estarían determinados por un sistema de ganglios en el cerebro, que determina a su vez las representaciones, una vez que esté libre de las excitaciones externas de los sentidos y de sus mismos pensamientos".
  En el caso de Pierre Janet (1859-1947), contemporáneo de Freud, la expoliación es tan evidente como vehemente es la negativa de Freud de haber conocido tanto su tesis de 1889 sobre el automatismo psicológico y sus otras obras, así como el trabajo clínico del psicólogo y neurólogo francés y sus experiencias con la escritura automática como parte de su práctica curativa de la histeria, las fobias y otros comportamientos anormales, a partir de la cual desarrolló su teoría del inconsciente como origen de comportamientos físicos y psíquicos, disociaciones e ideas fijas, etc.
- Friedrich Nietzsche:
El temprano contacto de Freud con la obra y el pensamiento de Nietzsche, lo explica Mazzino Montinari:

"Otro encuentro (de Nietzsche) que sólo duró un par de semanas con el joven doctor Joseph Paneth, de Viena, es interesante porque - como lo ha observado en primer término E. F. Podach - establece una especie de relación entre Nietzsche y el psicoanálisis. Paneth, en efecto, no es otro que el “amigo José” de Freud, conocido a través de la Interpretación de los sueños. Paneth ha registrado en un diario de gran interés sus encuentros con Nietzsche. Es también el testimonio de la influencia subterránea de Nietzsche durante esos años. Es completamente probable, por lo tanto, que Freud haya tenido noticias de Nietzsche y de sus ideas muy tempranamente, por medio de Paneth" (Mazzino Montinari, Nietzsche, p. 63).

Ahora bien, Nietzsche también fue intuitivo lector de Carl Gustav Carus y de Eduard von Hartmann, así que no es extraño que de Nietzsche, al que reconoció admirar, Freud se apropiara de no pocos de sus pensamientos, ideas y conceptos, los que traspuso y redefinió, también, toscamente.
Son varios y variados los ejemplos que se pueden mencionar:
Tal el caso de correspondencia realmente notable entre el concepto de Super yo y la exposición de Nietzsche sobre el origen de la "mala conciencia", en La genealogía de la moral:

"Todos los instintos que no se desahogan hacia fuera se vuelven hacia dentro - esto es lo que yo llamo la interiorización del hombre: únicamente con esto se desarrolla en él lo que más tarde se denomina su “alma”. Todo el mundo interior originariamente delgado, como encerrado entre dos pieles, fue separándose y creciendo, fue adquiriendo profundidad, anchura, altura, en la medida en que el desahogo del hombre hacia fuera fue quedando inhibido. Aquellos terribles bastiones con que la organización estatal se protegía contra los viejos instintos de la libertad -las penas sobre todo cuentan entre tales bastiones- hicieron que todos aquellos instintos del hombre salvaje, libre, vagabundo, diesen vuelta atrás, se volviesen contra el hombre mismo. La enemistad, la crueldad, el placer en la persecución, en la agresividad, en el cambio, en la destrucción -todo esto vuelto contra el poseedor de tales instintos: ése es el origen de la “mala conciencia”. El hombre que falto de enemigos y resistencias exteriores, encajonado en una opresora estrechez y regularidad de las costumbres, se desgarraba, se perseguía, se mordía, se roía, se sobresaltaba, se maltrataba impacientemente a sí mismo, este animal al que se quiere “domesticar” y que se golpea furioso contra los barrotes de su jaula, este ser al que le falta algo, devorado por la nostalgia del desierto, que tuvo que crearse a base de sí mismo una aventura, una cámara de suplicios, una selva insegura y peligrosa -este loco, este prisionero añorante y desesperado fue el inventor de la “mala conciencia”. Pero con ella se había introducido la dolencia más grande, la más siniestra, una dolencia de la que la humanidad no se ha curado hasta hoy, el sufrimiento del hombre por el hombre, por sí mismo, resultado de una separación violenta de su pasado de animal, resultado de un salto y una caída, por así decirlo, en nuevas situaciones y en nuevas condiciones de existencia, resultado de una declaración de guerra contra los viejos instintos en los que hasta ese momento reposaban su fuerza, su placer y su fecundidad" (Friedrich Nietzsche, La genealogía de la moral, Tratado segundo: "Culpa", "mala conciencia" y similares, 16).

Como cita, explica y hasta justifica, Adolfo Vásquez Rocca:

"Nietzsche describe así el proceso en unos términos filogenéticos que Freud hubiera suscrito y que vislumbró en Tótem y tabú, pero en el libro al que nos referimos (Libro de actas de la Sociedad Psicoanalítica de Viena), Freud se ocupó de este concepto en un nivel profundamente ontogénico, señalando cómo la comunidad de la forzada vida social está representada en la temprana infancia por el ejemplo de los padres. Freud hubiera sostenido la continuidad de las dos fuentes: la heredada y la adquirida, que por su naturaleza siguen un curso parejo. Hitschmann había leído un trabajo de este libro de Nietzsche en octubre de 1908, en la Sociedad de Viena, que dedicó a su discusión dos noches. Es improbable que esto no haya dejado ninguna impresión en la mente de Freud, si bien pasaron muchos años antes de que tal impresión diera algún fruto".

De igual forma, Freud se apropió de otros conceptos de Nietzsche, tales como "sublimación", "conversión", "transformación", los que traspone y redefine para explicar las energías y fenómenos del instinto sexual, tal y como lo critica Karl Jasper en Psicopatología general (Buenos Aires, Beta, 1963, p. 424). En Psicopatología general (1913), Jaspers denunció las pretensiones científicas de la psicoterapia tachándolas de engañosas y deterministas.
Estos son sólo algunos ejemplos para ilustrar, porque el asunto amerita una más amplia investigación crítica. Pero existe otro que merece una mayor atención:
- Lou Andreas Salomé:
Lou Andreas Salomé fue una filósofa de fina y amplia formación que tomó a Spinoza como inspiración existencial y que de Nietzsche recibió un notable influjo, formación y conocimientos, y quien en 1910 entró en contacto con Freud y fue aceptada en el íntimo y cerrado círculo psicoanalítico de Freud en Viena y que allí recibió la formación psicoanalítica que ella utilizó de manera propia, no sólo como actividad profesional, sino para proponer originales y contrarias ideas sobre muchos asuntos, las que están contenidas en sus numerosos escritos, ideas que Freud no sólo tuvo que aceptar sino de las que también llegó a apropiarse, como en los asuntos del "narcisismo" y el erotismo femenino.
La relación de Lou con Freud y el psicoanálisis está ampliamente documentada y son reconocidos los aportes teóricos que ella hizo al psicoanálisis, así como sus relaciones, amistad y el apoyo que brindó a algunos de los primeros "herejes" del psicoanálisis.
Lo que si no se ha demostrando con claridad es su participación en la disimulada naturalización de las ideas de Spinoza y de Nietzsche en el psicoanálisis, asunto que todavía quedará pendiente.
La segunda:
Génesis del Proyecto de psicología (1950-1895)
Introducción
El único y desesperado intento de Freud por establecer una base científica para su psicoanálisis lo constituye el Proyecto de psicología (1950-1895), un texto especulativo, casi de ciencia ficción para su época, en el que, a partir de la intuición de una teoría de las neuronas, de cuya originalidad e importancia no se dio cuenta, expone algunas de las ideas que luego desarrollará por el resto de su vida.
Ateniéndome a la biografía, se puede decir que para 1895, Freud se enfrentó a la gran crisis de su existencia: estaba a punto de cumplir los 40 años y como profesional de la medicina había fracasado, en primer lugar, porque no había sabido valorar ni apropiarse de su gran descubrimiento: el uso de la cocaína como anestésico ocular y, en segundo lugar, porque se había quedado aislado con su familia y sin amigos, pues no sólo había roto su relación con Josef Breuber, tras el fracaso y mentiras de sus Estudios sobre la histeria, sino que los demás colegas se habían distanciado a causa de la postura de Freud con relación a la incidencia sexual y el tratamiento de la histeria y la neurosis, punto que rechazaba no sólo la comunidad científica sino también la sociedad vienesa.
En esas circunstancias, lo único que de algún valor científico tenía Freud entre manos era su teoría de la seducción, la que, por el contenido de sus mismas propuestas, de haberla presentado públicamente, le hubiera acarreado un mayor rechazo y aislamiento. Teoría de la seducción que luego descartó por el miedo a las consecuencias sociales que le acarrearían el desnudar la hipócrita actitud moral, ética, legal y política, de la sociedad frente al generalizado abuso sobre los niños.
Sobre estos asuntos, muchos años después, denunció Jeffrey Moussaieff Masson las causas por las qué Freud renunció a la teoría de la seducción en su libro El asalto a la verdad (Seix Barral, Barcelona, 1985). A lo que debe agregarse lo que la psicoanalítica renegada, Alice Miller, demostró sobre la perversidad de la violencia institucionalizada y el abuso sexual contra los niños en sus libros El drama del niño dotado (Tusquets, Barcelona, 1985), El saber proscrito (Tusquets, Barcelona, 1990) y Por tu propio bien (Tusquets, Barcelona, 1998).
Como hombre desesperado, astutamente, Freud tomó en aquel momento de crisis lo mejor de su experiencia y lo peor de sus intenciones y escribió el Proyecto de psicología, un texto extraño, para decir lo menos, en el cual proponía lo que él consideraba los fundamentos científicos de la psicología:

"El propósito de este proyecto es brindar una psicología de ciencia natural, a saber, presentar procesos psíquicos como estados cuantitativamente comandados de unas partes materiales comprobables, y hacerlo de modo que esos procesos se vuelvan intuibles y exentos de contradicción" (Sigmund Freud, Obras Completas de Sigmund Freud. Standard Edition. Ordenamiento de James Strachey, Volumen 1 (1886-99). Publicaciones prepsicoanalíticas y manuscritos inéditos en vida de Freud, Proyecto de psicología. (1950 [1895]).

Como siempre le sucediera con sus verdaderos descubrimientos y aciertos, Freud no se dio cuenta de la importancia y trascendencia de lo que había intuido y que verdaderamente era lo más importante de su Proyecto: la teoría de las neuronas.
Sobre ello escribe Ronald W. Clark:

"Más avanzado el año (después de julio de 1895), escribió en pocas semanas un elegante artículo en el que intentó describir los procesos psíquicos en términos de fuerzas mensurables, intento en que faltó poco para que esbozase la teoría de las neuronas, que Wilhelm von Waldeyer presentó al año siguiente, y describiera el sistema nervioso en término de neuronas, nombre dado (por el mismo von Waldeyer en 1891) a las células nerviosas individuales y sus prolongaciones" (Ronald W. Clark, Freud: El hombre y su causa, Planeta, Barcelona, 1985, p. 84).

Por lo extraño de este proyecto y por las circunstancias en las que fuera concebido, amerita el que se cuente su historia con mayor amplitud en la segunda parte de este texto.


NOTAS
(1) Sigmund Freud / Obras Completas de Sigmund Freud. Standard Edition. Ordenamiento de James Strachey / Volumen 1 (1886-99). Publicaciones prepsicoanalíticas y manuscritos inéditos en vida de Freud / Proyecto de psicología. (1950 [1895]).
(2) Carta LVI, Spinoza Opera (ed. Carl Gebhardt) vol. IV, pag. 260 (trad. cast. J.D. Sánchez Estop de la Correspondencia Completa, Madrid, Hiperión, 1.988, pp. 151-152).




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